Se multiplican las presiones sobre ERC para que no acceda a la pretensión de los negociadores de Junts de articular un frente común independentista en Madrid para actuar de manera unitaria y marcar el terreno a Pedro Sánchez. Es lógico: de salir adelante esa idea, al presidente del Gobierno se le complicaría sobremanera el flanco catalán aunque Esquerra ya ha dado garantías de que su política en el Congreso de los Diputados no va a estar supeditada a la de Junts. Es extraño que ERC, partido con 90 años de historia, siga confundiendo unidad con subordinación, o subalternización pero, en fin, tengo para mi que de esas sinonimias mal entendidas en la relación de los de Junqueras con el espacio puigdemontista vienen en muy buena parte las amargas victorias por un diputado de diferencia sobre Junts, como la del 14-F. Y las manifiestas dificultades de los republicanos por hacerse con la tan ansiada “hegemonía” del independentismo/soberanismo ante la mala salud de hierro de los que continúan llamando "los convergentes".
Un frente común de ERC y Junts en Madrid sería, ciertamente, la peor noticia que podría recibir Sánchez cuando aún no se ha resuelto del todo el escenario poselectoral en Catalunya. Un escenario en el que, a menos de que se produzca un giro de última hora, Sánchez ni ha conseguido hacer fructificar la operación Arrimadas II, ahora con Salvador Illa como candidato, ni tampoco enviar a la papelera de la historia a los de Puigdemont, de los que depende la investidura de Pere Aragonès. Si ERC liderara en Madrid el "frente amplio" con Junts, los comunes y la CUP que propugna para Catalunya, la bomba de relojería estaría puesta en medio de la legislatura española, que ya acusa claros síntomas de fatiga. Súmese a ello la posibilidad de que la rampante Ayuso, el juguete póstumo de la factoría Aznar-Miguel Ángel Rodríguez, consiga mantener la presidencia de la Comunidad de Madrid en las elecciones del 4-M y Sánchez tendrá hecho el discurso de la pinza trumpista-independentista para las próximas elecciones generales. Esa viñeta lamentable de Gallego y Rey en El Mundo de flequillo de Hitler acabado en estelada, en pretendida solidaridad con Javier Cercas ante los ataques que recibe de sus paisanos indepes, flota en ese mismo caldo discursivo. El españolismo, ahora en sus versiones sanchista o ayusista, siempre tiene en el horno la equiparación del indepe al nazi, ejercicio de miseria humana e intelectual ante el que los Cercas, tan cómodos en su papel de (falsos) mártires -lástima-, callan y otorgan. Tiene su (perversa) lógica. El siguiente paso será culpar a los independentistas de que Ayuso -si Sánchez fracasa en Madrid- pueda llegar a la Moncloa (difícilmente lo conseguirá Casado) en coalición con los ultras de Abascal.
El españolismo, ahora en sus versiones sanchista o ayusista, siempre tiene en el horno la equiparación del indepe al nazi, ejercicio de miseria humana e intelectual ante el que los Cercas, tan cómodos en su papel de (falsos) mártires -lástima- callan y otorgan
España, aunque es un edificio que amenaza ruina por los cuatro costados y puede acabar arruinándolo todo, como decían este domingo en una manifestación soberanista en Santiago de Compostela, hará todo lo posible por apuntalarse. Ese camino se está transitando en diversos campos a la vez. En lo económico, con las fusiones bancarias y bajo la tutela merkel-keynesiana de los fondos Covid europeos. En lo político, es posible observar dos estrategias en marcha para recimentar el sistema mientras se mantiene atado y bien atado el pleito catalán en las prisiones, como denunciaba sin tapujos Salvador Cardús este domingo en una entrevista en ElNacional.cat, y (menos) en el exilio. En primer lugar está el intento de relegitimar la monarquía, preservando la Corona y su actual titular, Felipe VI, de la estrepitosa caída del mito encarnado en su padre y antecesor, Juan Carlos I, o, lo que es lo mismo, del hundimiento del binomio monarquía-transición. En segundo lugar, con el retorno al bipartidismo, lento, pero seguro, en torno a Sánchez y Ayuso: en las elecciones de la Comunidad de Madrid se realizará el primer ensayo, con la posible desaparición de Ciudadanos y la desactivación final de Podemos (tic-tac-tic-tac) con su líder al frente.
El tiempo post-pandemia, finalmente pensable tras los prometedores datos que acompañan la primera fase de vacunación, es un momentum propicio, también, para reconstruir España, lo que significa, mucho me temo, reconstruirla contra los de siempre: hasta el procés, catalanes en general y nacionalistas en particular; y ahora, indepes, asimilados grotescamente a pequeños Hitlers con estelada. Ni el mismísimo Goebbels lo habría ejecutado mejor. Que además ello ocurra cuando la ultraderecha explícita, la que banaliza los feminicidios o mira hacia otro lado cuando se hunden las pateras, tiene 53 diputados en el Parlamento español es, como mínimo, para pedir hora ante la Historia y el especialista.
El tiempo post-pandemia es un 'momentum' propicio para reconstruir España contra los de siempre: ahora, 'indepes', asimilados grotescamente a pequeños Hitlers con estelada
Pero bueno, todo ello era -es-, lamentablemente, bastante previsible. He ahí, a pesar de todo, la gran ventaja: que (para quien no se tape los ojos) el toro, aunque los hay traicioneros, suele venir, y embestir, de frente. Sea como sea, el independentismo catalán tendrá que decidir si fa pinya como en los castells, y es capaz de imaginar nuevas formas de concertar fuerzas ante el Minotauro o sigue desangrándose en sus peleas de nyerros i cadells cuando todo está a punto de volver a empezar pero nada volverá a ser como antes.