Tengo ganas de contar, después de denunciar durante muchas semanas conductas machistas, que tengo a mi lado a un hombre maravillosamente trabajado interiormente. Me ha inspirado, también, ver por redes el discurso de Javier Bardem. Muy distinto, por cierto, al de Thor a la Pataky, donde daba las gracias a su mujer por haber dado un paso atrás, lo que también es totalmente lícito mientras ambos, como es el caso, estén de acuerdo. Lo que no sé, sin embargo, es si se ha hecho sin reproches.
Pero primero debo confesarte algo que siempre me ha encantado hacer: mirar los buenos discursos de agradecimiento cuando la gente gana los Óscar o un premio extraordinario. Me emocionan, me ayudan a soñar y me dan energía para continuar mi trabajo con ilusión, aunque no quiera ser actriz. En estos discursos, las mujeres siempre dan las gracias a su familia, mientras que los hombres, históricamente, hablan más de su equipo que de las cosas del corazón. No obstante, hay excepciones. Mi amor platónico, Roberto Benigni, que en cada película declara su amor por su mujer, Nicoletta Braschi. Todos lo recordamos saltando por las butacas en la gala de los Óscar, pero el mejor speech lo dio cuando recibió el León de Oro. Dijo que no se lo puede dedicar a su mujer (con palabras siempre de Dante) porque su premio es SUYO. "Solo conozco una manera de medir el tiempo contigo y sin ti". "Gracias a tu luz, lo he hecho todo en mi vida". Al ver hace tres años este discurso, decidí que yo quería un amor así, que yo me merecía que me amaran de esta forma, porque era de la forma como me gustaba amar. Pensé que este amor, con una intensidad madurada, solo existía como ficción en las películas. Hasta que encontré a alguien que era capaz de enamorarse como si nunca lo hubieran herido. Un hombre con un corazón totalmente roto por la muerte de su hijo pequeño que ha tenido el coraje de renacer. Detrás de su afable sonrisa hay un esfuerzo titánico de amor. Un amigo detallista, un conversador ágil, un hombre de un abrazo profundo y de una inteligencia emocional increíble.
Las mujeres siempre dan las gracias a su familia, mientras que los hombres, históricamente, hablan más de su equipo que de las cosas del corazón
Cuando la gente me pregunta si estoy con él por intelectual, tengo muchas ganas de responderles que estoy con él porque es el mejor amante que he tenido. Porque es un hombre corresponsable que tiene ganas de que la mujer que está a su lado brille de felicidad. Porque me regala su compañía sin mirar al reloj. Porque me emociona cómo trata a mis hijos y ellos se emocionan por cómo me trata a mí. Un querer que no hiere y que da paz. Un hombre educado con un padre al que le encantaba, entre otras cosas, cocinar, y con una madre profesora universitaria. Porque no se trata de proteger a nuestras hijas, sino de educar a nuestros hijos. Alguien que acepta tu pasado con la complicidad de una amistad de veinte años. Y dejadme hacer promo (porque él nunca lo haría): este sábado entrevistan a Daniel Vázquez Sallés en "Col·lapse" de 3Cat hablando de El Príncipe y la muerte. No tiene ni redes sociales y está con una influencer. Es exalcohólico y yo sumiller. Y es que se puede luchar contra todo, menos contra el desamor. El mayor regalo que me ha hecho es ver con otros ojos la realidad a través de su mirada. Donde yo me quejaba porque era como una madre soltera con dos niños intensos, veo solo la suerte de tenerlos vivos y a unos centímetros de una caricia.
Adoro escuchar la voz de Bardem mirando a Penélope. Puede ser buen actor, pero sus palabras son sentidas. Igual que Meryl Streep al equivocarse (o no) y llamar presidenta sin querer a Kamala, cuando todavía no se han celebrado las elecciones. O mejor todavía, el discurso que ha dado en la ONU gritando que un pájaro tiene más derechos que una mujer en Kabul, pues al menos puede cantar en público. Bardem le dedicó el premio Donosti a la madre de sus hijos y no es la primera vez. Lo hace con la sinceridad y la seguridad de una vida compartida.
Otro de los discursos de los Óscar que más me ha gustado ha sido el de Nicole Kidman por su interpretación de Virginia Woolf, que decía "llevo toda la vida intentando que mi madre se sienta orgullosa de mí" y se le rompía la voz. Precisamente, este mes no ha podido recoger su último premio en Venecia al saber que su madre acababa de morir. "Durante la mayor parte de la historia, Anónimo era una mujer" decía el flujo de conciencia Woolfeniano.