Tal día como hoy del año 1610, hace 413 años, en la plaza de la Grêve de París, ejecutaban mediante el método de la cremación en vivo a François Ravaillac; que dos semanas antes había asesinado a cuchilladas al rey Enrique IV de Francia, el primer Borbón en el trono de París. Según las fuentes documentales, el gigante Ravaillac (medía más de dos metros de altura) estudió las rutinas del rey durante días y, finalmente, el 14 de mayo de 1610, a las cuatro de la tarde, paró la carroza real en la calle de la Industria de París, se introdujo en el interior del coche y apuñaló al rey, provocándole la muerte.

Aquella muerte causó un gran impacto en los estamentos del poder y en el conjunto de la sociedad francesa de la época. Desde un primer momento se sospechó que Ravaillac era un agente de la monarquía hispánica que pretendía desestabilizar Francia. Cuatro años y medio antes (5 de noviembre de 1605) la policía inglesa había desarticulado una gigantesca conspiración urdida por la cancillería de Madrid, que tenía el objetivo de volar el Parlamento de Londres con el rey Jaime I y los comunes en su interior. Ravaillac fue detenido, interrogado y torturado, pero nunca reconoció trabajar para una potencia extranjera.

Finalmente, fue condenado a muerte y conducido a la plaza de la Grêve, lugar habitual de ejecuciones. Allí fue quemado vivo con hierros al rojo en el pecho, en las caderas y en las piernas; y con azufre ardiente en las manos. Poco después le vertieron sobre las heridas una mezcla de plomo derretido, aceite hirviendo y resina ardiente. Y, finalmente, lo ataron de pies y manos a cuatro caballos y fue descuartizado. La impunidad con la que había actuado impulsó la creación de una guardia que en 1622 fue llamada Corps desde Mousquetaires de la Garde Royale (Cuerpo de Mosqueteros de la Guardia Real).