Raül Romeva es un tipo desaprovechado. Quizás también en su faceta docente. Pero sobre todo política. Es cerebral, analítico y reposado. Y en los tiempos que corren, estas condiciones son agua bendita, aunque él—de acuerdo con su praxis racionalista— queda claro que de creyente tiene más bien poco. Cuando la política es tan estomacal —la nuestra en particular—, leer a un tipo que rehúye el chantaje emocional y las bajas pasiones, es una rareza. Cuando además razona, es balsámico. Sin embargo, admite que “con la razón se gobierna, pero son las emociones las que ganan elecciones”.

Esta actitud, paradójicamente, también significa nadar a contracorriente. Tal es la involución. Y con respecto a nadar, Raül hace gala, deportivamente hablando. Y tiene en ello un máster académico. Pero es la práctica del deporte, lo que más lo apasiona. Genética aparte (todo ayuda) no está fibrado de casualidad.

Raül no es de tótems; es un hombre que se debate entre el ateísmo y el agnosticismo. En cambio, demuestra, tozudamente, ser un hombre de firmes creencias, de firmes convicciones. Cuando las cosas se ponen feas, no se encoge. Y en este punto ha predicado con el ejemplo. Allí donde tantos otros perdían la fuerza por la boca, Romeva asumía las decisiones y sus consecuencias. ¡Quizás por eso ha escrito 'Idiota!', porque no rehúye de dar su opinión.

Ante la ira de la turba

Cuando se pone a escribir, brota ese carácter suyo, que a veces parece que requiera una pizca extra de genio, como si se tuviera que salpimentar. Pero hay que decir que en el 'Idiota!', exhibe una buena dosis, de carácter. Y apunta sin manías todo aquello que lo saca de quicio. Tanto, que saca las garras como nunca, y señala el imperio de la idiotez que aflora en las redes. Temerariamente, porque esta actitud significa exponerse a la ira de la turba y la ley de la selva.

No hay nada dócil en el planteamiento de 'Idiota!.' Se muestra respetuoso y pacífico, pero al mismo tiempo combativo. Todo es posible a la vez, como suele decir uno de los pocos autores coetáneos —exrecluso como él— que cita a lo largo del texto: 132 páginas que se devoran con facilidad, por poco que se tenga una mínima inquietud intelectual.

Cualquier proyecto que aspire a la hegemonía necesita transitar por el carril central.

Más que una denuncia del estercolero en que se han convertido las redes sociales, 'Idiota!' es un punzante ensayo —con un título tanto contundente como provocador— a favor del respeto y la tolerancia. Podía haberse quedado en la estricta denuncia de esta deriva populista que va empapando todos los rincones de la sociedad y que arrasa en las redes. Y no, es propositivo.

Al mismo tiempo, reivindica los liderazgos 'empáticos y respetuosos' frente a los 'victimistas', siempre que denuncia los liderazgos construidos sobre la base de fidelizar adhesiones 'para ir en contra de'.

Simplicidad versus simplismo

'Idiota!' es un ensayo denso, pero se deja leer. No es simplista, sino que tiene la virtud de simplificar, una significativa diferencia que Romeva se encarga de subrayar. El simplismo es propio de todos los populismos. La simplicidad, una virtud. Estamos ante un texto académico, pero no de un tratado pretencioso cargado de citas todavía más pretenciosas. Es académico por deformación profesional. Porque el autor es un tipo de una formación abrumadora, que habla tantas lenguas como un ínclito erudito de la Torre de Babel.

Si bien 'Idiota!' no tiene nada que ver con 'Merèixer la victòria' de David Madí, hay una tesis central que comparten. Cualquier proyecto que aspire a la hegemonía, necesita transitar por el carril central. Cuando una propuesta es arrastrada al extremo, genera tantos anticuerpos que inevitablemente lleva al frontisme, a la política de bloques. Creo haberle leído a Jordi Pujol —o escuchado—, que tan importante es seducir como no enervar al resto, y alimentar así una visceral oposición. No lo dijo con estas palabras, el presidente, pero venía a ser eso. Desafortunadamente, alguno de sus discípulos hace exactamente lo contrario y lo ha disfrazado de coraje y dignidad. Ojalá todo fueran Rulls o Girós, gente que gestiona el respeto como un valor intrínseco incorporado a su credo.

Zelotes y la proliferación de idiotas

Recuerda Raül que el más encendido de los 'puros' siempre vive pendiente de si 'aparece alguien más que le discute el estatus'. Cita el caso de los zelotes, patriotas judíos, 'tan fanáticos y extravagantes... acababan siendo siempre un obstáculo para su propia causa'.

Hay muchos más idiotas de los que nos pensamos. Pero muchos más. Todo el mundo es candidato a ser idiota, empezando por uno mismo, afirma Romeva. Ni que sea puntualmente. 'Creer que todo el mundo es estúpido, menos uno mismo, no deja de ser un síntoma de estupidez'.

Cita como anécdota una vivencia personal. Además de nadar en mar abierto, Raül hace piscina. Como lleva la cabeza rapada, optaba, por comodidad, por nadar sin gorro. Un día se lo prohibieron. O se ponía el gorro o no le permitían nadar. El caso es que nadando en el carril de al lado podía haber un tipo de barba profética y peludo como un oso, mientras que él se depila. Las obligaciones, las normas, tienen un sentido. Cuando lo pierden, solo son normas estúpidas.