Parece que las sustancias estimulantes mueven el mundo, la historia entera de nuestros antepasados, que las drogas son el auténtico santo grial, el verdadero filtro del amor, la puerta de todos los secretos, de las magias más arcanas, los otros mundos e incluso de la comunicación interestelar con otras formas de vida inteligente. Mucho gimnasio, mucha vida sana, mucha admiración por Kilian Jornet, pero al final la historia del rock y de la canción en general es otra cosa y no se puede describir sin los estupefacientes, al final te olvidas de la letra de lo que cantan y sólo ves a un grupo de pobres almas completamente extraviadas, de desgraciados que gimen, que lloriquean, que se quejan del único amor verdadero que han sabido encontrar en la vida, el amor de la sustancia o sustancias consoladoras, artificiales, manipuladas y que empaquetan la felicidad y la administran. Aseguran algunos estudiosos que los primitivos seres humanos no descubrieron la agricultura, no se pusieron a labrar las tierras porque prefirieran el pan a la carne de mamut, que probablemente, lo que pasó es que se dejaron seducir por la agricultura porque se dieron cuenta de las propiedades estimulantes de la fermentación, porque el trago les puso de un increíble buen humor, y de ahí vino todo lo demás, el estímulo para salir de todos los pozos, todas las medicinas benéficas y liberadoras, el tratamiento del dolor pero también el maltrato que el humano se aplica a sí mismo cuando interioriza la poción mágica. Lo ideal sería que debiéramos recordar, ahora y siempre, el comienzo de la primera olímpica de Píndaro, Ariston men hýdor, lo mejor de todo es el agua. Pero luego continúa: "Por un lado es así, y por el otro el oro, que es como el fuego, que luce atado a la noche".
La nuestra es una de las primeras generaciones humanas que puede destruir el planeta y que también tiene los medios técnicos para acabar completamente con la raza humana. Siempre me ha llamado la atención que un hijo de falangista importante, Antonio Escohotado —su padre es el autor de un trozo del Cara al sol— primero fuera comunista, un comunista rico, un comunista rico con una discoteca en Ibiza, un comunista rico con una discoteca en Ibiza que tomaba drogas. Y que aprovechara la cárcel para escribir una obra inmortal, la Historia general de las drogas (1989), una obra que lo ha hecho muy famoso y no su inicial erudición sobre Marcuse y el marxismo doctrinal. Miradlo ahora, envejecido, después de haber escrito su segunda y extraordinaria obra, Los enemigos del comercio (2013). Antonio Escohotado, habiendo dado la vuelta al mundo y volviendo a casita, al final reconciliándose con papá, al final defendiendo a la ultraderecha españolista más rampante, los tópicos en los que los privilegiados pretenden curarse el complejo de culpa, la necesidad de sentirse limpios en un mundo cada vez más desigual y cruel, este que estamos haciendo entre todos. La exaltación del uso de las drogas, en contraste con la propaganda oficial, fue el régimen nazi, la auténtica vida del canciller Hitler, permanentemente chutado, permanentemente exaltado, un superhombre según la propaganda, pero en realidad, un pobre desgraciado perdido en su propia espiral de odio. Mucho cuidado también con los otros superhombres de poca monta, los de la superioridad moral, los humanos que se presentan políticamente como mejores personas que los demás, los seres superiores que tienen derecho a todo y el resto de los humanos a nada. La droga del narcisismo y del supremacismo ideológico que acompaña a la izquierda nuestra de cada día.