En 1986 Denys Arcand dirigió El declive del imperio americano, una película mediocre, pero premonitoria, de la que también filmó la continuación dieciocho años después bajo el título de Las invasiones bárbaras. La decadencia personal descrita en cada uno de los protagonistas de la primera construye auténticos arquetipos de ese declive, y el derrumbe social de la segunda (sobre todo el retrato sobre los sindicatos) avanzaba una realidad que hoy nos es contemporánea.

Trump puede ser el símbolo definitivo de ese hundimiento anunciado por Arcand, a pesar de que, entre gestos histriónicos, medidas controvertidas y el apoyo popular, intente disimular la tendencia imparable: el mundo gravita de nuevo hacia Oriente. Cuanto menos puede decirse que Trump lo intenta, a diferencia de esta Europa que, apoyada en la idea de un Estado social mal entendido, camina hacia su autodestrucción.

Trump puede ser el símbolo definitivo de ese hundimiento anunciado por Arcand

Las palabras de Trump en su discurso de toma de posesión son un buen ejemplo de cuanto se va a alejar lo dicho de lo realizable. Algo parecido le sucedió a Nicolas Sarkozy con sus promesas, tanto en el discurso de toma de posesión como en el que pronunció en Bercy poco antes y que le catapultó definitivamente a la más alta magistratura francesa. Entonces prometió traer la moral a la política. Diecisiete años después, Sarkozy está a nada de entrar en prisión por corrupción y financiación ilegal, y Francia, en pocas palabras, a un paso de las invasiones bárbaras.

Trump está casado con una extranjera nacionalizada por “méritos artísticos” que fue, en 2018, el aval para que sus padres, también eslovenos y con residencia permanente en Francia desde 2008, fueran nacionalizados diez años después, una posibilidad que está dentro de la legalidad estadounidense que Trump quiere limitar. ¿Y podrá? EUA es el país de acogida por antonomasia y, a pesar de que las personas llegadas irregularmente pueden encontrarse en esa situación sine die, a todo el mundo le interesa que se queden, pues cuestan poco y aportan mucho con sus trabajos de bajo coste en destinos que los nacionales ya no quieren. Si a eso le añadimos la dificultad y el coste económico de repatriar de manera masiva, se puede augurar que no será esto una realidad, como sí lo será otra más fácil y olvidable, el indulto a los participantes del asalto al Capitolio.

Y luego están los aranceles que quiere imponer a las importaciones, probablemente la medida más escandalosa y difícil. EUA no solo importa, también exporta, y, en el toma y daca entre países para proteger sus productos, EUA no puede ganar, teniendo en cuenta que China es ya la fábrica del mundo.

Ahora bien, en el terreno simbólico, como en las guerras, se resumen los liderazgos modernos carentes de real fuerza individual. ¿Puede prescindir de las múltiples bases militares que tiene en Europa, por poner un ejemplo en defensa? Se dice ungido por Dios para su misión, y sin duda algunas de sus posiciones entroncan con lo sagrado mucho mejor que la cultura woke del presente. Pero recordemos cómo acabaron las Cruzadas, y sobre todo, en qué situación lamentable se encuentra hoy Oriente Medio. Estaría bien que él y otros tantos dejasen de usar el nombre de Dios en vano.