La política no es una ciencia exacta, no porque no se pueda medir, sino porque depende y mucho de la doxa, que es la palabra que utilizaban los griegos antiguos, especialmente desde Platón, para designar lo que nosotros entendemos por opinión, y diferenciarla de la verdad estricta. Mientras la verdad se presenta como universal, incondicionada e inmutable, la opinión es parcial, dependiente y variable como el viento. Lo cual explica por qué a veces es tan fácil que las encuestas, el termómetro más científico al alcance de la política, fallen más que una escopeta de feria. Dicho esto, si ahora preguntaran al articulista qué piensa sobre cómo van los partidos catalanes, cuál sería su vaticinio electoral si mañana se celebraran elecciones al Parlament, de acuerdo con las opiniones y las percepciones que recoge y analiza, apuntaría a una consolidación / ampliación del apoyo al PSC de Salvador Illa, y a un crecimiento importante de Aliança Catalana. La subida de la formación islamófoba de Sílvia Orriols castigaría a Junts pero también a ERC, e, incluso, podría atraer electores de Vox, que es el partido español al que se parece más. Lo demuestra el hecho que, hace ocho días, miembros de AC y de la formación ultraderechista de Santiago Abascal, participaran en la fiesta de la noche electoral de Alternativa por Alemania (AfD). Un partido que no es formalmente neonazi —si se definiera como tal no se podría presentar a las elecciones, dado que la alemana es una democracia militante que veta el nazismo— pero está preñado de simpatizantes de Adolf Hitler, a título individual.
El PSC y AC van bien no tanto por lo que hacen aquí como por lo que pasa fuera. Así, el PSC de Illa podría configurarse como el partido refugio de la gente con miedo de lo que está pasando en el mundo mientras que AC lo sería de los que quieren caña al mono, es decir al moro, porque en la doctrina orriolista, ya se sabe que es el musulmán el culpable de todos los males de Occidente. El PSC y AC tienen claro que Catalunya tiene que pasar de aquello de "el mundo nos mira" que hizo fortuna durante el procés independentista a "mirar al mundo" más que nunca. Porque es el mundo, el latido del tablero europeo y global lo que ahora mismo condiciona la doxa, la opinión pública y publicada que formatea nuestra política del día a día. Eso quiere decir que la política catalana tendrá que estar muy pendiente del mundo a partir de ahora y que tendrá que modular sus posicionamientos y las decisiones de sus actores, los dirigentes y los partidos, en función de las correlaciones de fuerzas en el nuevo mundo que está surgiendo. Y que, seguramente, será en la intersección entre lo local y lo global donde se decidirá el éxito o el fracaso de las diversas ofertas políticas. Donde las encuestas se harán finalmente verdad o humo.
Identificar el independentismo catalán con la ola reaccionaria global, con la cual se alinea Aliança Catalana, es letal para el independentismo, el catalanismo y la democracia
En el mundo donde Trump y su corte de magnates tecnológicos imponen la ley del más fuerte, como se ha evidenciado con la brutal humillación en vivo y en directo de Zelenski en el Despacho Oval, algunos políticos catalanes, atentos, ya estaban posicionados. Lo estaba Salvador Illa, como Pedro Sánchez, siempre a punto de coger las oportunidades al vuelo, con los valores de la Ilustración luminosa y los líderes de la Europa libre. Y Orriols, como Vox, con la reacción ultra europea apadrinada por Vance y Musk, los de la Ilustración oscura. El resultado será también aquí una política más polarizada que nunca. Por su parte, Junts y ERC pueden reforzar el flanco de los demócratas liberales y socialdemócratas europeos desde su condición de partidos nacionales e independentistas catalanes.
AC, que también se reclama como un partido nacional e independentista catalán, se ha situado del lado del trumpismo y los ultras rampantes como Weidel, Meloni, Orbán, Wilders o Abascal. Identificar el independentismo catalán después del procés con la ola reaccionaria global, con la cual se alinea Aliança Catalana, es una perspectiva absolutamente letal para el independentismo, el catalanismo y la democracia. Y Junts y ERC, las fuerzas centrales del movimiento, tendrán que responder más pronto que tarde para que nadie se confunda o las encuestas, hoy por hoy, mera opinión, se harán (crudamente) realidad.
La mirada de la política catalana se tendrá que ajustar a las lentes globales, tanto en el nivel macro como en el nivel micro de las decisiones. Por ejemplo, ERC tendrá que calibrar hasta qué punto conviene que sea la diputada Najat Driouech, única parlamentaria que usa el velo islámico, quien dé respuesta a Sílvia Orriols en el Parlament, como sucedió el otro día, a riesgo de vigorizar todavía más el mensaje islamófobo de la alcaldesa de Ripoll. I Junts tendrá que meditar seriamente si la próxima vez sus votos tienen que servir para hacer o mantener a Orriols como alcaldesa o impedirlo, como Macron con Le Pen en Francia, Merz con Weidel en Alemania, y los conservadores, socialdemócratas y liberales austríacos con los ultras de la FPÖ. Efectivamente, estamos en un nuevo mundo, en el mundo salvaje de Trump, y convendría que el catalanismo, o la mayoría de él, se colocara en el lado correcto de la película. Quien se despiste, lo lamentará.