Las veces que debéis haber oído hablar más de religión en la radio generalista es cuando hacen referencia al tráfico al Nus de la Trinitat. Siempre hay aglomeraciones y problemas en este memorable punto de las carreteras catalanas. Lo crearon para descongestionar el tráfico en 1992 por los Juegos Olímpicos en Barcelona. Es un intercambiador de vías para entrar y salir de Barcelona. El típico lsitio de colas y discusiones cuando vas en coche. Es elocuente que se llame "nudo de la Trinidad", porque la Trinidad, teológicamente, es también un nudo y un intercambiador y un nido de discusiones. Explica la leyenda que san Agustín, que es uno de los grandes filósofos y teólogos del cristianismo y que tuvo una vida disoluta hasta que se hizo monje, un día estaba en la playa y vio a un niño que intentaba llenar de agua una concha. Le preguntó qué hacía y el pequeño le respondió que intentaba poner todo el mar dentro de esta. San Agustín, con aquella racionalidad de los adultos, respondió que eso no era posible. El niño, con aquella lucidez de los niños, le dijo que más difícil sería que él entendiera el misterio de la Trinidad.
A finales de agosto se recuerda siempre a santo Agustín y a su madre Mónica. Suele ser representado con el báculo, con un corazón partido por la mitad y con una concha. De hecho, en muchas ilustraciones se le representa con la madre al lado. El doctor, obispo y monje Agustín murió el año 430, un 28 de agosto, en Hipona, hoy Argelia. Va bien recordar a los fundamentalistas cristianos que el cristianismo, que nació en Oriente Medio, tiene santos como Agustín, que de blancos no tienen nada. De hecho, él es conocido como "el africano". La idea de un cristianismo blanco e inmaculado denota falta de cultura, no ya religiosa, sino de cultura general.
Se atribuyen a san Agustín frases que podrían ser hashtags o figurar en camisetas sin complejos: "Señor, hazme casto, pero todavía no", o "Ama y haz lo que quieras, pero no hagas lo que quieras con la excusa de amar". En Catalunya tiene veneración en el Lluçanès y en el centro del Raval una de las parroquias cerca de la Boqueria es precisamente la de Sant Agustí. Escribió las Confesiones y también La ciudad de Dios y no existe alumno de teología que no haya pasado por las lecturas de san Agustín, porque no se trata de un personaje secundario en la historia de la Iglesia, y su obra De Trinitate es para un teólogo como la Divina Comedia para un filólogo.
Autopistas espirituales, pocas y peligrosas. El trayecto de los grandes ídolos suele ser más tortuoso, lleno de curvas y pliegues existenciales y mucho menos evidente y rectilíneo de lo que nos venden
Agustín se sintió atraído por el maniqueísmo, le iba perfecto para explicar el bien y el mal, pero le pareció insuficiente. Se dedicó a la retórica, y de hecho fundará escuelas de retórica, también en Roma. Sus intereses se resumen en tres conceptos claves: la verdad (total), el alma y Dios. No se contenta con verdades parciales o placeres a corto plazo.
A san Agustín se lo considera uno de los cuatro Padres de la Iglesia Latina, junto con Jerónimo, Gregorio y Ambrosio. Sus obras se han conservado bien y abarcan desde textos autobiográficos a apologéticos, morales, pastorales. Su sed por el conocimiento no le viene por la espiritualidad sino gracias a la filosofía: hijo de madre cristiana y padre pagano, es solo cuando le cae en las manos la obra Hortensius de Cicerón cuando empieza a hacerse las preguntas más interesantes sobre las realidades invisibles.
Hay una tendencia a bautizar a los santos, pensando que ya eran cristianos y perfectos antes de nacer. Con el afán de tener referentes (ideológicos, espirituales, inspiracionales), la gente olvida que son personas humanas. La libertad, el proceso de conocimiento, los aciertos, los tropiezos (él mismo tuvo un hijo antes de ser monje) son más habituales y plausibles. Autopistas espirituales, pocas y peligrosas. El trayecto de los grandes ídolos suele ser más tortuoso, lleno de curvas y pliegues existenciales y mucho menos evidente y rectilíneo de lo que nos venden.