El lanzamiento de la candidatura de Yolanda Díaz atraviesa un Rubicón para la izquierda con rumbo a marcar tres ciclos. Las autonómicas y municipales, las generales y la siguiente legislatura, el día de después con o sin coalición de gobierno. La vicepresidenta segunda ha aprovechado el momento estrella para romper con Podemos. La opción del acuerdo está más lejos hoy que hace dos días y Díaz ha decidido colocar el mensaje a pocas horas del acto en El País: “Sumar es un revulsivo político, no sería un fracaso sin Podemos”.
Si aparatmos los ecos y el triunfo del acto, la celebración de sus asistentes, la confluencia histórica de quince marcas de izquierdas preparadas para ir juntas a elecciones, se mantiene la duda razonable de cómo terminará el enfrentamiento entre ambos polos. La vicepresidenta ha roto el cordón umbilical, se ha independizado de Pablo Iglesias y ha querido marcar terreno. Es más, se ha desentendido de la parte del acuerdo que le toca con los morados. Para Díaz, son ellos quienes deben explicar por qué no estaban y por qué no se suman a Sumar. Pero bajo la espuma, quedan más incógnitas que antes. Y ahora qué. Cómo sigue el guión. Quién retomará los mandos de la negociación. Qué se juegan si no hay acuerdo.
La tensión con Podemos centra la conversación y distorsiona el propio mensaje en clave electoral. El discurso de Yolanda Díaz de Magariños tuvo dos mensajes clave: no aceptamos tutelas y la propia candidatura. Si nos vamos un año atrás, diciembre de 2021, Díaz pronunció en Radiocable una de sus mejores frases para definir un proyecto transversal. Sumar no quería ser ‘el espacio a la izquierda de’: "Le regalo al PSOE esa esquinita. Eso es algo muy pequeño y muy marginal". Lo dijo en confrontación directa con su competidor natural. Situándose lejos de la conformación de bloques, del Sánchez contra Feijóo y Díaz contra Abascal. Hoy, lejos de ese marco, el discurso gira en torno a la guerra con Podemos y desdibuja a Díaz frente a Sánchez. El esfuerzo por diferenciarse de la confrontación de Iglesias y apostar por la cooperación necesaria de Sumar hace que Díaz esté hablando a Podemos, en un discurso que puede acabar atrapado en la disputa.
Confiar en que unos posibles malos resultados de Podemos favorecerán las negociaciones es subestimar el ADN de un partido que forzó una repetición electoral con toda la presión en contra
Entre el ánimo exultante de Díaz y el cabreo de Iglesias, hay una realidad. El diálogo entre la dirección nacional de los morados con el aparato de Sumar está prácticamente roto. El acuerdo efectivamente no está en las primarias, como asegura Díaz, está en el porcentaje de puestos en las listas. En unas primarias que pueden servir para apuntalar esos puestos. Pero no hay porcentajes, ni conversaciones, ni una mesa de diálogo en la hoja de ruta.
Es cierto que Podemos ha perdido peso, está más solo que antes y hay disidencias importantes. Además de las que puede seguir habiendo de aquí al 28-M. No solo la IU de Alberto Garzón, sino diputados como Juantxo López de Uralde y caras conocidas de un espacio que era el natural de Podemos hasta la salida de Iglesias. Los morados insisten en que Ione Belarra no podía ir a un acto que desdibujaba a Podemos y les colocaba en una foto trampa donde el próximo paso les podía forzar a ser ellos quien salieran del bloque. Porque en esas están, en la pelea dialéctica por quién rompe y quién no atrae al otro.
La tensión es total y nadie pone fácil las soluciones. Así que ahora no va a salir adelante. Si vuelve a haber opciones de acuerdo será después de la parada de mayo. Con una tesis arriesgada, confiar en que unos posibles malos resultados de Podemos favorecerán las negociaciones es subestimar el ADN de un partido que forzó una repetición electoral con toda la presión en contra.
Como reconoce Iglesias, Podemos puede no ser (ya no es) la fuerza hegemónica de la izquierda. Pero sigue teniendo suelo y hay distorsión sobre el peso de los actores. Las formaciones que acompañan a Sumar tampoco resuelven la partida nacional. Así que nace Sumar y se aleja el acuerdo. Hay muchas posibilidades de que no se resuelva en junio y arrastre hasta septiembre. Y Podemos, en un penúltimo acto de servicio, vaya con su propia lista.
Desde el PSOE saben que revalidar la coalición con un bloque con tres listas es una desgracia electoral. Y esta operación que resta a todos un poco, hay cientos de alcaldías y gobiernos en juego. En este punto, cambiar la pelea por la generosidad no es una opción cercana.