El 3 de septiembre de 2009 me reencontré con mi profe de catalán, Carles Móra i Tuixans, en la riera de Arenys (el Maresme). Maestro y discípulo nos abrazamos, un cuarto de siglo después. Móra, que ahora es alcalde de Tarrés, en Les Garrigues, entonces lo era de Arenys de Munt. Con otro compañero, nuestro insobornable profesor de catalán —no recuerdo haberle escuchado nunca una palabra en otra lengua—, se había montado ¡una consulta sobre la independencia de Catalunya!

Carles Móra era, y debe ser todavía, un hippy. Sí, un hippy. Seguramente un hijo del 68, pero nada doctrinario. Como mucho, después de la clase de catalán con los ejercicios del Ruaix, nos ponía Another brick in the wall de Pink Floyd o The day after, aquella película sobre el día siguiente de un desastre nuclear que nos hizo entender en qué mundo nos había tocado vivir. Móra nunca nos preguntó de dónde éramos, sino a donde íbamos, cosa que hoy, por desgracia —desdichadamente, diría él— no solo se pregunta, sino que directamente se señala: moro, inmigrante, chusma...

Carles Móra, un profesor de catalán en los Escolapis de Mataró de la época de los quinquis, y de la Guerra Fría, y de los inicios de la transición democrática española y catalana, fue quien puso la primera urna. En su pueblo. En la maresmense riera de Arenys, en el pueblo de Espriu, Sinera, uno de sus referentes. La primera urna en toda la historia de Catalunya donde se podía votar por la independencia (o no). La primera urna en la que el país —que al final quiere decir, la gente (leed 14 de julio, de Éric Vuillard, sobre quién tomó la Bastilla)— decidía sin miedo qué quería ser de mayor. El querer ser suele ser más importante, incluso, que el ser. En el ser no hay preguntas, no hay discusión, somos tal o tal cosa, ya sea que lo decidamos nosotros o lo diga alguien. Por eso cuesta tanto superar lo que (presuntamente) se es cuando no se está de acuerdo: eres español, o catalán, o de Sikkim...

Este sábado he vuelto a la riera de Arenys, donde la entidad 1 de Octubre ha celebrado una jornada por la independencia que ha querido evocar el denominado procés y plantear el y ahora qué del independentismo, es decir, hacia dónde va el movimiento. En 2009, el alcalde Móra, y toda la gente que tenía detrás, llenaron la riera de Arenys de urnas. Urnas que se llenaron a rebosar de votos. No faltaron, incluso, las amenazas de la ultraderecha española —gracias a Orriols, cuando hablamos de ultraderecha ahora la tenemos que adjetivar, para no confundirnos: ultraderecha española, austríaca, catalana… —. Tampoco faltaron en medio de aquella multitud, recuerdo, reconocidos periodistas capitalinos que observaban aquel ejercicio de democracia, votar en la riera, como un antropólogo de la Royal Society estudiando un rito ancestral de unos nativos de Botswana. Al día siguiente, en la portada, el diario de referencia, fundado en 1881, trató el acontecimiento con el grado de decoro esperado; y, sin embargo, atención, con un punto de alerta: "El civismo gana en Arenys". Ojo.

No habrá independencia sin una nueva entente entre Junts y ERC; y con la gente, hoy ausente, cabreada, pero no dimitida del futuro del país

Este sábado he subido a Arenys, a Arenys de Mar. No me he vuelto a encontrar con Carles Móra. Todo ha cambiado mucho. Unos centenares de independentistas, de buena gente indepe, quizás algún millar, han participado en los actos organizados para celebrar la consulta de Arenys de Munt (2009), la del 9-N del 2014 y el referéndum del 1 de octubre del 2017. Los oradores han llamado a recuperar las instituciones para el independentismo y rehacer el consenso entre los partidos. En el escenario, homenaje musical a Estellés. La verdad es que impresiona ver juntos a Artur Mas y Oriol Junqueras en las fotografías de la exposición. Y la querida Muriel Casals y Carme Forcadell. Adelante, siempre adelante. Los tiempos de Junts pel Sí. No habrá independencia sin una nueva entente entre Junts y ERC; y por descontado, con la gente hoy ausente, cabreada, pero no dimitida del futuro del país. De eso también van los congresos que celebrarán los partidos de Puigdemont y Junqueras. He ahí el reto. Pero no lo harán sin la gente. Los cónclaves de los partidos independentistas que tanto preocupan a Pedro Sánchez servirán de poco sin un nuevo compromiso de los líderes con el independentismo de calle que este año no llenó la riera de Arenys. Quizás porque el independentismo está, pero no cotiza en el mercado de futuros.

En la antigua fábrica del Calisay, al lado de una impresionante exposición de fotografías del procés, estaban expuestas las tres urnas de los tres momentos históricos. Tres hitos de la democracia popular (¿se puede concebir una democracia que no sea de la gente?). Incluso, si estás en contra o eres un unionista jurado y declarado, lo tendrías que reconocer. Ahora bien. Tres urnas que se pueden convertir en pieza de museo o hacer sitio para la cuarta urna, maestro. El independentismo decide si se vuelve a poner a ello o lo deja correr, como el agua de la riera.