En los últimos años hemos sido testigos del surgimiento de partidos y movimientos radicales en toda Europa que, mediante la desinformación y la simplificación de mensajes, han movilizado a un número significativo de ciudadanos. Sin embargo, no son los únicos actores en este fenómeno. También han emergido figuras individuales, pseudogurús, que desde posiciones de extrema derecha y del populismo independentista capturan la atención del público mediante discursos efectistas y manipuladores. Ambos, movimientos radicales y pseudogurús, comparten el uso de fake news y promesas simplistas, socavando los cimientos de la democracia. 

Tanto los movimientos políticos radicales como los pseudogurús, tanto de extrema derecha como los que se camuflan entre el independentismo, han encontrado en la desinformación su arma más poderosa. Las fake news, difundidas masivamente a través de redes sociales y medios de comunicación, son una de las herramientas más efectivas para manipular la opinión pública. Utilizan temas como la inmigración, la seguridad o la independencia, exagerando o inventando hechos para crear una narrativa simplificada en la que se presentan como los únicos y auténticos defensores del “pueblo” o de las “esencias” del independentismo. A menudo, los partidos tradicionales se ven obligados a reaccionar, legitimando indirectamente estos debates manipulados, lo cual no deja de ser un error. 

Un estudio de la Comisión Europea revela que las fake news se propagan más rápido que las noticias verificadas. Las redes sociales, mediante algoritmos que priorizan el contenido emocional y sensacionalista, se convierten en un terreno fértil para estos mensajes divisivos. Tanto los movimientos políticos radicales como los pseudogurús, sean de extrema derecha o potencialmente independentistas, aprovechan esta dinámica para amplificar sus mensajes. Los ciudadanos quedan atrapados en burbujas de información que refuerzan sus creencias y descartan cualquier voz crítica. 

El contexto en el que surgen estos actores es clave. En el caso de los populistas independentistas, emergen en momentos de recomposición del movimiento independentista, cuando las tensiones internas y la falta de avances claros generan frustración en sus bases. Estas figuras aprovechan el vacío creado por la falta de una dirección unificada, prometiendo soluciones rápidas a problemas complejos y explotando las divisiones internas. Simultáneamente, el aumento de la desigualdad, la precariedad laboral y la falta de respuestas eficaces por parte de los partidos tradicionales en toda Europa ha dejado a muchos ciudadanos descontentos y desconfiados de las instituciones. 

Es importante destacar que estos pseudogurús no se limitan a los partidos políticos. Son figuras que, mediante plataformas como Twitter o YouTube, se posicionan como referentes de sectores específicos, usando discursos efectistas y apelando a las emociones de sus seguidores, no a su racionalidad. Estos actores, tanto de extrema derecha como del populismo independentista, distorsionan la realidad, simplifican los problemas complejos y hacen promesas vacías, generando una fuerte adhesión basada más en la fe que en hechos. La credibilidad que ganan a golpe de tuit o declaraciones virales alimenta la polarización y les convierte en actores relevantes en el ecosistema político actual, aunque sus promesas y discursos carezcan de cualquier apego a la realidad. 

Estos actores distorsionan la realidad, simplifican los problemas complejos y hacen promesas vacías, generando una fuerte adhesión basada más en la fe que en hechos

Gran parte de estas promesas, tanto de movimientos radicales como de pseudogurús, se basan en falsedades o medias verdades. Un ejemplo claro es el Brexit, se prometió que salir de la Unión Europea permitiría destinar millones al sistema de salud británico, algo que resultó ser falso. A pesar de ello, el mensaje caló en la ciudadanía y el resultado fue una victoria populista que ha transformado negativamente el panorama político del Reino Unido. 

En España y Catalunya también hemos visto surgir partidos y gurús que usan discursos polarizadores y desinformación. Un ejemplo paradigmático es Alvise Pérez y su partido Se Acabó la Fiesta. A través de teorías conspirativas y fake news en redes sociales ha captado a un electorado descontento, presentándose como una alternativa radical al sistema tradicional. Sin embargo, ha sido acusado de aceptar pagos por favores políticos, lo que evidencia la hipocresía de su discurso anticorrupción. De forma similar, algunos populistas independentistas utilizan estos métodos, prometiendo resultados rápidos como la independencia inmediata, pero sin ofrecer soluciones realistas, viables o basadas en hechos demostrables. 

Un factor clave que explica el crecimiento de estos actores es la cobertura mediática que reciben. Aunque los medios critican la desinformación, a menudo amplifican estos discursos en busca de audiencia. Los titulares sensacionalistas y las controversias generadas por los movimientos radicales y los pseudogurús de extrema derecha e independentistas se convierten en una fuente fácil de atracción mediática. Al ofrecerles una plataforma en entrevistas, debates o programas de radio y televisión, los medios no solo les otorgan visibilidad, sino también legitimidad. Incluso cuando se cuestionan sus mensajes, el simple hecho de darles espacio en los medios tradicionales les amplifica. 

Los medios de comunicación deberían reflexionar sobre su responsabilidad. La búsqueda de audiencia no puede justificar la difusión de discursos basados en la mentira y el odio. Además, la ausencia de una estrategia clara para combatir la desinformación genera confusión entre los ciudadanos, que no siempre pueden distinguir entre información veraz y manipulaciones. 

El auge de estos partidos radicales y gurús tiene un efecto devastador sobre la cohesión social. Las fake news polarizan a la sociedad, dividiendo a los ciudadanos en dos bandos irreconciliables: los que apoyan ciegamente a estos actores y los que intentan desenmascarar sus mentiras. Esta polarización no solo debilita el tejido social, sino también la democracia, que depende del debate informado y del respeto a la pluralidad de opiniones. 

Cuando los ciudadanos pierden la confianza en las instituciones debido a la manipulación informativa, están más dispuestos a apoyar propuestas que prometen "limpiar" el sistema. Este es uno de los mayores peligros del populismo radical y de los pseudogurús: bajo la promesa de acabar con la corrupción o la ineficiencia o de conseguir inmediatamente la independencia, terminan socavando la democracia, restringiendo libertades y erosionando el Estado de derecho. 

La solución no pasa por controlar lo que se publica, sino por fortalecer las instituciones democráticas y dotar a la Justicia de recursos técnicos, materiales y humanos suficientes para actuar

Además, la proliferación de fake news afecta negativamente al periodismo de calidad. Los medios tradicionales se ven forzados a desmentir bulos y teorías conspirativas, en lugar de dedicar tiempo y recursos a realizar investigaciones profundas. Esto limita su capacidad de cumplir su papel como vigilantes de la democracia. 

Ante este panorama, se ha promovido por parte del gobierno de Pedro Sánchez la implementación de una nueva Ley de Prensa para controlar la difusión de fake news. Sin embargo, esta propuesta presenta riesgos evidentes para la libertad de expresión. Combatir la desinformación no requiere restringir la libertad de prensa, sino reforzar los mecanismos existentes para asegurar el acceso a información veraz. 

Cualquier intento de regular los medios mediante leyes restrictivas derivará en censura y limitará la pluralidad informativa. La solución no pasa por controlar lo que se publica, sino por fortalecer las instituciones democráticas y dotar a la justicia de recursos técnicos, materiales y humanos suficientes para actuar cuando se infringe la ley. 

La lucha contra la desinformación y el auge de partidos radicales y pseudogurús requiere un esfuerzo coordinado entre gobiernos, plataformas digitales, medios y ciudadanía.  

Las medidas urgentes deberían incluir: 

  • Educación mediática: Fomentar el pensamiento crítico desde la educación primaria hasta la adulta para que los ciudadanos puedan identificar y cuestionar las fake news. 
  • Regulación de plataformas digitales: Las grandes plataformas deben asumir su responsabilidad y ser transparentes sobre los algoritmos que amplifican desinformación. 
  • Fomento del periodismo independiente: Los medios deben apostar por información rigurosa y contrastada, evitando titulares sensacionalistas. 

En definitiva, el auge de los partidos radicales y los pseudogurús es una amenaza real para la democracia. Estos actores no solo manipulan la verdad, sino que también exacerban la división social y debilitan la confianza en las instituciones. La solución no pasa por leyes restrictivas, sino por fortalecer los mecanismos judiciales, fomentar el pensamiento crítico y apoyar el periodismo de calidad.