El 3 de julio de 1971, hace 51 años, nació en Townsville, Queensland —Australia— Julian Assange. Sus primeros años de vida transcurrieron viajando de un lugar para otro, allí donde su madre y la pareja de esta, producían obras de teatro. Un ritmo vital que supuso para Julián tener que formarse principalmente en casa, saltando de escuela en escuela (estudió en más de 30 centros distintos). Para Julián era algo normal aquello de investigar, formarse entre los libros y aprender de forma autodidacta. Quizás por eso cuando su madre le regaló su primer ordenador, con 16 años, tuvo gran interés y facilidad al aprender programación y descubrir "los entresijos" de los sistemas informáticos. Con 20 años ya acumuló más de 30 denuncias por piratería, siendo posiblemente su incursión en el sistema del terminal principal de Nortel su hackeo más serio. Aquello quedó en una multa por daños y perjuicios, un "toque de atención" que le avisaría de los límites que debería poner a su gran capacidad para sortear las barreras de seguridad informática. Estudió Matemáticas en la Universidad de Melbourne, y no llegó a licenciarse: para Julián supuso un conflicto ético, según él mismo explicó, el hecho de que sus compañeros de carrera trabajasen como becarios en proyectos militares.
Assange siempre tuvo firmes convicciones antimilitaristas, pacifistas y unos pilares basados en la ética que le hacían pronunciarse y no pasar fácilmente inadvertido. Sería en 2006 cuando fundó junto a otros colegas el proyecto de WikiLeaks, una especie de enciclopedia online destinada a recoger y publicar información confidencial a nivel internacional. La aparición de WikiLeaks hizo saltar por los aires información muy sensible, especialmente de la administración norteamericana, donde quedaban al descubierto detalles muy comprometidos del centro de detención de Guantánamo, por ejemplo, así como correos electrónicos privados de la entonces vicepresidenta Sarah Palin, o miembros del Partido Nacional Británico, documentos de la Iglesia de la Cienciología o de la Unidad de Investigación climática de la Universidad de East Anglia. Más de medio millón de documentos habían sido publicados en WikiLeaks en 2010, especialmente sobre las guerras de Estados Unidos en Irak y en Afganistán. Imágenes de torturas y asesinatos deliberados contra civiles por parte de soldados norteamericanos fueron filtradas al mundo. Un paso valiente que le hizo ser portada de la revista Time ese año. Una información que, según el propio Barack Obama, presidente de los Estados Unidos en ese momento, suponían una amenaza para la seguridad nacional del país. No fue obstáculo para seguir publicando información sensible. Salieron a la luz 250.000 cables de documentación diplomática estadounidense que mostraban las relaciones con terceros países. Las reacciones de aquellos no tardaron en llegar y las acusaciones de terrorismo contra Assange comenzaron a proliferar entre políticos y hombres de negocios.
Para Julián este tipo de "amenazas" no suponían un obstáculo para frenarlo en su objetivo: a comienzos de 2011 WikiLeaks comenzó a publicar información sobre grandes corporaciones que estaban vendiendo a distintos gobiernos sistemas de espionaje para controlar a sus ciudadanos a través de sus teléfonos móviles, correos electrónicos y redes sociales. La "maquinaria" se activó contra Julián y fue entonces cuando fue denunciado por un supuesto delito de abuso sexual en Suecia.
En noviembre de 2010, Assange viajó a Suecia, interesado por su legislación en protección para informantes y denunciantes de corrupción, con la idea de establecer allí una base de WikiLeaks. Durante su estancia participó en una conferencia y tuvo encuentros íntimos con dos mujeres que más tarde le acusaron de abusos sexuales y violación. Se emitió una euroorden para que compareciera ante los tribunales y se entregó voluntariamente a la policía en Londres. Las vistas judiciales sobre la extradición a Suecia comenzaron en 2011 y terminaron en 2012, momento en que se refugió en la embajada de Ecuador solicitando amparo, alegando que su entrega a Suecia encubría en realidad la vía directa para ser enviado a Estados Unidos, donde se le acusaba de haber vulnerado leyes sobre seguridad del Estado.
La moraleja de esta historia es, lamentablemente, que hacer lo correcto te puede costar la vida y tu libertad. Es sorprendente que esto ocurra en países tan libres y democráticos como para dar lecciones al mundo sobre la materia.
En 2013 fundó un partido político para concurrir a las elecciones al Senado de Australia: el WikiLeaks party, pero los resultados electorales no le respaldaron y no obtuvo ni siquiera un escaño.
Los cargos por los que se le investigaba en Suecia terminaron siendo archivados, desestimando las investigaciones y cerrando el caso en 2017. Assange permaneció en la embajada de Ecuador hasta abril de 2019, momento en que la policía británica le detuvo por haber incumplido con su fianza. Fueron siete años los que permaneció en el interior del edificio. La justicia británica lo condenó a 50 semanas de prisión (prácticamente un año) por haber quebrantado la fianza establecida. Suecia reabrió las investigaciones por las acusaciones de abuso y violación. Uno de los casos decayó a los pocos meses por falta de pruebas. Ingresó en la prisión de máxima seguridad en Blemarsh, donde ha permanecido desde entonces.
Estados Unidos ha pedido al Reino Unido que Julián sea extraditado para juzgarle por 18 delitos que contemplan delitos como el de espionaje e intrusión informática, entre otros, por los que se piden 175 años de prisión. El periplo en la justicia británica ha concluido esta semana con el posicionamiento del ministerio del Interior, que ha dado luz verde a la entrega a EE. UU. de Assange. Una decisión que será recurrida en los próximos días y que ha contado con un enorme rechazo desde distintos organismos y organizaciones de defensa de Derechos Humanos y libertades Civiles.
La secretaria general de Amnistía Internacional, Agnés Callamard, publicó una nota de prensa donde lamentaba la decisión tomada por la ministra del Interior de Reino Unido, Pitri Patel, subrayando que "permitir la extradición colocaría a Assange ante un gran riesgo, enviando además un mensaje escalofriante a los periodistas de todo el mundo". La propia comisaria de Derechos Humanos del Consejo de Europa, Duja Mijatovic pidió previamente a Priti Patel que no firmase a favor de la extradición de Assange (https://rm.coe.int/letter-to-priti-patel-secretary-of-state-for-the-home-department-of-th/1680a67bc0). Advirtió que la acusación de Estados Unidos contra Julián levanta dudas sobre la protección de quienes publican información clasificada en aras del interés público, incluso la información que expone violaciones de los Derechos Humanos. Añadió que el hecho de permitir la extradición de Assange de esta manera "causaría un efecto negativo en la libertad de los medios de comunicación y podría, en última instancia, obstaculizar el desempeño de la labor de la prensa como proveedor de información y vigilante público de las sociedades democráticas". Como era de esperar, Patel tomó la decisión en sentido contrario a lo que le solicitaba la comisaria de Derechos Humanos del Consejo de Europa, pues evidentemente el Reino Unido se ha lanzado a los brazos de EE. UU. y todo lo que venga de Europa parece una propuesta para actuar en sentido inverso.
Desde el Consell per la República, Carles Puigdemont ha considerado como "una página negra para la historia" el día en que el Ministerio del Interior de Reino Unido ha dado luz verde a la extradición de Julián. Además, Puigdemont le considera una persona que "ha luchado por la libertad, la paz y contra los crímenes de guerra".
A la vista está que la vida de una persona que destapa aberraciones que deben ser conocidas por el mundo, puede volverse una pesadilla. Haber destapado aquello que Estados Unidos no querría que se conociera, lejos de suponer una disculpa sin ambages, ha supuesto el ataque al mensajero, dejando en evidencia que, precisamente, una democracia que va dando lecciones al mundo, en primer lugar no se comporta como WikiLeaks destapó, y en segundo lugar, no reacciona de este modo.
La pregunta que inevitablemente le surge a cualquier persona es: ante un caso de corrupción, una injusticia y una aberración, se supone que lo honesto es denunciarlo, sacarlo a la luz, ¿pero de verdad es esta la decisión más inteligente? A juzgar por lo que ha vivido el teniente Luis Segura, o la denunciante de corrupción Ana Garrido Ramos, entre otros, las personas honestas y valientes que hacen lo que se supone que se debe hacer, se quedan solas, sin trabajo, y viviendo un auténtico calvario. El caso de Assange vuelve a demostrar que todos podríamos encontrarnos en su situación. A cualquiera le puede pasar, que por circunstancias de la vida, tenga acceso a información delicada, que de pronto algo estalle en sus manos. Un periodista precisamente tiene la obligación de buscar este tipo de información tan necesaria para poder garantizar el derecho a la información de la sociedad. Ese que está consagrado en la Constitución. ¿Es realmente posible?
La moraleja de esta historia es, lamentablemente, que hacer lo correcto —denunciar— te puede costar la vida y tu libertad. Es sorprendente que esto ocurra en países tan libres y democráticos como para dar lecciones al mundo sobre la materia. Y como todo esto es tan descarado y lamentable, se sirven de tretas como acusaciones falsas para destrozar a una persona que, sencillamente, lo único que hizo fue informar al mundo de algo que todos debíamos saber.