A veces la política es perversa como el diálogo con un maltratador. Si le dices que sí, te pega, si le dices que no, te pega igualmente. Se comportan así, los inquisidores, durante la tortura, cuando te preguntan si trabajas para el diablo, si eres uno de sus servidores. Si les dices que no, te hacen daño para que les digas que sí, y si les dices que sí, te siguen haciendo daño porque no lo dices de verdad, porque parece que les quieras engañar, porque no lo dices con suficiente convicción, porque, por ejemplo, no condenas la violencia con suficientes ganas, como el presidente Torra. Nuestro presidente si hace algo está mal y si hace lo contrario también está mal. Hace tiempo que estamos instalados en las falsas disyuntivas, en los falsos dilemas. En las preguntas con trampa. ¿Desea apoyar al gobierno de Pedro Sánchez? Si no le votáis no os ayudará y será culpa vuestra. Y si, en cambio, le votáis, entonces será culpa vuestra haberle ayudado, y no podrá ayudaros porque parecerá que es algo a cambio de otra cosa, parecerá que es un simple comercio. Y que hay que dignificar la política. Que hay que ir más allá del quid pro quo. ¿Acaso hay algo que rascar en todo esto?
Decían que Carles Puigdemont, que Carles el Intrépido, tenía que haber convocado elecciones, y que entonces se habría evitado la aplicación del artículo 155. Pues no, porque como ha explicado muy bien Mariano Rajoy en sus memorias, la decisión ya estaba tomada y por lo tanto, pasara lo que pasara, hiciera lo que hiciera el presidente de la Generalitat, la consecuencia habría sido la misma. Hay que tener cuidado con las falsas disyuntivas, con las trampas de la lógica, porque no son fáciles de vislumbrar. No sólo nos las presentan nuestros enemigos políticos, también nuestra mente las construye para engañarnos a nosotros mismos. Porque no podemos olvidar que hay días en que, ay, somos los peores enemigos de nosotros mismos. Recuerden el famoso discurso que hizo Winston Churchill en la Cámara de los Comunes para criticar los acuerdos de Munich, aquel bienintencionado, último intento, de las viejas democracias para detener a Hitler. Dirigió al primer ministro Neville Chamberlain una famosa frase que demuestra un perfecto dominio de las trampas psicológicos de las falsas disyuntivas. ¿Por qué? Pues porque el astuto zorro sabía que hicieran lo que hicieran los ingleses, los nazis irían a la guerra, que no había alternativa. La frase dice así: “se le dio a elegir entre la guerra y el deshonor. Ha elegido el deshonor, y tendréis la guerra. Y el deshonor”. La opción de aceptar la guerra inevitable al menos hubiera salvado el honor. El honor auténtico, el de verdad, la moral, o dicho en palabras de ahora, el respeto por nosotros mismos, un respeto que permite a los pueblos defenderse y luchar por su libertad. Sin autoestima, sin respetarse a uno mismo, es difícil enfrentarse a nada y a nadie.
Cuando aparecen sabios diciendo que la independencia se hace así y asá hay que tener mucho cuidado. Porque ninguna de esas personas que va dando lecciones sobre cómo conseguir la separación de España, ya que en la realidad, nunca ha hecho ninguna independencia, sólo son proyectos que están en su cabeza. La manera de conseguir una independencia no se estudia en ninguna universidad del mundo y un análisis comparativo de los procesos independentistas a lo largo de la historia nos enseña que no hay reglas de oro, que todo es una revolución, lo queramos admitir o no. Y que una revolución, básicamente, la francesa, la americana, la rusa, es si cuela, cuela, porque hay demasiadas variables a tener en cuenta, porque no hay quien lo pueda prever todo.
El independentismo lo está haciendo bastante bien y está ganando claramente la partida. Durará más o menos, pero la independencia es inevitable. Aunque no sepamos mucho de política, aunque nuestros conocimientos sean pequeños, nuestro instinto lo tenemos despierto. Los catalanes tenemos bastante instinto para evitar que nos engañen sistemáticamente. Nuestros líderes políticos han aprendido, la gente ha aprendido, les hemos tomado las medidas a nuestros enemigos de España. Los cuales, me parece, que no han aprendido nada. Nosotros estamos bastante descansados y ellos agotados. Ellos con unas ganas locas de acabar con el coñazo de Catalunya y nosotros con muchas ganas de continuar. ¿Qué fue del tsunami, por cierto?