Mis dos abuelas murieron de cáncer. La madre de mi pareja también. El padre de mi cuñada. Conozco a mucha gente a mi alrededor que tiene o ha tenido cáncer. Tres amigas lo superaron. La incidencia del cáncer en la sociedad es imparable y no hay familia o colectivo libre de estar infectado por este homicida empeñado en demostrarnos que no somos nadie. Ni nada más que un manojo de células sometidas a una reproducción constante cuyas aleatorias consecuencias pueden ser fuente de dicha y vida, o de sufrimiento y muerte. Vivimos en la paranoia generalizada de ser los siguientes. Los elegidos.
Para el año 2020 se prevén 250.000 nuevos diagnósticos de cáncer en España. Según Naciones Unidas, 118.000 personas fallecerán ese año a causa de la enfermedad. En el caso de las mujeres, el cáncer de mama sigue siendo el más frecuente y también el más mortífero por su gran prevalencia. 25.000 nuevas pacientes son diagnosticadas cada año de tumores mamarios. Una de cada ocho mujeres de todas las edades padeceremos cáncer de mama a lo largo de nuestras vidas. Alguna compañera del colegio. Varias del instituto. Unas cuantas más de la clase de la facultad.
Bimba Bosé lo contó y le puso nombre a esa larga enfermedad de la que se mueren muchas personas conocidas de un día para el otro
Bimba Bosé lo contó y le puso nombre a esa larga enfermedad de la que se mueren muchas personas conocidas de un día para el otro. Le quitó el velo a algo tan incómodo como el cáncer y la metástasis. De la que no, no todo el mundo se muere. Nos dijo que había que perderle el miedo a esas palabras, porque son cotidianas, porque no vale de nada agachar la cabeza, porque el cáncer es una enfermedad, no un estigma. Nos enseñó sus cicatrices y su pelo rapado e hizo belleza con el dolor. Fue una mujer valiente que demostró que el cáncer no está reñido con la posición social ni con la juventud. Transmitió esperanza y normalidad a muchas mujeres jóvenes que seguramente estarán desoladas. Porque a pesar de eso, el cáncer la mató. Con 41 años. Con toda la vida por delante.
Contra el cáncer no hay batallas ganadas ni batallas perdidas porque el cáncer no es un Nadal- Federer. No gana el mejor. Ni el que más pelea. No gana el que suda más la camiseta. Ni quien se lo merece. Gana el que hace trampa. El que llega antes. El que empieza el partido sin avisar. No hay derrota posible cuando no hay equidad en el juego. Cuando no existen tratamientos efectivos a partir de determinados estadios o cuando la zona en que se encuentre localizado el tumor compromete varios órganos, tejidos y vasos sanguíneos. Cuando el tratamiento con quimioterapia supone semejante desgaste de defensas capaz de acabar con tu vida antes que el propio cáncer. Cuando la vida depende de un trasplante que no llega. Cuando la aleatoriedad de la reproducción celular se escapa a las armas de la medicina. Llegará el día en morirse de cáncer sea algo residual. Muchas personas que estamos ahora aquí lo disfrutaremos. Mientras tanto, todos estamos en este juego del que no queremos formar parte.
No nos informan de que las mamas densas o fibroquísticas dificultan mucho la detección de un tumor en fase primaria
El cáncer de Bimba nos ha recordado algo fundamental, la importancia de la detección precoz en las mujeres jóvenes. Porque a las de 20, 30 e incluso 40 años, no nos incluyen en campañas anuales ni nos piden que nos hagamos chequeos rutinarios. No nos hablan de la importancia de la autoexploración. No nos informan de que las mamas densas o fibroquísticas dificultan mucho la detección de un tumor en fase primaria. No sabemos cómo diferenciar esos bultos, los de serie, de los malos. Ni que deberíamos pedir una resonancia magnética porque es la única prueba realmente eficaz en este tipo de mamas. Demasiado gasto. Demasiado jóvenes. La que tenga dinero, que se lo pague. Como las vacunas del papiloma. Como el tratamiento mismo del virus pre-cancerígeno que la mayoría acaban haciéndose en un centro privado. Las pruebas hay que rogarlas. No somos “grupos de riesgo”. Nadie nos ve.
Y por eso muchas veces, nos enteramos tarde. Porque no creemos que nos va a tocar. Porque con 30 años somos inmortales. Porque muchos médicos no nos hacen ni puñetero caso. Algunos nos mandan de vuelta a casa si nos quejamos. No seas histérica. Y se cometen negligencias cada día amparadas por esta Seguridad Social que pagamos todos. Una Seguridad Social que no tiene rastro de conciencia de género. ¿Tantas muertes por cáncer de mama cuando no se trata de un órgano vital? Cuando existen tratamientos efectivos. ¿De verdad? ¿Por qué no nos advierten de las probabilidades de cáncer según el historial familiar ni de nuestro derecho de exigir estudios genéticos? No todas las comunidades los ofrecen, claro. Pero esos estudios nos permitirían saber con certeza las probabilidades que tenemos de desarrollar cáncer de mama y de ovarios y, dado el caso, hacer un Angelina Jolie, y cortar por lo sano. Adelantarse al monstruo. Lo que muchas veces supone la diferencia exacta entre la vida y la muerte. Ganar la partida.
Hay que quejarse más. Mucho más. Que locas ya estamos.