Los focos están sobre los republicanos. Y no son pocos los entusiastas que se regocijan en ello. Pero no es solo ERC quien ha sufrido una fuerte bajada electoral, perdiendo más de un tercio de sus electos en el Parlament, inmerso en un ciclo a la baja. La CUP ha perdido más de la mitad. Y los Comuns, una cuarta parte. La apuesta de los Comuns de enrocarse y provocar la caída del gobierno Aragonès, no solo no les ha proporcionado ningún tipo de rédito, sino que todavía dificulta más un tripartito que, hoy por hoy, parece una entelequia. El frenesí para hacer presidente Salvador Illa, sin líneas rojas de ningún tipo, contrasta con la determinación por hacer caer el gobierno de ERC. Llueve sobre mojado después de los pactos de Comuns con la derecha españolista en Barcelona (Ciudadanos primero y el PP después) sin ningún tipo de pudor. En ambos casos, era un pacto con los republicanos como damnificados. En particular, en 2021, cuando los Comuns participaron y se beneficiaron de un cordón sanitario contra Maragall. Olvidar, como si nada, que fue así sería temerario.

Paradójicamente, nunca se habían desplegado tantas políticas con un acento a la izquierda. Y, en cambio, el resultado electoral ha dejado tocadas las fuerzas a la izquierda del PSC, mientras —por el contrario— ha relanzado al PP, aunque VOX ha resistido. Además de Alianza Catalana. Los tres, PP-VOX-AC, compartiendo discurso, con pocos matices y en paralelo, con respecto a la inmigración y a la delincuencia. Las urnas los han premiado mientras castigaban al conjunto de las izquierdas. Alguna reflexión merecería. Como la cuestión concreta del Hard Rock, si finalmente lo que sucede es que Comuns pierde, acto seguido, toda su representación en Tarragona. Más que premiar la oposición al Hard Rock, el electorado la habría castigado. O en el mejor de los casos, ha sido un tema que no ha interesado a las mayorías políticas y sociales.

Toda contribución a superar un impás permanente que no permite avanzar es más necesaria que nunca en una coyuntura en qué las sombras se ha hecho tan densas que avistar la luz es ahora una quimera

Es un dato objetivamente muy obvio. Y que tendría que invitar a reflexionar. El conjunto de las fuerzas a la izquierda del PSC, partido que se mueve en un eje socioeconómico próximo a Junts, suman ahora 30 diputados al Parlament, 30 de 135. Es decir, menos de una cuarta parte del hemiciclo. ¿Dónde han ido el grueso de los votos que han perdido? Básicamente al PSC y a Junts. O a la abstención. Pero con una diferencia significativa. Y es que Junts, con el legitimismo por bandera, únicamente ha sacado un punto y medio porcentual más que en 2021. Por el contrario, el PSC ha mejorado cinco puntos su resultado. De hecho, el PSC, con el resultado de 2021, también habría ganado a Junts, que ahora no ha hecho más que igualar el porcentaje de votos de ERC en el 2021: un 21% de los votos. Un balance migrado, pues, que remata la pérdida de la mayoría absoluta del independentismo y las consecuencias que ello tiene. Puigdemont solo podría ser investido con el apoyo del PSOE. Y que la restitución dependa del PSOE —que ya ha dicho que ni hablar— lo dice todo del carácter que tomaría esta.

¿Seguir fabulando instalados en una retórica de política-ficción entre incendiaria y épica, qué ha aportado? Generar constantemente expectativas por encima de las posibilidades solo lleva al desencanto. Y eso, son olvidar que la campaña juntaire ha aparcado el verbo más fantasioso. Tal vez esperando recuperar aquellos 70.000 votos que hizo el PDCAT en 2021, acompañados del apoyo explícito del presidente Pujol. Y, aún y así, insistimos, la propuesta legitimista, centrada en la restitución de Puigdemont, ha conseguido el mismo resultado que ERC en 2021. Que ERC se haya llevado un batacazo puede ser motivo de enorme satisfacción. Pero es un consuelo, en realidad, envenenado. Porque precisamente, como un pez que se muerde la cola, ahora Puigdemont no tiene ningún margen realista ni siquiera para ser investido y ya no digamos para desplegar ningún tipo de propuesta rupturista.

Y precisamente por eso se reveló tan honesto el ahora empresario David Madí, en los micrófonos de Catalunya Radio con Ricard Ustrell. Cuando apuntaba justamente que el resultado de la apuesta legitimista de Puigdemont se ha embarrancado. El tercio largo de diputados perdidos por ERC y los perdidos por la CUP llega a 18 y, en cambio, Junts solo ha obtenido a tres diputados más. Madí hace tiempo que medita sobre esta cuestión y que comparte reflexiones sobre la deriva del independentismo y lo que él denomina ‘guerra civil’. Y ha hecho —decidido— compartirlo ahora en formato de libro que debe estar al caer porque —hasta donde sé— ya está al horno. Si el ensayo de Madí, desconozco el título, es tan honesto como las reflexiones que hizo a casa del Ustrell para analizar el resultado electoral, será una de aquellas lecturas recomendable para propios y extraños. No tanto porque se deba estar de acuerdo con sus recetas, ni siquiera con su análisis, sino porque abre públicamente un debate que hasta ahora ha sido emocionalmente secuestrado con un resultado final —avance notable del PSC y el PP y retroceso indy— que habla por sí solo. Toda contribución a superar un impás permanente que no permite avanzar, abriendo una nueva fase que permita mirar adelante, es más necesaria que nunca en una coyuntura en qué las sombras se ha hecho tan densas que avistar la luz es ahora una quimera.