El lunes se produjo la primera de las dos imágenes de que quiero hablar. El socialista navarro Santos Cerdán aparecía reunido en Bruselas con Carles Puigdemont y Jordi Turull. El encuentro público oficializaba, solemnizaba, de alguna manera materializaba, la negociación sobre la investidura de Pedro Sánchez entre el PSOE y Puigdemont. Sánchez, mediante el número 3 de su partido, rehabilitaba al president del 1-O y lo convertía a ojos de todo el mundo en interlocutor válido y legítimo. El lunes por la tarde fue un gran día para Puigdemont. No ganó la guerra, pero sí una batalla importante. Sánchez le reconocía, a pesar de que los jueces españoles siguen con la cacería de quien simboliza el intento independentista de 2017. Los telediarios de radio y televisión, las publicaciones digitales y las redes fueron copados por aquella aparentemente anodina escena de unos señores sentados en unos sofás de una oficina como cualquier otra. Al día siguiente, la fotografía estaba en prácticamente todas las portadas de la prensa española y catalana. Aunque todo el mundo sabía que socialistas e independentistas estaban negociando, la exhibición, la voluntad que es hacer explícito lo hasta entonces implícito, escandalizó a las derechas mediáticas y políticas hasta la exasperación (que en una pared se viera parcialmente una instantánea de votantes del 1-O con las urnas fue la gota que para ellas colmaba el vaso del escarnio).
Tanto se exaltaron, que los medios afines al PP y Vox, en vez de hablar de lo que la foto significaba —y significaba que las partes negociadoras se habían situado cerca del pacto—, se limitaron a rasgarse las vestiduras con gran dramatismo. Esto tiene dos motivos. El primero, porque es lo que les sale de dentro, de las vísceras. El segundo, porque hace tiempo que el PP, Vox y sus entornos han asumido que se producirán los acuerdos necesarios y Pedro Sánchez será reelegido presidente. La reunión en Bruselas se celebraba el lunes. El domingo, Vox había concentrado a cien mil personas en Madrid para denunciar al "traidor" Sánchez. El mismo día, el PP reunía a veinte mil personas en un mitin en Málaga, también para reprobar al líder socialista. Tanto el PP como Vox han estado hasta la fecha dirigiendo toda su energía, y su rabia, a intentar hacer naufragar las negociaciones. Su única esperanza radica en un fracaso de Sánchez que forzara la repetición electoral.
El martes, en cambio, la gran protagonista era Leonor de Borbón, que, el día en que cumplía 18 años, juraba la Constitución española. La noticia copó los medios de comunicación, y también las redes sociales. La pompa y el protocolo siempre son muy golosos, visualmente hablando. Primero, las cámaras nos mostraron con delectación las calles engalanadas de Madrid y a la gente agitando miles de banderitas regaladas y, después, todos los detalles de la solemne ceremonia en el Congreso de Diputados. El hemiciclo estaba lleno a rebosar. Sin embargo, lo importante era justamente lo que quedaba fuera de cámara. Lo importante eran las ausencias, unas ausencias por encima de las que algunos quisieron pasar de puntillas. No estaban, por ejemplo, ni el president de Catalunya, Pere Aragonès, ni el del País Vasco, Iñigo Urkullu. Tampoco estaban los diputados de Sumar, ERC, Junts, PNV y BNG. Los ministros Ione Belarra, Irene Montero y Alberto Garzón también se ausentaron. Sí fue, en cambio, la vicepresidenta Yolanda Díaz. En la jura de la Constitución de Felipe VI, en 1986, estaba todo el mundo, también Jordi Pujol y el lehendakari Ardanza. Solo faltó Francesc Vicens, de ERC.
El PSOE es la bisagra que hace que la España de hoy no se rompa
La reunión de Bruselas y la jura de la Constitución, el pasado lunes y martes, nos muestran una realidad quizás dura, pero también, tal vez, esperanzadora. Nos muestran una España dividida, polarizada. Con dos vectores, dos fuerzas tirando en direcciones opuestas. Por una parte, los que no solamente rechazan cualquier progreso, sino que, si pudieran, darían marcha atrás. Son los que utilizan la Constitución y la transición como armas e instrumentalizan a Felipe VI, los que creen que se ha ido demasiado lejos, los que sienten con horror que España se les escapa de las manos. Del otro lado, están las fuerzas que trabajan por la transformación, las izquierdas y los independentistas y nacionalistas. Los que defienden también la pluralidad contra el uniformismo y el centralismo. Aquellos que piensan que, transcurridos casi cincuenta años desde la muerte de Franco, es hora de dar un paso al frente de verdad. En ambos bandos hay, claro está, gente más razonable y gente que desbarra. Pero no es tanto esto lo que querría subrayar, como el momento histórico que estamos viviendo, un momento que puede ser clave, de forma especial, para Catalunya y los catalanes.
Si la derecha y extrema derecha españolista y todas sus extensiones acaban imponiéndose, lo primero que harán será intentar aniquilar, como ya están intentando en València y las Illes Balears, la identidad propia de Catalunya. Y lo harán por tierra, mar y aire. Por eso creo que es sensato —de hecho, diría que hoy Catalunya no tiene otra opción— procurar que no se impongan.
Pero que fracasen el PP y Vox y todo lo que representan depende, en buena parte, de cómo actúe el PSOE (que, dicho sea de paso, está exhibiendo una notable habilidad en la gestión de las negociaciones con los independentistas). Si se fijan, el PSOE es el único actor que aparece en ambas fotos, tanto en la del lunes como en la del martes. Los socialistas negocian con los independentistas y se convierten también en protagonistas en la jura de Leonor. En realidad, aunque el PP y Vox parece que no se den cuenta, el PSOE es la bisagra que hace que la España de hoy no se rompa. El PSOE es además quien puede hacer que la transformación de España, si se llega a producir, sea arreglada y sin un exceso de imprudencias. El PSOE es el gran estabilizador del sistema. Es también quien preserva la Constitución y mantiene en pie la monarquía —¿qué pasaría si se volviera en contra de ella?—, cosa que hace, por cierto, a pesar de que una parte sustancial de sus bases es republicana.