No hay rincón en Europa que no se sienta amenazado tras los atentados de París. Y, en parte, es normal que sea así. La capital francesa esperaba un ataque terrorista como el del pasado viernes desde el atentado al semanario satírico Charlie Hebdo el pasado mes de enero. Aquel día de invierno, París perdió la seguridad de una gran potencia y se despertó abruptamente en medio de un polvorín terrorista al que no eran ajenos compatriotas suyos. Este fin de semana ha sido mucho peor: los parisinos se han visto desbordados con una serie de ataques en cadena que no han hecho otra cosa que confirmar que a partir de ahora se tendrán que acostumbrar a vivir con miedo. Un miedo que va a dar alas al Frente Nacional de Marine Le Pen y a su discurso contra la inmigración, y que también va a permitir a Nicolas Sarkozy introducir en el debate político la necesidad de cambios legislativos para garantizar la protección de los franceses. Por su parte, el presidente Hollande, que demostró gran entereza y liderazgo tras el atentado a Charlie Hebdo, aparece hoy claramente superado por las circunstancias y por un debate para los próximos meses centrado exclusivamente en la seguridad. Su primera iniciativa, solicitar que el recién decretado estado de emergencia se prolongue durante tres meses, para lo que llevará al Parlamento la modificación de una ley de 1955 que sólo autoriza doce días.
Aunque en Catalunya las autoridades resaltan que no hay una amenaza concreta de atentado en estos momentos, es cierto también que desde el atentado al semanario satírico francés existe en el Principado lo que el Gobierno español considera un riesgo singular. De hecho, además de las detenciones conocidas en los últimos meses (en abril se detuvo a 11 personas y los Mossos hablaron de un riesgo inminente por algunos planos requisados), se ha reforzado al máximo, sin que trascendiera a la opinión pública, la seguridad de algunos acontecimientos ciudadanos y deportivos ante informaciones que advertían de una amenaza terrorista.
Esa es, por tanto, la batalla que el terrorismo no debería ganar. La del miedo generalizado en la población. La del retroceso en las libertades básicas y el hostigamiento al que viene de otro país, habla en otra lengua y reza en otra religión.