De los productores de la frase "Barcelona está en decadencia", llega la nueva producción "Barcelona está triste". En general, quien suelta toda esta retahíla de banalidades son gente que vive muy lejos de Barcelona, en otras partes de la España radial o en el meollo, en la yema del huevo, allí donde se decide todo y donde se fabrica el pan para que los espabilados extraigan su proteína o se forren las paredes con 20 millones de euros. Y mientras escribo este artículo, busco información sobre las propiedades de los huevos, y me entero de que la yema del huevo es alta en nutrientes esenciales, promueve la salud cerebral, ayuda a la salud cardiovascular, también a la salud ocular, a la salud ósea y facilita la absorción de los nutrientes. De los siete beneficios de la yema, el último, el de la absorción de los nutrientes, es un fenómeno altamente madrileño, considerando que Madrid es España.
De los productores de "Barcelona está triste", no puede esperarse gran cosa, y no vale la pena intentar cambiarles los argumentos que acompañan un eslogan extraído, muchas veces, de los diarios generalistas fabricados lejos de Catalunya, o de las televisiones que están al servicio de una capital que siempre ha soñado ser como París, aunque los Borbones castellanos apesten igual a caspa que los personajes que pululan por la película La escopeta nacional. No me extrañaría de que el Emérito también coleccionara pelos de chocho.
Y no entiendo por qué en Madrid tienen una cadena autonómica, cuando todos los medios se dedican exclusivamente a contar la vida y los milagros de la capital, con toda la retahíla de chupópteros cortesanos —catalanes agradecidos incluidos— intentando pillar parte del pastel. Y cuando hablan de cuestiones que han pasado lejos de la yema, lo hacen para mostrar prostitución, violencia, manteros y desgracias que invitan a abandonar la poco nutritiva clara del huevo. Después de "Valencia somos todos", vendrá una gran dosis de madrileñismo del bueno, ese de "La comarca nos visita", otro programa de televisión histórico y digno de ser recuperado; si puede ser, presentado por un catalán de los buenos, don Risto Mejide.
Estos productores de "Barcelona está triste", versión más condescendiente que la famosa "Barcelona está en decadencia", siempre utilizan una frase preliminar que anuncia la extremaunción: "yo, cuando era joven e iba a Barcelona...". La utilización de este tiempo verbal es la advertencia de un mal desenlace. Y para demostrar científicamente su eslogan, siempre utilizan el estilo de José María García: "cómo voy a ser anticatalán, si mi mujer se llama Montserrat". Por lo que se ve, esa Barcelona de finales del siglo XX les ponía cachondos, y llegaban a ella deseosos de dejarse llevarse por los vientos de la modernidad y abrir los poros de sus pieles, como Hemingway en París. Barcelona era una fiesta de cosmopolitismo que murió, mirad qué coincidencia, cuando Maragall apareció con el nuevo Estatut bajo el brazo y el procés nos convirtió, de repente, en provincianos. El problema, quizás, era suyo, que eran tan paletos que nos veían todas las gracias.
Barcelona era una fiesta de cosmopolitismo que murió —qué coincidencia— cuando Maragall apareció con el nuevo Estatut bajo el brazo y el procés nos convirtió, de repente, en provincianos
Si a estos productores les preguntas qué conocen de Barcelona para llegar a una conclusión tan tajante, te dicen que es evidente, que lo ven cuando van ahí. Y si les preguntas qué conocen de la vida cultural barcelonesa, te miran como quien mira a un muerto de inanición. Y cuando les preguntas: ¿no será que, para vosotros, la oferta cultural en catalán no es oferta por culpa de una lengua que consideráis inútil e irrelevante? Te contestan con uno "no" condescendiente, como el padre casado con una Montserrat que observa a sus hijos hablando catalán como a unos traviesos hijos de su madre.
Estos productores son reales y trabajan, ellas, en el sector del vino. Las conocí en Hamburgo, ciudad de la que volví ayer, y donde compartimos mantel y una conversación interesante en la que tuve que morderme la lengua para respetar los intereses profesionales de mi pareja. Pero me parece de una pestilente estulticia que puedan soltar estos eslóganes provocadores esperando que el interlocutor sea lo suficientemente educado como para no mandarlas a la mierda. Cuanto más hablaban, más se les notaba la piel de toro. Y, cómo no, surgió la monarquía y el rey Felipe VI como garante de la España moderna. "A mí me encanta el rey", dijo una de ellas, añadiendo —que no sea dicho— "el actual". No le pregunté qué le pareció el discurso monárquico del 3 de octubre de 2017 porque no hacía falta. "Unidos se hace la fuerza", me repitió unas cuantas veces, un eslogan de cuñadismo femenino emborrachado de españolismo rancio.
Una de las burradas que tuve que escuchar de la otra cuñada femenina fue que Málaga le había ganado la partida a Barcelona. Le hice repetir la frase, pensando que no lo había oído bien. Pero sí, se ve que Málaga ya es una ciudad mucho más importante que Barcelona gracias a un cosmopolitismo no sometido a un independentismo que nos ha convertido en hobbits culturales. Y cuando me lo dijo con una expresión de jura de bandera, "juráis o prometéis por vuestra conciencia y honor guardar la Constitución como norma fundamental del Estado, cono lealtad al Rey y, si preciso fuera, entregar vuestra vida en defensa de España?", pensé en las máximas representantes del cosmopolitismo malagueño, Terelu Campos y Carmen Borrego, y casi me meo encima.
De estos productores o productoras de "Barcelona está triste", no hay que esperar ninguna alegría, porque ya vienen con el discurso preparado de casa. Si en Barcelona vivieran más monárquicos que en la Zarzuela y el catalán fuera todavía más residual que ahora; si en Barcelona todas las obras teatrales fueran en castellano y todos lleváramos la bandera de España en una pulserita; tampoco desaparecerían los eslóganes castradores. El secreto del asunto está en la yema y que, como español cosmopolita, le ayudemos a absorber todos los nutrientes posibles porque "unidos se hace la fuerza".