Cerrado el procés, y la asociación Junts-paguetes en el Govern, y en búsqueda de un nuevo sentido de todo, el objetivo compartido por casi todos los partidos indepes y no indepes catalanes es bien claro: se trata de encontrar el camino de vuelta de la independencia a Convergència. Así avanza a menudo la historia: como los cangrejos, dicho sea sin ánimo peyorativo. La cuestión es cómo transitar desde el procés, que no ha ido bien, a la reedición de la que, en resumidas cuentas, se ha revelado como la política y el relato más efectivos de la historia reciente de Catalunya, el de Convergència. Quizás continuaremos sin peix pero habremos recuperado el cove (el cesto), parecen querernos decir nuestros políticos secándose el sudor de la frente.
Es una excursión retrofuturista: con el fin de esquivar la fatiga del presente, confuso, antipático e incomprensible, se trata de encontrar el hilo yendo al futuro pero dando un rodeo por el pasado reciente, un poco como en la icónica cinta de los años 80 Regreso al futuro. Para decirlo muy claro: ¿qué dirigente o partido no se vendería el alma a Catalunya ahora mismo -y, más de lo que parece, en España- para volver a los viejos tiempo de Convergència? ¿Qué dirigente no querría ser ahora mismo lo que fueron Jordi Pujol o Artur Mas? Veámoslo.
Los hay que lo dicen con todas las letras: "Cada vez veo más claro que entre todos tenemos que atrevernos a impulsar una nueva Convergència", ha afirmado el presidente del PDeCAT, David Bonvehí, en una entrevista en La Vanguardia. Finalmente, parece que los pedecàtors, que diría Bernat Dedéu, se han dado cuenta de que Junts no era Convergència, porque en su seno convivían varias familias y corrientes, pero sin embargo -pequeño detalle- es el espacio con más antiguos convergentes, ahora claramente identificables, por lo menos, con el 42% de la militancia que votó a favor de la continuidad en el Gobierno de Aragonès. Bonvehí cree haber encontrado finalmente en la salida de Junts del Govern una ventana de oportunidad para revertir los fracasos de la exconsellera Chacón al frente de la lista del PDeCAT -cero diputados en el Parlament- y su abandono de lo que tenía que ser el nuevo proyecto amplio del catalanismo convergente auténtico, Centrem. El caso es que Junts, con el PDeCAT dentro, obtuvo 370 alcaldías en las últimas municipales -primera fuerza municipalista, como había sido CiU- y el PDeCAT retiene todavía un centenar. Habrá que ver si las municipales se convierten en un punto de reencuentro entre los unos y los otros, como parecía, o bien asistimos a la implosión total y definitiva del antiguo espacio municipal de CiU. Bonvehí acierta... y se equivoca con su opa neoconvergente a Junts dado que su planteamiento parece renunciar al 55% de la militancia, mayoritario, que optó por la opción menos convergente: salir del Govern.
Cerrado el procés, el objetivo compartido por casi todos los partidos indepes y no indepes, es bien claro: se trata de encontrar el camino de vuelta de la independencia en Convergència
Si Bonvehí quiere que vuelva Convergència, Oriol Junqueras quiere ser directamente Jordi Pujol, o, cuando menos, Artur Mas. Una vez Pere Aragonès ha configurado el Govern "del 80%" con la incorporación del ex-PSC Quim Nadal, el ex-CDC y PDeCAT Carles Campuzano y la ex-Podemos Gemma Ubasart, aunque sólo tiene 33 de los 135 diputados del Parlament y un 21% del electorado, Junqueras ha verbalizado su apuesta para hacer de ERC la "casa común" del independentismo. Como no podía ser de otra manera, la referencia es clara a la "Casa Gran del Catalanisme" con que Artur Mas quiso ampliar las fronteras de CDC. Pero Junqueras ha preferido usar la expresión "casa común", que tiene su origen en un proyecto del PSOE de Alfonso Guerra y Txiqui Benegas de principios de los años 90 y que sirvió para incorporar a los socialistas el PTE fundado por Santiago Carrillo, después de la ruptura entre el viejo dirigente comunista y su partido de siempre, el PCE.
El líder de ERC tiene, en todo caso, su propia versión de nueva Convergència, con acento republicano y de izquierdas y, eso sí, presupuestos de la Generalitat by Jaume Giró. Por una parte, porque ERC no tiene unos presupuestos mejores a ofrecer que los de un convergente de toda la vida como el exconseller de Economía de Junts; y, por la otra, porque un apoyo de Junts permitiría a ERC esquivar al fantasma del tripartito de toda la vida en forma de dependencia parlamentaria del PSC de Salvador Illa y los comunes de Jéssica Albiach. ERC juega al límite -la prórroga presupuestaria que evidenciaría su soledad en el Parlament- e igual que presiona a Junts para que los vote, con un punto de arrogancia, la expulsará a las tinieblas exteriores de la irresponsabilidad, la irrelevancia y el trumpismo desestabilizador si no lo hace. Por lo que respecta a Illa y los presupuestos, Junqueras hace como Pujol con el PSC de Raimon Obiols en la época de Felipe González: entenderse con el PSOE en Madrid y arrinconar a su sucursal aquí. Una táctica 100% convergente que dio muy buenos resultados en el pasado y que está por ver si los repetirá en el presente.
Atención porque Illa, a pesar de participar plenamente de la vocación convergente de la estabilidad y el pragmatismo, no quiere ser exactamente Pujol: quiere ser un nuevo Tarradellas para un nuevo tiempo. Y Aragonès tendría que ir con cuidado porque antes del pujoliano "Catalunya 6 milions" inspirador en parte de su eslogan de la "Catalunya sencera", hubo uno "Ja soc aquí" que fue el comienzo de todo. Quizás Carles Puigdemont, desde el exilio en Waterloo, ha acariciado en algún momento ese retorno de la historia que, si bien sigue pareciendo muy improbable, de alguna manera, alguien, -una lista cívica de la ANC con puigdemontistas i/o lauristas de Junts- podría recoger el testigo desde el independentismo. Como en 1980, cuando Jordi Pujol ganó a Joan Reventós contra pronóstico las primeras elecciones al Parlament restablecido, la próxima batalla será entre Convergència y el tarradellismo. Bien: entre las nuevas convergències y el tarradellismo, el de siempre.