El caso Negreira, como todas las polémicas, puede ser observado desde muchas ópticas distintas. La más relevante, sin lugar a dudas, es la demostración explícita de las ganas que hay en España de destruir al Barça. Está claro que se trata de una campaña de desprestigio, contra el buen nombre y la reputación del club. Tan débil jurídicamente que requiere de la implicación de múltiples elementos institucionales para intentar sostener el globo mediático que se ha querido crear. Responde a un patrón que, desde que conocemos cómo actúan las cloacas del estado, es bien conocido: filtración de una investigación, que debería ser secreta, para saltar del plan judicial al plan mediático y activación de todos los altavoces de la caverna. Seguimiento por parte de otros medios, vulnerando todas las garantías jurídicas de la persona física o jurídica afectada, e implicación de todo tipo de personajes e instituciones en la causa para que la opinión pública sepa que ya se ha dictado sentencia. De la caverna al Madrid y del gobierno español a la Liga, pasando por toda la orla del establishment, hay mucha gente interesada en perjudicar al Barça pero, por encima de todos, Javier Tebas. De nuevo, el franquismo.
Por la situación que está viviendo el Club es muy probable que el Barça-Madrid de esta semana sea recordado por la historia en todos los ámbitos: deportivo, social e institucional
La represión que el estado está aplicando en Catalunya es de primer nivel y en todos los órdenes. Se trata de la destrucción total del adversario: la nación catalana. Aunque parezca mentira, esta acción cuenta con la colaboración de elementos internos. Por miseria o por un mal cálculo creen que ayudar a volar el templo en el que ellos están dentro es una buena idea. Ha habido fuertes ataques al concepto de nación durante años y de la pereza de construir una buena defensa han nacido teorías nefastas de resultado dramático. El estado, en cambio, tiene clara la venganza y sabe que la determinación por subsistir se basa en sentirse nación: voluntad, identidad, símbolos. Y entre los símbolos, el Barça, el ejército simbólico desarmado de Catalunya según Vázquez Montalbán. Van determinados a destruirle. La amenaza es real y se ha hecho explícita desde numerosas instituciones. Saben que no hay causa. Saben que este hecho no importa. Saben que si alguna vez llega la justicia, el mal ya estará hecho. Supongo que no es necesario entretenerse en ejemplos recientes.
Este domingo es día de partido. Y no es un partido cualquiera. Por la situación que está viviendo el Club es muy probable que el Barça-Madrid de esta semana sea recordado por la historia en todos los ámbitos: deportivo, social e institucional. Del desenlace del partido del domingo depende —en gran medida— deportivamente el desarrollo de la Liga; institucionalmente, la capacidad de resistencia del club y, socialmente, seguir haciendo cierta la descripción de Vázquez Montalbán. El Camp Nou del domingo debe ser todo lo contrario de lo que fue el primero de octubre de 2017, uno de los momentos más lamentables de la historia reciente del Club. El Camp Nou del domingo debe ser, como en otras ocasiones, el símbolo de resistencia. La expresión pacífica y firme de quienes no se dejarán pisar. La expresión clara e intensa de un club que late con la voluntad de su país. La expresión catalana y universal de 125 años de historia de quien nunca se ha doblado ante la injusticia.