En 2021, al año de andadura de la primera coalición de Gobierno, saltó el debate sobre si los cuerpos policiales tenían sesgo ideológico. La pregunta es controvertida de partida porque la ideología expresa de los agentes es ilegal por la mera neutralidad que exige la ley. La polémica coincidió con tres escenarios. Las cargas policiales contra trabajadores en Cádiz metiendo una tanqueta militar en barrios obreros; los pelotazos de goma en una huelga del metal (prohibidos en gran parte de la UE) y una manifestación policial en contra del Ejecutivo por la ley mordaza. Fue entonces cuando cristalizó una corriente radicalizada dentro de la Policía que alarmó dentro y fuera del cuerpo. Desde entonces, no ha desaparecido y vuelve a salir a tierra por quien la rechazó en su momento, el SUP, sindicato histórico que nació en los ochenta para democratizar la Policía y que ahora decide unir su estrategia a Desokupa. A imagen y semejanza de Vox, el grupo pseudoparamilitar, de ultraderecha, crecido a la sombra de un vacío legal y con integrantes con antecedentes penales, ni siquiera tiene licencia para formar a agentes. 

En su día, Interior se puso de perfil y los "Rodea el Congreso" convocados por Jupol y Jusapol quedaron sin resolver. No hubo expedientes, ni sanciones. El ministro Fernando Grande-Marlaska interpretó que la confrontación les alimentaría y los expedientes caldearían a una corriente ultra que ya había penetrado en las filas policiales. La sorpresa es que el SUP, un sindicato ortodoxo que había evitado ceder al empuje populista ultra de las asociaciones nacidas al calor de Vox, se destape ahora con Desokupa. Lo más probable es que no puedan cerrar el acuerdo de formación para policías nacionales, pero el intento muestra síntomas de fondo sobre cómo han cedido.

El SUP se ha delatado eligiendo a unos pseudodelincuentes para entrenar a sus agentes en el peor momento

Primero, por la elección. Dar palizas y actuar sin orden judicial no es un buen aval para formar a policías. Con todo, el sindicato hasta ahora tradicional elige a un grupo de macarras de ultraderecha con antecedentes para enseñar a defenderse (sic) a sus más de 30.000 afiliados. Segundo, porque avala el discurso. El fundador Dani Esteve pide deportaciones masivas (también es ilegal) y la intervención del ejército, aquello contra lo que paradójicamente nació el SUP en los ochenta (para desmilitarizar a la Policía). 

No importa si el acuerdo policial con Desokupa es formal, son unos descuentos o queda en un apretón de manos con Club Desokupa (la segunda marca de su fundador). El SUP se ha delatado eligiendo a unos pseudodelincuentes para entrenar a sus agentes en el peor momento. Porque mientras se hermana con el brazo derecho y parapolicial que apoya a Vox, calla ante la trama Kitchen, el caso de corrupción policial más grave desde los GAL. 

Está más que demostrado que la cúpula policial, donde el SUP también tenía afiliados, trabajó a las órdenes del secretario de Estado de Seguridad Francisco Martínez, en persecuciones fuera de la ley e investigaciones prospectivas a enemigos políticos. También lo hizo motu proprio. Empezaron por investigar ilegalmente con recursos públicos al tesorero del PP, Luis Bárcenas, para borrar las huellas de la financiación ilegal y continuaron con la maquinaria de la dirección general engrasada y conectada con la presidencia del PP investigando fuera de la ley y falsificando pruebas contra Podemos e independentistas. Hay decenas de casos y el juez Santiago Pedraz acaba de recibir un listado con medio centenar de diputados morados espiados. El PP ha salido impune de una trama activa durante prácticamente todo el mandato de Mariano Rajoy. Pero la Policía también. El SUP, lejos de denunciarlo al menos con un comunicado, o personarse en alguna de las causas que se han abierto, le da un apretón de manos a una empresa que podría estar ilegalizada por sus prácticas. 

Sería impensable que Interior, con Pedro Sánchez al frente, investigara ilegalmente a Alberto Núñez Feijóo, su entorno y sus pactos con Vox y no hubiera caído el Gobierno y los policías cómplices de tales operativos. Es la balanza viciada que los sindicatos policiales debían corregir y no lo han hecho. Fundamentalmente el SUP, por su arraigo con la Transición democrática, hoy hecho trizas por un viraje innecesario. Como le ocurre al PP, su competencia por la banda ultra no se compensa siendo más ultra. El "sin complejos" de las asociaciones policiales por manifestarse contra el Gobierno, posicionarse sobre leyes que no les corresponden —la amnistía es la más reciente— o elegir a unos bandarras ultras como modelo a seguir, dan respuesta a esa pregunta incómoda de 2021. El sesgo de algunos deja en muy mal lugar a unos funcionarios pagados por todos. De ahí que el perfil bajo de Interior sea insostenible.