Octubre, y se vuelve a hablar de referéndum. Aunque solo sea para aclararnos, conviene hacer el ejercicio de fijar la mirada a las diferentes opciones que el independentismo tiene hoy día sobre la mesa, incluida la reciente propuesta de referéndum de la CUP. Enseguida veremos que las posiciones independentistas giran todas en torno a los mismos conceptos, dando vueltas a la noria. No muy lejos unos de los otros.
Opción 1. Diálogo: Incluida en el pacto de legislatura con una duración de dos años, aunque algunos ya han dicho que quieren ampliar el periodo, y otros lo consideran excesivo. Hay consenso entre los partidos independentistas en el hecho de que el diálogo busca la autodeterminación, el referéndum acordado con el Estado, y la amnistía para todas las personas represaliadas. La posición del Estado español, tanto del Gobierno como de todo el poder legislativo y judicial, es que no son posibles estas demandas sin una reforma constitucional.
Desde un punto de vista independentista, es más que probable que no se alcancen los objetivos marcados por el diálogo. Si fuera este el caso, un segundo nivel de éxito de este proceso sería conseguir demostrar que el acuerdo no existe, no para que sea imposible, sino porque el Estado se niega sin argumentos democráticos, sino pseudocoloniales.
Para conseguir estos efectos, una de las pocas vías abiertas y legales es que el Parlament de Catalunya emprenda una iniciativa de reforma constitucional para incluir el referéndum de autodeterminación y la amnistía, destruyendo las prevenciones de inconstitucionalidad por parte del Estado y, al mismo tiempo, demostrando en el mundo la firme voluntad parlamentaria mayoritaria de Catalunya. La negativa española a reformar la Constitución sería una buena prueba en Europa, y en el mundo, de la falta de voluntad de solución del conflicto con Catalunya. También haría posible que se hablara en el Parlament con libertad sobre estas materias. Cualquier otra fórmula será duramente reprimida por el Estado, con querellas por desobediencia a los miembros de la Mesa del Parlament, como ya se ha vuelto a ver en el debate de política general de estos días. O simplemente serán actuaciones fácilmente desestimadas por inconstitucionales, como ya lo fue la proposición de ley de amnistía presentada en la Mesa del Congreso el pasado mes de marzo.
Esta opción de diálogo dura dos años y acabará en el 2023, con nuevas elecciones españolas y nuevas aritméticas en el Congreso, y puede ser muy bien que la coyuntura ya no empuje al Gobierno que surgirá a tener, o hacer ver que tiene, relaciones con los "separatistas".
En todo caso, después de este dos años, si el diálogo no ha salido bien, y no hay en el horizonte un referéndum acordado, en Catalunya se abordará una segunda parte de la legislatura (2023-2025) que algunos ya han llamado "etapa de decisión".
Es evidente que como se plantee esta salida del diálogo condiciona el diálogo mismo. Es decir, si la opción post-diálogo fracasado es más diálogo fracasado, el Estado español no tiene mucha prisa ni aliciente para pactar nada. Si el planteamiento es de volver a hacer un embate para la independencia, la mirada del Estado también puede cambiar, sin perjuicio de que una de las alternativas españolas que siempre está sobre la mesa es la de intensificar la ya muy alta represión, no hay que olvidarlo.
Planteamos ahora posibles opciones en caso de que el diálogo durante estos dos años no dé los frutos deseados para votar la independencia de Catalunya. Es decir, opciones de "segunda etapa", de las que ya se ha empezado a hablar antes y durante el reciente debate de política general.
Opción 2. Diálogo eterno: Es la posición óptima para el Estado español. Hace más de 400 años que dura un diálogo, que se combina cuando conviene con la represión. Por parte española puede durar para siempre. Ya están acostumbrados. La filosofía la describió muy bien en 1842 el general Espartero cuando dijo aquello que "por el bien de España, hay que bombardear Barcelona cada cincuenta años". Del 1-O de 2017 habían pasado cuarenta años desde la muerte del dictador. Es cierto que estamos en la Unión Europea, y la violencia y la represión se expresaron en forma de golpes y prisión, y con penas nunca vistas a los liderazgos políticos y sociales. Y a la gente. Hay más de 3.000 ciudadanos represaliados. Dar miedo. El gesto de diálogo del Gobierno se ha concretado hasta ahora en indultos a los presos más populares. Todavía no modifican el delito de sedición para que puedan volver los exiliados. Ya verán. Las resoluciones de los tribunales europeos son relevantes, pero cuesta aplicarlas en España y, en todo caso, se refieren a cuestiones que afectan a personas concretas, por más políticamente significativas que sean. No hay tribunal que pueda forzar a España a hacer un referéndum. Lo saben.
Intentar forzar al máximo al Gobierno en la etapa de diálogo, desenmascarar sus excusas de inconstitucionalidad, y tener pensadas y debatidas las opciones por si las conversaciones fracasan, es lo que hace el diálogo real
El Gobierno explicita claramente su postura y no engaña. "No" a las demandas independentistas. Se pueden negociar, si procede, y hacen falta los votos catalanes al Congreso, algún tipo de inversión como la del aeropuerto. O no. Y así pasan los días.
Opción 3. Referéndum unilateral: La CUP lo ha propuesto durante el debate de legislatura. Es claramente una opción posnegociación. Un referéndum sin autorización del Estado durante esta legislatura. Volver a hacer el 1 de octubre de 2017. ERC y JxCat lo han rechazado. Por ahora.
Es cierto que el 1-O mostró en forma de voto la fuerza de la voluntad de la mayoría de la ciudadanía de Catalunya por la independencia. Una respuesta clara, a una pregunta clara, por una mayoría clara, tal como pedía el Dictamen de agosto de 1998 del Tribunal Supremo del Canadá en el Quebec. La fórmula que utilizó Escocia en el 2014, y previsiblemente repetirá en el 2024. La manera de dirimir democráticamente la voluntad de autodeterminación de los pueblos. Fue la insoportable claridad del 1 de octubre de 2017 lo que desencadenó la represión española que todavía dura y nos atenaza. Y está claro que los escenarios hayan cambiado. No se consiguió implementar la independencia, y la percepción es que la ingenuidad alimentó parte de la valentía extrema, épica, del momento. Quizás hay que intentar hacerlo diferente. Aprender de la experiencia. Sin reproches. Con ojos objetivos y prácticos. Estamos en este proceso.
Por lo visto esta es una vía en la despensa, y de momento se ha decidido no ponerla en la carta.
Opción 4. Elecciones-referéndum: Si el referéndum acordado con el Estado español no es posible, la otra manera de votar, perfectamente legítima y legal, es el voto electoral. Cada vez que hay elecciones en el Parlamento de Catalunya, e incluso en las municipales, hay una oportunidad de mostrar la voluntad democrática de independencia. Y ganar.
Ya se ha hecho antes en la historia. Y con éxito. Recordemos que las elecciones municipales de 12 de abril de 1931 celebrados en España estaban planteadas, de hecho, como un plebiscito a la monarquía de Alfonso XIII. Y provocaron su derribo, y el establecimiento de la Segunda República española.
En Catalunya se probó esta vía en el 2015, con un esfuerzo por presentar candidatura conjunta por parte de los dos mayores partidos independentistas. En aquel momento se alcanzó mayoría absoluta por la independencia entre los electos en el Parlament, pero había dudas de si los votos independentistas habían llegado al 50% de los emitidos. En cualquier caso, el mundo independentista no lo consideró suficiente para hacer la independencia.
No siempre tiene que ser así. Como se ha recordado muy bien en este debate de política general, en las pasadas elecciones, a pesar de la gran abstención, se alcanzó el 52% de votantes independentistas. El referéndum es relevante para legitimar con claridad democrática la voluntad de independencia, pero el grueso de votos independentistas crece en cada convocatoria electoral. Estos votos también valen. Depende de nosotros utilizarlos para el próximo embate. Hay una oportunidad en cada legislatura.
Desde principios del s. XX hasta ahora se han creado unos 150 estados en el mundo, de los 196 ahora contabilizados. Casi un centenar de referéndums de independencia desde la Segunda Guerra Mundial. La voluntad de autogobierno es inherente al concepto de libertad de los pueblos, como dice muy bien el artículo 1 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos de Naciones Unidas. Simplemente Catalunya lo tiene pendiente desde hace generaciones. Quizás no hay que esperar más. Podríamos poner una fecha y hacer el último embate. Si nos lo proponemos podría ser la fecha de las próximas elecciones en el Parlament de Catalunya.
No nos engañemos. Intentar forzar al máximo al Gobierno en la etapa de diálogo, desenmascarar sus excusas de inconstitucionalidad, y tener pensadas y debatidas las opciones por si las conversaciones fracasan, es lo que hace el diálogo real. El resto es un ir haciendo en medio de la represión y con la cabeza bajo el ala. La valentía no es no tener miedo, es superarla, como hicimos el 1 de octubre de 2017. Ahora sabemos más. Utilicémoslo.