Mira que hace dos años y medio que salgo con mi pareja, un orgulloso exalcohólico (hace más de seis años que no bebe), y estamos acostumbrados a viajar a zonas vinícolas y a hacer cenas románticas alcohol free, pero Dublín se puede coronar como la capital que objetivamente se ha hecho más dura para alguien que no quiere ni puede beber alcohol. Desde el momento en que lo más visitado de la ciudad es el almacén de la Guinness, ya está todo dicho. Siento insistir, pero creo que es el lugar del mundo que he visitado donde toda la vida social gira en torno al alcohol. Aparte de que la publicidad, que está en todas partes, también la encontramos en los shows de la televisión. Incluso yo he sucumbido a mi premisa de sommelier, que puede parecer contradictoria, pero que tiene un significado profundo y primordial para mi profesionalidad y salud mental: intento no beber si no es por trabajo, y en este viaje lo he hecho por placer. No solo porque me encanta el lúpulo y la cerveza bien tirada —porque también se encuentran opciones sin alcohol en los surtidores—, sino porque he descubierto la Irish Pale Ale (la versión autóctona de la mítica Indian Pale Ale) y adoro los amargos. Me gustaría decir que se bebe más vino que hace treinta años, cuando estudiaba en Irlanda, pero la verdad es que, aunque haya subido el consumo de vino en los pubs, solo he visto un par de copas de rosado en algunas mesas gobernadas por unos grupos de mujeres. Uf, qué daño me hace escribir esto, pero he hecho el trabajo de campo. Y es que amo tanto el vino, y estoy tan segura de sus posibilidades, que nunca lo comparo con la cerveza. Los dos tienen su mercado y su momento de consumo.

¿Sabéis lo que me gusta de los pubs irlandeses? Que te dejan probar un par de cervezas antes de escoger. Sí, ya lo sé que a veces también se hace con el vino, pero no tan a menudo. El tema de la Guinness merece ser centro de estudio. ¿Y por qué lo creo? Pues por una razón empírica: históricamente, esta cerveza negra era consumida por personas mayores; ahora, la generación Z la ha adoptado de tal manera que se tiene que racionar su consumo para que haya para todos, también en opción 0.0. ¿Cuestión de marketing? Quizás, pero la he visto en todas partes ahora que la distribuye Diageo.

Irlanda es un país magnífico, y siempre será la tierra de James Joyce, de Bram Stoker, de Mellar Wilde, de Samuel Beckett

El whisky (que significa 'agua de vida') también merece un párrafo. Los irlandeses tienen la peculiaridad que hacen tres destilaciones; particularidad que lo hace más puro y suave. Los escoceses (que solo hacen dos) dirán, con ironía, que hacen tres porque la segunda no les ha salido bien. La diferencia real es que el escocés se elabora con cebada malteada y, en cambio, el whiskey irlandés se elabora con una combinación de cebada malteada y sin maltear. Sí, sí, en Irlanda no es whisky, es whiskey, como en los Estados Unidos. Y una cosa que no gustará a los escoceses: el primero en ser destilado fue el de Irlanda, en el siglo XII, y por unos monjes. Hay muchas maneras de llegar antes al cielo.

Cuando viajamos con Daniel Vázquez Sallés, vamos al cine en lugar de ir a tomar copas. Fue entrar a ver la peli del Bob Dylan a las 18.30 y ver una ciudad viva y llena de estudiantes, y salir a las 21 y encontrarnos inmersos en el videoclip de "Thriller" de Michael Jackson. Un chico con la cara sangrante (y no porque fuera carnaval), otro hablando con una farola, otro vomitando y, en medio de todo este embrollo, un grupo de chicas sin medias a pesar del frío. La verdad es que estábamos como unos actores a punto de ser devorados por the walking death. Es probable que, de noche, aquello que es invisible se vuelva visible, y es mejor ir a dormir para que sea cierto el verso de J.V. Foix que dice: "es cuando duermo que veo claro". Pero Irlanda es un país magnífico, y siempre será la tierra de James Joyce, de Bram Stoker, de Mellar Wilde, de Samuel Beckett. Una tierra donde escuchar en los pubs las versiones que hacen buenos cantautores de canciones de The Cranberries, U2 y The Kelly Family; una experiencia que vale más la pena que cualquier DJ de Ibiza. En Dublín se pueden sentir, y no (solo) musicalmente, las cuatro estaciones en un mismo día: el frío de la mañana, el sol del mediodía, la lluvia a media tarde y la escarcha por la noche. «Have you ever seen the rain», pero siempre mirando al otro lado cuando atraviesas, porque, en eso de conducir, sí son ingleses. Dublín es entender, si visitas el Museo de la Inmigración, que tres de los Beatles tienen raíces irlandesas, como también las tenía Grace Kelly u Obama. Y, como las guerras siempre cambian de dirección, fueron neutros en la Segunda Guerra Mundial para ir contra Inglaterra. ¡Y como les gustan los descuentos! No me he llevado ningún collar con el trébol, pero he vuelto con los ojos más verdes. Esta es mi historia y este es mi Dublín.