Este domingo se celebrarán elecciones federales en Alemania, unas elecciones anticipadas que son una clara muestra de los momentos difíciles por los que pasa la primera economía europea. Un país que hasta hace poco era referente de estabilidad política y de economía robusta, y que hoy navega en la incertidumbre, el desencanto, una altísima polarización interna y una desconfianza creciente hacia el futuro.
De estas elecciones surgirá el próximo canciller, es decir, quien se supone que es el principal líder político europeo, ya que lo es también del mayor país de la UE, tanto en población como en PIB. Algo que es especialmente relevante en un momento de desconcierto creciente en la mayoría de las capitales europeas, y en la propia Bruselas, ante los colosales desafíos que está planteando el inicio del segundo mandato de Trump. Y en especial, respecto de las negociaciones de paz por Ucrania, iniciadas unilateralmente por la nueva administración estadounidense, sin contar con la propia Ucrania invadida; menospreciado de forma ostentosa a la Unión Europea y sus países más destacados.
Porque digámonos las verdades. En una Europa desconcertada y dividida, con un Macron del todo amortizado, la única opción de liderazgo real europeo para coger y reaccionar ante los embates de Trump, y de su entorno, radica en el futuro canciller alemán. Y esto siempre que este tenga no solo las capacidades y la voluntad de ejercerlo, sino que tenga también la suficiente estabilidad interna como para poder proyectarse hacia el exterior y ser capaz de generar discurso y cohesión dentro de un liderazgo europeo muy fragmentado.
¿Veremos cómo nace este nuevo liderazgo a partir de este domingo?
Lo que sí que sabemos, o como mínimo todo lo indica, es que los resultados que surgirán de estas elecciones marcarán un antes y un después en la historia contemporánea de la República Federal, en la medida en que seremos testigos de la ruptura definitiva de un sistema de alternancia de gobierno (entre cristianodemócratas y socialdemócratas) que ha sido la norma desde la reunificación alemana de 1990, hace 35 años. Una ruptura que, además, implica relegar al partido socialdemócrata a una tercera posición, por detrás de la extrema derecha de Alternativa para Alemania (AfD).
Y es que las encuestas actuales dan una proyección del voto del 30% a la CDU/CSU, del 21% a AfD (y, por lo tanto, a solo 9 puntos de distancia del primer partido), más un 16% a los socialdemócratas (en horas muy bajas), seguido de un 13% a los Verdes. Los tres otros partidos (Die Linke, 7%; BSW, 5%, y Liberales, 4%) van moviéndose en torno a la mágica cifra del 5% de los votos, que determina en gran medida la posibilidad de tener, o no, representación parlamentaria.
En estas elecciones seremos testigos de la ruptura definitiva de un sistema de alternancia de gobierno entre cristianodemócratas y socialdemócratas
En el caso de la CDU, la esperanza de un buen resultado (más en escaños que en votos) se basa, precisamente, en la posibilidad, hasta hace pocos días muy probable, del hundimiento total o parcial de los tres partidos más pequeños: Liberales (que todo indicaba que desaparecerán del arco parlamentario) y los dos partidos de izquierda radical, Die Linke y el recientemente creado BSM. La apuesta de la CDU es un escenario con poca o nula representación de estos tres partidos, que facilite una Grosse Koalition con un solo segundo partido (socialdemócratas o verdes), de modo que la competencia de estos dos para formar parte del gobierno rebaje sus exigencias —tanto en carteras como en políticas— y, por lo tanto, eventualmente refuerce a la CDU.
Pero esto, que era bastante factible sobre la base de lo que decían las encuestas a finales de enero, en los últimos días ha ido cambiado. En las últimas semanas, hemos visto reavivar la intención de voto a favor de Die Linke, y si bien la de BSW (el nuevo partido de izquierda radical, pero antiinmigración) va bajando, todavía no ha caído del 5%. Incluso los Liberales repuntan un poco y aspiran a algún escaño.
La realidad la sabremos el domingo. Y a partir de aquí veremos qué nuevo liderazgo se va configurando en Berlín. Como también veremos realmente quién es Friedrich Merz, el candidato a canciller de la CDU, cuando asuma el cargo, como todo indica que será el caso. Sus precedentes no son especialmente estimulantes, pero las opciones que en estos momentos tiene Europa encima de la mesa son las que son.
También podremos valorar a partir de la noche del domingo cuál habrá sido el impacto en los resultados electorales de los últimos ataques de carácter terrorista tanto en Alemania como en la vecina Austria. Como también podremos evaluar el efecto del sorprendente discurso del vicepresidente estadounidense, J.D. Vance, en la Conferencia de Seguridad de Múnich, donde más que hablar de las temáticas de este encuentro anual, parecía que estuviera haciendo campaña electoral a favor de AfD, en línea con el apoyo reiterado a este partido de extrema derecha por parte de Elon Musk, el otro hombre de máxima confianza del presidente Trump.
En vistas de ello, el nuevo canciller hará bien en tener en mente las recientes declaraciones de la directora del Istituto d'Affari Internazionali, el principal think tank italiano en el ámbito de las relaciones internacionales (tradicionalmente moderado y atlantista), cuando decía "¿Cómo se puede colaborar con aquel que te quiere destruir?", ante la más que evidente voluntad de la actual administración estadounidense "de debilitar o, incluso, de destruir nuestra democracia".