Deportar tiene una acepción en el diccionario que consiste en "distraerse", en "transportarse en espíritu". Ciertamente no es la que tiene en la cabeza la nueva administración norteamericana, que ve en la acción de la deportación masiva de inmigrantes un hito. El papa Francisco se ha desmarcado de las ya anunciadas políticas de deportación masiva y se muestra preocupado por la falta de respeto a la dignidad humana, pidiendo un trato compasivo y justo con los inmigrantes. Los valores cristianos de caridad, solidaridad y hermandad (palabra que parece kumbayá y en desuso) parece que han desaparecido de América, que sigue estampando todavía sus dólares diciendo "Creemos Dios" (In God we Trust). Quizás cuando la digitalización los sustituya también se ahorrarán esta frase. Por ahora, ni hospitales ni escuelas ni iglesias ni universidades se salvan del riesgo-amenaza de "la mayor operación de deportación en la historia americana", en palabras presidenciales. La medida podría afectar a 11 millones de presuntos inmigrantes sin papeles en Estados Unidos. Los líderes religiosos se han unido para protestar. El 80% de las personas que corren riesgo de deportación son cristianos, sobre todo católicos (61%). El resto son evangélicos (13%) y un 7% pertenecen a otras denominaciones cristianas.
Lejos queda la ilusión de un futuro inclusivo americano
El Departamento de Servicios para Migrantes y Refugiados de la Conferencia de los Obispos Católicos de Estados Unidos (USCCB), en colaboración con la Asociación Nacional de Evangélicos, World Relief y el Centro para el Estudio del Cristianismo Global en el Seminario Teológico Gordon-Conwell, ha publicado un informe titulado "Una parte del cuerpo: El impacto potencial de las deportaciones en las familias cristianas americanas". En veinte páginas desgranan las implicaciones que las deportaciones masivas podrían tener en las familias y congregaciones cristianas de todo Estados Unidos si se llevaran a cabo de la manera que algunos legisladores han propuesto.
El informe subraya que aproximadamente 1 de cada 12 cristianos en Estados Unidos —y 1 de cada 5 católicos, específicamente— se enfrenta al riesgo de deportación o vive en un hogar con alguien que lo hace. El obispo de El Paso Mark J. Seitz, presidente del Comité de Migración de la Conferencia de Obispos Católicos y delegado de las organizaciones colaboradoras, ha dicho que "cada vez que una parte de la Iglesia sufre, toda la Iglesia está llamada a sufrir a su lado".
Más de 10 millones de inmigrantes cristianos en Estados Unidos son vulnerables a la deportación, incluidos los que tienen protecciones temporales que podrían ser retiradas. Casi 7 millones de cristianos que son ciudadanos de EE.UU. viven en hogares con alguien en riesgo de deportación. El informe pide a todos los cristianos que reconozcan y respondan a las consecuencias humanas de los esfuerzos de deportación sin restricciones y que adopten un enfoque reflexivo y compasivo de la política de inmigración que promueva la justicia, a la vez que proteja la dignidad otorgada por Dios de cada persona y la santidad de las familias. Estos días llegan mensajes preocupados de personas que tienen miedo a ser expulsadas de su universidad, hospital, escuela o lugar de trabajo, o a que alguien de su familia desaparezca. Lejos queda la ilusión de un futuro inclusivo americano. Los líderes religiosos recuerdan que el miedo se ha instalado, y costará recuperar la confianza cuando tienes una puerta que te amenaza.