La crisis provocada por el coronavirus no sólo ha traído desastres financieros por todo el mundo, sino que en los Estados Unidos ha acelerado los problemas económicos que el país arrastra desde hace tiempo, y ha hecho descubrir unas proyecciones inesperadas.
Es porque la parálisis generada por la pandemia, con la pérdida de millones de puestos de trabajo y el cierre provisional o definitivo de miles de empresas, ha provocado una deuda astronómica que ha llevado a los Estados Unidos a una situación parecida a la del año 1946, cuando había que reconstruir el país después de la Segunda Guerra Mundial.
Si la deuda de hoy es parecida a la de entonces, las perspectivas de futuro son muy diferentes: hace 75 años los Estados Unidos era un país joven demográficamente, tenía una superioridad militar absoluta y prácticamente ningún rival económico. Al contrario, los que habían sido ricos necesitaban toda la ayuda posible y Washington decidió enviar sus dólares para la reconstrucción de Europa y de Japón.
Ahora, la competencia internacional es fuerte y China va camino de ponerse delante en cifras absolutas, aunque relativamente será todavía un país pobre porque con el mismo PNB que los EE.UU. lo tiene que repartir entre 1.300 millones de personas, es decir, cuatro veces más que la población norteamericana, de 340 millones.
Pero China es también un rival militar y en asuntos internacionales, lo que obliga a Washington a mantener unos gastos importantes en armamento e investigación bélica, además de la carrera donde los dos países se encuentran desde hace tiempo por la superioridad tecnológica.
De momento, China va detrás porque las grandes empresas norteamericanas son mayores y están en todas partes. De momento no hay peligro para Twiter, Amazon o Facebook, que no tienen rivales chinos y, al mismo tiempo, las industrias informáticas chinas todavía dependen de los fabricantes norteamericanos de microchips indispensables para sus productos.
Donde sí que los norteamericanos tienen y esperan tener más problemas es en el campo financiero porque su déficit de presupuesto, de 3,3 billones de dólares para este año, supera el 15% del PNB. Todavía peor: las previsiones son que la deuda pública siga creciendo en relación con el PNB hasta llegar a un total de 16 billones, equivaliente prácticamente al conjunto de la economía.
Es un proceso que se ha acelerado con la Covid, porque los gastos han sido este año tres veces mayores en algunos sectores y, al mismo tiempo, la contracción económica ha disminuido de manera importante la capacidad del Estado para recoger dinero.
Aunque hubiera una vacuna pronto, las dificultades financieras provocadas por el Covid seguirán, pero la sorpresa es que en los próximos años, aunque la deuda será casi tan grande como al acabar la Segunda Guerra Mundial, los gastos para pagarla serán más reducidos.
La razón es que los tipos de interés son ahora muy bajos y el gobierno intenta renovar la financiación para plazos muy largos con un precio del dinero casi inexistente.
Si eso puede ser bueno para las finanzas públicas, es un problema para los jubilados y la gente con rentas fijas, porque el dinero, a los dos lados del Atlántico, casi no da ningún beneficio.
Eso explica seguramente las grandes subidas de las bolsas, porque los inversores no tienen mucho que ganar con inversiones más conservadoras. Sin embargo, las bolsas hoy no generan beneficios generalizados: Sólo ganan dinero los que invierten en las empresas de "futuro", como la informática, las ventas por internet y los transportes que garantizan que la mercancía llegue sin que haya que ir a las tiendas, al supermercado o a los restaurantes.
Donde sí los norteamericanos tienen y esperan tener más problemas es en el campo financiero porque su déficit de presupuesto, de 3,3 billones de dólares para este año, supera al 15% del PNB
Comparado con el resto del primer mundo, el gobierno norteamericano ha sido muy generoso con sus ayudas en el paro, que a menudo eran más grandes que los sueldos de los que se habían quedado sin trabajo. Todo eso acabó en julio, pero ahora la Casa Blanca y el Congreso están tratando de llegar a otro programa de apoyo que hará crecer todavía mes el déficit y la deuda.
Pero las consideraciones electorales de un lado, junto con la capacidad económica del país para garantizar a todo el mundo unos mínimos de subsistencia, hacen pensar que es precisamente esta la política que Washington seguirá, tanto si las elecciones las gana Donald Trump como Joe Biden.
Las consecuencias son unos déficits que seguirán subiendo, incluso si hay una vacuna, pero no podemos olvidar que cualquier proyección económica más allá de 2 o 3 años tiene muchas probabilidades de quedar superada por la realidad.