Nuestro país, Catalunya, es más de pacotilla que nunca. Poco a poco, día a día, vamos dejando que tumben instituciones, aparten del primer plano a las personas que pueden ejercer liderazgos, dejamos que nos desmenucen el idioma y la cultura y nos vayamos mintiendo sobre pasados recientes y presentes inciertos... y poca gente parece dispuesta a pensar, programar, comprometerse, trabajar y construir un futuro que no dé tanta vergüenza. ¿Han contado cuántos presidentes de la Generalitat (primera autoridad de Catalunya) hemos perdido por exilio o inhabilitación inmerecida? ¿Se dan cuenta de que ahora no tenemos ni tan solo presidenta del Parlamento, segunda autoridad de Catalunya, por un exceso de celo, o de partidismo, o de cobardía? Y comparto la revuelta de Aurora Madaula, secretaria segunda de la mesa, y de la presidenta Laura Borràs. La decepción y desolación es todavía mayor por el afecto que me inspiraban Rubén Wagensberg, Alba Vergés, Carles Riera y Assumpta Escarp. Me duele mucho la decisión de la mesa, pero me duelen mucho más sus consecuencias —irreparables— cuando coincidían, además con el reconocimiento del juez del caso Volkhov, que no hay indicios sólidos contra el jefe de la oficina del president Puigdemont, Josep Lluís Alay. ¿Quién puede compensar las mentiras que estropean las vidas de las buenas personas? ¿Quién lo podrá hacer con la inhabilitación del president Quim Torra o la presidenta del Parlamento Laura Borràs? ¿Pero, además, quién nos podrá compensar a todas por la vergüenza y la pesadilla de las complicidades inmerecidas?
Me parece increíble que todo eso pase cuando Roger Español hacía saber que el informe de los Mossos confirma que los tres tiros de balas de goma que le vaciaron un ojo iban dirigidos contra él en el dispositivo policial del "a por ellos" y confirma también los tiros disparados contra las personas que lo ayudaron una vez herido. Pero tiene mucha más resonancia y aceptación hacer grandes aspavientos sobre si una periodista ha sido regañada a gritos. Nadie merece ser regañado a gritos, pero esta noticia tenía bonus: si había suerte, y de paso, se podía llegar a quemar alguien más en la hoguera.
Pero tiene mucha más resonancia y aceptación hacer grandes aspavientos sobre si una periodista ha sido regañada. Nadie merece ser regañado a gritos, pero esta noticia tenía bonus: si había suerte, y de paso, se podía llegar a quemar alguien más en la hoguera
Por suerte para los remilgados, el trabajo destructor tampoco es tanto. No hace falta deconstruir las estructuras de estado porque como ya todo el mundo sabe, nunca se construyeron. Y tampoco hay horas y horas a emplear en la exigencia formal de responsabilidades porque nadie parece quererla averiguar. El análisis esmerado y fino de los nervios, complicidades y compañerismo de un gran día de empoderamiento y libertad dejaría demasiado al descubierto el armatoste de indignidad y de mentiras bajo las cuales se quiere enterrar uno primero de octubre de catalanismo empoderado hasta la independencia.
¿Y mientras tanto?
Mientras tanto el actual presidente no parece perder ni el sueño ni la calma si nuestro país pequeño se empequeñece y se va deshaciendo a pedazos. En la demolición actúan aquellas herramientas del amo que no sirven nunca para desmontar la casa del amo, pero son de temer por su eficacia al irnos deconstruyendo como sociedad y como pueblo. Los momentos en que estuvimos y nos comportamos como nación empoderada son condenados formalmente al ostracismo mediático y algunos de los que pretenden ser los ideólogos de la hegemonía estropeada hacen pasar, como cualquier trilero de las ramblas, urracas por perdices... y derrotas por victorias.
Ante la confusión que sufrimos podríamos pedir con el poeta Pere Quart: "un xic de seny, i un poc de temps, i un xic de món… i un poc de sort"… y la dignidad de no recoger las migas en la mesa de los verdugos.