Dado que mi artículo del pasado domingo ha generado numerosas réplicas —algunas críticas bien argumentadas, otras no tanto; algunas correctas, otras insultantes— considero oportuno no esconderme y responder.

Defendía entonces que, ahora que ha vuelto a llover y antes de que llegue una nueva sequía, sería prudente que el president Illa tomara precauciones y demostrara más sensatez y coraje que sus predecesores conectando las redes fluviales. En particular, llevar a cabo el proyecto —reclamado por ingenieros y economistas— de conectar mediante una simple tubería el Consorcio de Aguas de Tarragona con el sistema Ter-Llobregat. De este modo, solo en caso de necesidad y si el caudal del Ebro lo permite, se podría abastecer de agua el área metropolitana de Barcelona, en lugar de recurrir a la opción poco sostenible de transportar agua en barco.

Me dirijo especialmente al señor Jaume Trilla i Torné, a quien aún no tengo el placer de conocer, porque me ha enviado una carta amable con críticas contundentes. Supongo que mi respuesta también servirá a otros que han planteado objeciones similares. "¿Van a coger el agua que pasa por delante de nosotros y usted, periodista, no va a decir nada?", me pregunta el Sr. Trilla. Más allá de que considero que el agua, pase por donde pase, es un bien común —y recalco lo de común—, mi propuesta no contempla en ningún caso un trasvase sistemático del Ebro. Todos sabemos que no conviene y, en condiciones normales, tampoco es necesario.
De hecho, no hablo de agua como recurso permanente, sino de situaciones de emergencia. Tiene todo el sentido contar con una infraestructura que no debería utilizarse jamás, salvo en circunstancias excepcionales como las que hemos vivido en los últimos años. Y, desde luego, es preferible a la barbaridad de transportar agua en barco, una solución claramente insostenible y que no puede durar mucho tiempo.

Los efectos del cambio climático sobre el Delta del Ebro están ampliamente estudiados, los proyectos para combatirlos están definidos y solo falta ejecutarlos sin las dilaciones propias de la burocracia ni los obstáculos derivados del politiqueo o de un cierto activismo poco constructivo que ni hace ni deja hacer

Es comprensible la desconfianza de los habitantes del sur del Principat, históricamente marginados por las administraciones públicas. Pero en materia de agua no debería haber temor si se regula por ley —y lo subrayo: por ley— el uso del conducto, permitiéndolo exclusivamente cuando haya una situación de emergencia por sequía y el caudal del río supere un mínimo previamente establecido. La tubería entre el Tarragonès y el Penedès no debe verse como una amenaza al Delta del Ebro, porque no lo es ni debe serlo.

La regresión del Delta es un problema serio, pero como han demostrado numerosos especialistas, no depende únicamente del caudal del río. Requiere múltiples actuaciones: movilizar sedimentos de los embalses para regenerar el Delta, aumentar la materia orgánica en humedales y arrozales, y reforzar las playas más vulnerables con aportes adecuados de arena. Como ya he señalado, los efectos del cambio climático están identificados, existen proyectos para combatirlos y solo es necesario ejecutarlos sin más pérdida de tiempo, evitando bloqueos burocráticos, partidistas o de plataformas que dificultan más de lo que ayudan.

El Sr. Trilla también me reprocha no haber dedicado “ni una sola frase a analizar las inquietudes de las comarcas de donde se sacaría el agua”. Reitero que no se trata de quitarle el agua a nadie, pero sí puedo hablar de las preocupaciones legítimas de la gente del Ebro. Empecemos por el escándalo del proyecto Castor, que trajo terremotos al Montsià y el Baix Maestrat, y cuyo desmantelamiento aún hoy representa un riesgo de nuevos temblores y de vertidos de hidrocarburos al mar. 

Con tanto trabajo por delante, el Ebro no necesita defenderse de fantasmas imaginarios. Tiene suficientes argumentos y fuerza como para pasar al ataque

Y hay más agravios. Las comarcas del sur del Principat, especialmente las Tierras del Ebro, han cargado con Castor, con centrales nucleares y con petroquímicas, y sufren déficits históricos que lastran su desarrollo y el progreso de sus habitantes. Las comunicaciones son un ejemplo claro: urge desdoblar la N-340, la N-240 y la C-12, para que funcionen como autovías, igual que en otras zonas del país. Las líneas ferroviarias R-15 y R-16 están en un estado lamentable y requieren inversiones, pero sobre todo e inmediatamente un aumento de la frecuencia de los trenes. Como botón de muestra: ¡¡¡en la R-15 no hay ningún tren entre las 8:26 y las 12:15 de la mañana!!! Tampoco podemos olvidar que desde hace años se reclama la construcción de un nuevo hospital de referencia para las Terres de l’ Ebre, en Tortosa, que sigue pendiente...

Con la ayuda de un buen amigo he intentado cumplir con los deberes que me pedía el Sr. Trilla. Y servirá de algo si, en lugar de alimentar paranoias y fatalismos, ayuda a dejar claro que no existe ninguna conspiración barcelonesa contra las Terres de l’ Ebre, como algunos pretenden hacer creer para sacar provecho de un conflicto inexistente. Con tanto por hacer, el Ebro no debe defenderse de fantasmas. Tiene argumentos y fuerza de sobra para pasar al ataque.