Carlos Mazón, president de la Generalitat Valenciana, ha dicho bien claro que dimitir no es "una opción". Esta declaración, que ya en si misma tiene más de una lectura y no precisamente positiva, es todavía más problemática si se pone al lado de afirmaciones como "este gobierno —quiere decir el suyo— no abandonará a las víctimas". Mazón lo ha dicho sin ningún tipo de vergüenza e, incluso, dentro de su cabeza y entre los que le hacen el asesoramiento, esta opción les debe haber parecido la mejor manera de comunicar el compromiso del gobierno valenciano con la ciudadanía. Como si nadie supiera ni hubiera visto, mucha gente en primera persona, lo que ha pasado.
Ciertamente, tenemos una cultura desmemoriada, de corto alcance o del día a día, pero no en el sentido de estar presente, que ha propiciado que los y las políticas de este país salgan adelante como si cada día saliera un sol nuevo, que no es lo mismo que cada día vuelva a salir el sol. Pero en el caso de València parece que eso no será posible, porque lo que ha pasado es demasiado gordo y será insoslayable que cada uno asuma su responsabilidad en la tragedia.
Es tan evidente la respuesta que no se ha dado, todo lo que ha fallado, y el papel tan penoso de una buena parte de las y los responsables públicos, que el sentimiento de abandono es inevitable
Por muchas razones, pero algunas muy centrales. Una cuestión básica es que a las víctimas ya se las abandonó —muchas de ellas cuando todavía estaban vivas y hubiéramos podido no engrosar la lista de muertos por la DANA—, y no tengo claro que a estas alturas, y después de tantos días, no continúen abandonadas las personas que se han visto afectadas por este aguacero. Quizás no todas las personas, pero no sé si todavía no son la mayoría; aunque para mí cuentan igual si son solo unas cuantas.
Independientemente de si ahora ya ha llegado la ayuda, cuando esta va tan tarde y es tan evidente la respuesta que no se ha dado, todo lo que ha fallado, y el papel tan penoso, antes y después, de una buena parte de las y los responsables públicos, el sentimiento de abandono es inevitable. Y, según mi opinión, no se desterrará del ánimo de los y las valencianas porque finalmente las cosas se empiecen a hacer mínimamente bien.
Lo que ha pasado en València ha sido muy gordo, y por si no hubiera quedado claro con los mismos hechos y las declaraciones sobre los hechos, la manifestación, 130.000 personas, que el pueblo valenciano hizo el sábado por la tarde delante de la Generalitat lo tenía que haber dejado bastante claro. Pero se ve que de lecturas se pueden hacer tantas como se quiera, más todavía si pasar por analfabeto funcional no te liquida en la política de este país.