Las protestas promovidas por la derecha extrema en el barrio de Salamanca de Madrid han ido teniendo réplicas en todo el Estado, incluida Barcelona. En este caso, los primeros a apuntarse han sido vecinos del Upper Diagonal, preparados con banderas españolas por santo y seña. No se veía la estampa del facherío desde las movilizaciones españolistas contra el 1 de Octubre, que también bajaban de la parte alta de la ciudad. Y, como entonces, también se tapaban la cara. Claro que entonces también se permitieron impunemente agredir a otros vecinos y hacer una exhibición, intimidatoria, de violencia gratuita con la bendición o pasividad de cuerpos policiales.
El caso es que a pesar de la rotundidad de la evidencia, seguimos asistiendo al tópico de que el independentismo es un asunto de las clases altas de este país sin predicamento ni repercusión en los barrios trabajadores. Cuando lo que parece descaradamente cierto es que la extrema derecha sí es hija de los barrios más ricos. O como mínimo allí tiene un notable predicamento. Igual que las grandes corporaciones del Ibex, sin debate ni discusión posible, son ferozmente contrarias al independentismo y defensoras a ultranza del estado monárquico, los barrios más adinerados son feudos de la derecha españolista.
Sólo hay que observar los resultados, por distritos, en las últimas elecciones españolas en la ciudad de Barcelona. El mejor resultado de VOX fue en el distrito de Sarrià-Sant Gervasi. Y también fue aquí donde tuvo el mejor resultado el PP y Ciudadanos. Y si entramos en barrios concretos de renombre, como Pedralbes, el PP se disparaba al 27 por ciento y VOX sumaba el 12'5 por ciento, su mejor resultado en Barcelona. También es verdad que es precisamente en este distrito que hizo el mejor resultado la candidatura liderada por Laura Borràs. Es el único distrito, el más rico, donde globalmente ganaron los de Puigdemont, que se llevaron el 20 por ciento de los votos. Mientras el peor resultado de los postconvergentes fueen el barrio de renta más modesta, Nou Barris, con un escaso 5 por ciento. Es aquí, justo en este punto, que se sostiene el relato que predica determinada izquierda, porque el voto en una de las formaciones indepes tiene este notable sesgo. Pero al mismo tiempo obvia las otras formaciones independentistas y la evidencia clamorosa de la fuerza y peso de la derecha extrema, casposa y neofranquista en Pedralbes. Este mismo argumento valdría para concluir que la defensa de la unidad de España es sólo una causa de la derecha rancia y nostálgica. Y no. Está precisamente al lado de esta derecha que ha desfilado determinada izquierda, al menos en Catalunya, los últimos años. Por el contrario, el voto más homogéneo en la ciudad fue a los republicanos, de largo. ERC hacía su mejor resultado en Sants-Montjuïc con un 22,7 y el peor en Nou Barris con un 15,6. El PSC, en cambio, obtenía un 28,9 en Nou Barris y un 14,4 en el barrio de Gràcia.
El hecho irrefutable es que tanto el independentismo como el españolismo, con tantos matices como haga falta, son muy transversales. Ahora bien, no es menor que sean los barrios más ricos los que lideran las manifestaciones más agresivas de esta derecha extrema y nostálgica del franquismo. Como tampoco es casualidad que cuando se sube ligeramente el tipo impositivo a rentas a partir de 100.000 euros (90.000 de base imponible) quien proteste iradamente sean personas vinculadas a la postconvergencia que se desgañitan gritando que es un atentado a la "clase media apurada". Esta percepción de lo que es clase media —apurada, ergo, que tienen una cantidad de trabajo para llegar a final de mes— también explica muchas cosas si no es que sencillamente se trata de tomar el pelo a la gente. O de disfrazar la defensa de un interés de parte del interés general. Como tampoco es casualidad que sea el partido de Mas y Puigdemont quien lidera la contestación al impuesto de sucesiones, caracterizándolo de confiscatorio y un agravio sangrante a la transmisión de una vivienda de padres a hijos, cuando aquello que grava es precisamente todo (el patrimonio) salvo precisamente la vivienda habitual de los progenitores. Y debe de ser positivo que haya sectores que se reclaman independentistas contrarios al impuesto de sucesiones o al incremento del IRPF para las rentas más altas, también si predican el libre mercado o la reducción del sistema impositivo. Es legítimo. Lo que ya no parece tan positivo —y todavía menos honesto— es hacerlo a partir de falacias o sobreactuando como si les hubieron arrancado una muela. Otra cosa es que efectivamente Catalunya sufre un déficit fiscal sangrante que se ha perpetuado y que estresa la economía del país, tanto que lo empobrece y lo condena a la subalternidad. Pero este drama no exime de optar por una fiscalidad justa y progresiva en función de aquello que efectivamente es competencia catalana. Sólo predicando con el ejemplo te ganas la confianza.
La cuestión no es menor. Sobre todo ahora que habrá que afrontar un escenario de crisis económica y de emergencia social como recordaba, punzante, David Fernández en el FAQS. Pueden volver las viejas recetas, al grito "ni de derechas, ni de izquierdas. España y los españoles", que también lo oímos en versión catalana. O bien afrontar la crisis cambiante el paradigma. El déjà vu responde al frame que hizo suyo Albert Rivera en su cenit, cuando en Mallorca proclamaba "recorriendo España yo no veo rojos y azules, veo españoles; no veo jóvenes y mayores, veo españoles; no veo creyentes y agnósticos, veo españoles. Vamos a unirnos para recuperar el orgullo de pertenecer a esta gran nación". Cabe decir que el deje de Rivera tampoco es nuevo. En las manifestaciones de exaltación franquista de la posguerra también se decía "Ni rojos, ni azules. ¡españoles!". Es una vía ya ensayada. Pero bien se puede plantear responder, a la crisis, cambiando los remedios. Curiosamente, por primera vez, Francia y Alemania han puesto encima de la mesa una propuesta que parece apuntar a un nuevo savoir faire. Ahora, cuando los gigantes europeos apuntan tímidamente hacia nuevas maneras, no nos hagamos los sordos desde aquí.