Pedro Sánchez ha rentabilizado de forma genial su brevísima presencia en la Moncloa y se ha impuesto con rotundidad el 28-A. En un país como España, donde siempre se anticipan cadáveres políticos con cierta alegría, Sánchez no solo ha sobrevivido a la presión de los barones de su partido para enterrarlo definitivamente (Felipe González y Alfonso Guerra pasan desde hoy a formar parte de la clase jubilada), sino que ha conseguido mantenerse vivo con una presidencia de perpetuas promesas sociales todavía no implementadas, y todo con una fuerza bien escasa que ahora podrá engrandecer con la posibilidad de escoger a su próximo acompañante de viaje. Las élites españolas presionarán por un pacto del PSOE con Ciudadanos, lo cual no será muy difícil, dado que la palabra de Albert Rivera es tan volátil como las hojas de un arbusto en la tormenta. Ya veremos. Con respecto a Catalunya, podemos decir que el electorado independentista aguanta y resiste, mientras tolera los incumplimientos y las mentiras de los partidos que hasta ahora lo han representado. Puigdemont aguanta el embate y respira, porque sabe que su lucha de verdad se debatirá en las europeas. Afortunadamente, y como pedía un servidor de ustedes, los electores han engordado el poder de Esquerra, y ahora Junqueras intentará erigirse como el nuevo interlocutor del catalanismo en Madrid, rebajando el tono de la independencia a cambio de un plan de clemencia con los presos. Cuanto más fuerte sea la presencia de Esquerra en este sentido, mayor será su quiebra. De momento, ya tenemos al cerdo cebado. Ahora habrá que esperar el momento de hacer butifarras. Todo llegará. Paciencia.