Ayer tuve el privilegio de participar en uno de los múltiples actos de apoyo que por todo el mundo se celebraron por la libertad de Julian Assange y en contra de su extradición a los Estados Unidos. En aquel acto, celebrado en la plaza del Vi de Girona con una notable asistencia, se dejó claro que su caso no es aislado y que la persecución política y mediática a la cual se ha visto sometido Assange es la misma a la que se ven sometidos cada vez más espacios de libertad, libre expresión y democracia en el mundo actual. La brutal represión que sufre Assange no es más que una operación agravada del sistemático y globalizado acoso que sufren la prensa libre y la libertad de expresión por todas partes. Lo imponen los poderes ocultos, libres de todo control democrático, que criminalizan los que exponen la actuación de los Deep State —que cada Estado tiene uno— y de los organismos internacionales opacos que les dan cobertura, a menudo con finalidades delictivas y criminales. No descubrimos nada si decimos que la gravedad de la situación va en aumento. Y lo tenemos que decir no solo para quejarnos, para llorar inútilmente —ahora que la "utilidad" (perfectamente inútil) está de moda— sino para poner las bases para una reacción cívica efectiva de rechazo y superación de la hipocresía, de la economía del armamentismo y de las falsas transparencias "democráticas".
Porque es esta la política que aplica el Gobierno más progresista de la historia que hincha presupuestos militares y borbónicos mientras maquilla —con objetivos inconfesables— la supuesta supresión de la sedición y endurece las penas contra los que con toda legitimidad ejercen su derecho de expresión y protesta. Y lo hacen también alargando la ley mordaza que habían prometido suprimir. La lección que nos llega del caso Assange es múltiple. Por una parte, está el objetivo de destrucción de la prensa libre para imposibilitar el acceso de los ciudadanos a la información independiente, veraz y no banalizada. Y, por otra parte, hay un segundo objetivo que es el de crear una prensa del pesebre y la subvención, una prensa del todo sumisa al poder. Es precisamente a través de esta nueva prensa que, tal como denunciaba Malcolm X, buscan de destruir a sus oponentes políticos, se digan estos Assange, Pablo Hasél, Puigdemont, CDR o defensores de la autodeterminación y de los derechos humanos. Si no, no se entiende cómo tan pocos políticos —¿donde está la Generalitat y su president por ejemplo?— y tan pocos órganos de prensa internacionales se han solidarizado con un caso tan sangrante como el de Julian Assange. En este sentido, parece mentira que todavía haya quien hable de "nuevos ciclos políticos" dentro del sistema, de regenerar nuevas ilusiones dentro del sistema, incluso de confiar en los valores de la Unión Europea y su Justicia para salir adelante. Ya se ha visto qué ha hecho por Assange el Sr. Borrell y cómo desprecian los Estados dichos democráticos los posicionamientos de organismos como Amnistía Internacional, Human Rights Watch, las Naciones Unidas o el Consejo de Europa.
¿Y qué no decir de los valores humanos en el caso Assange? Nosotros que sabemos qué es sufrir la represión dentro de un Estado pactado con franquistas —un Estado capaz de crear a unos GAL, un Consejo General del Poder Judicial para servir a la corrupción y los herederos de Franco— estamos golpeados con el terrible mal hecho a Julian y a sus familiares, su madre Christine —con quien hemos estado en contacto y que tantas lecciones de digitado ha dado— con el padre John Shipton y con Gabriel Shipton, este último autor del magnífico documental Ithaka, presentado en Barcelona la semana pasada (por el hermano de Stella Moris, Adrià Devant) con el boicot más absoluto del TN de TV3. Querría acabar con una reflexión. Un día, en pleno Procés independentista catalán, Julian Assange dijo "lo que pase en Catalunya creará un precedente de libertad y opresión para todo el mundo occidental". ¿No es lo que da una auténtica dimensión internacional a nuestra lucha? Mucho más que la rocambolesca mesa de diálogo, seguro. Una lucha que pasa por el NO a su extradición y a la extradición política en general, sobre todo tratándose de la extradición de un país como el Reino Unido que se ha negado a extraditar o juzgar a criminales como el dictador Pinochet o el heredero de Franco, Juan Carlos de Borbón. Y que pasa por el SÍ a la plena libertad de prensa, la libertad de los pueblos y su derecho a decidir y a la descriminalización de la defensa activa de los derechos civiles y humanos. Free Assange! ¡Libertad Julian Assange!