Aún estoy perpleja, no por la reacción de Podemos al posible acuerdo de descentralización de la regularización de la población inmigrante, sino por el tipo de argumentaciones que se han esgrimido para justificar su oposición al traspaso de competencias en Catalunya. Todas las justificaciones son esperpénticas y sin ningún tipo de solidez argumental mínimamente razonable; tanto que llaman especialmente la atención.
Según Pablo Fernández, uno de los portavoces de la formación, el pacto que proponen PSOE y Junts "no descentraliza competencias, descentraliza el racismo"; que dicho así no quiere decir nada, con relación al racismo, pero que, en todo caso, para la formación morada implica que el racismo es peor. En el hilo del pensamiento, lo primero que se extrae de la afirmación es que el racismo catalán es más racista que el español, es peor que el español, y que el hecho de descentralizar hace que el racismo aumente. Es decir, empeora en intensidad, calidad y cantidad. No me molestaré ni en rebatir la tesis esgrimida.
Esta, sin embargo, no es la única cuestión; también es un problema que Junts haga la negociación. Como si el pacto supusiera que serán, de ahora en adelante, los partidos los que se ocuparán de las competencias en inmigración y no los gobiernos; tanto el español como el catalán. No se acaban aquí los sinsentidos y, por lo tanto, podemos llegar hasta el paroxismo más absoluto para justificar sin una razón de peso, también de peso político, la oposición al acuerdo.
El disparate es el resultado de dos cuestiones no confesables: son y siempre serán un partido político más que vela por la unidad de España, y tienen que sacar pecho en algún aspecto de su ideario que no hayan dinamitado
Parece que hayan perdido el juicio por la absurdidad de las explicaciones y por la concatenación de tonterías, pero no es el caso. El disparate es el resultado de dos cuestiones no confesables, de no ser en la más absoluta intimidad.
La primera, esconder que sencillamente son y siempre serán, por mucho que jueguen a la ambigüedad, un partido político más que vela por la unidad de España en los mismos términos en los que lo hace Vox; pero sin la posibilidad de utilizar, cuando menos en público, los mismos argumentos.
La segunda, que pasan por un muy mal momento político y les hace falta sacar pecho en algún aspecto de su ideario que no hayan dinamitado por su propia actuación. A Podemos no le ha ido nada bien este 8 de marzo después de todos los casos que se han denunciado de violencia machista por parte de miembros destacados de la formación; de alguna manera tienen que volver a animar la calle para no perder más votos. ¿Y cuál es el recurso más fácil que tienen a su alcance siempre todos y cada uno de los partidos políticos españoles? Acusar de alguna cosa fea a Catalunya, a los catalanes y catalanas; si no directamente, a través de la descalificación de los partidos independentistas y sus aspiraciones de autogobierno. Y, en este sentido, Junts es la diana perfecta; por muchas razones, pero también porque ya es la única que queda.