Había una vez un movimiento político y social denominado independentismo con unos líderes que acostumbraban a decir que votando se te curarían todos los males. Este, y no el sentimentalismo nacionalista ni las manis de récord guiness, fue el punto musculoso de una iniciativa que ha cambiado el curso del país en menos de una década. Votar, votar y votar, gritábamos hace tiempo, lo que se tradujo después en decidir, decidir y decidir, palabras que, con más o menos fortuna, traducían el concepto que nunca se había atrevido a vociferar el catalanismo: autodeterminación. Pero de una sociedad que lo quería someter todo al poder de las urnas, por desgracia hemos pasado hace muy poco a una situación en que los líderes ya solo cantan: preservar, preservar y preservar. Se refieren, como sabéis, a meter los resultados del 21-D en un cajetín de marfil, como si el viraje de sus programas y las decisiones tomadas las últimas semanas no fueran algo que deba contar con el visto bueno del pueblo catalán, a quien se ha acabado regalando la condición de simple espectador.
Calentar a la peña y hacer agitprop para acabar siempre pactando con Madrit y repartirse las migajas del país era algo de lo que los convergentes habían hecho su particular máster ficticio. Pero ahora, en un ejercicio interesantísimo, es Esquerra la que ha hecho de liebre, tragándose el sapo de la doble y de la triple moral con un documento extraordinario (bien, una ponencia, que es como los cursis disfrazan el arte retórico de hacer croquetas) sobre cómo conseguir la independencia a través de la multilateralidad y la acción concertada entre almas dispares. Hay que ser compasivo con los amigos de ERC, porque en eso del eufemismo van mucho mal. Fijaos si no en este bellísimo fragmento del texto donde se dice que "Hay que empezar a entender que el proceso hacia la República Catalana será claramente multilateral (...) no solo porque implique algún tipo de negociación entre independentistas y Estado matriz, sino que ambos actores son internamente plurales y, al mismo tiempo, están rodeados de otra multiplicidad de actores (otros Estados, organizaciones internacionales, empresas, sindicatos)".
Seguiría citando múltiples fragmentos del texto, como mi frase predilecta ("Todo ello hace que los actos unilaterales por parte del movimiento independentista sean solo una pequeña parte de una dinámica mucho más compleja"), pero no os quiero agotar la paciencia. Como sabemos todos los que alguna vez hemos corregido una redacción de adolescentes, no hay defecto mayor en un texto que marear la perdiz con paja y expresiones que, de tan vejadas, pierden todo el sentido original. En efecto, como dice el documento, no hay ninguna independencia que haya surgido solo de un alzamiento interno, ajeno a factores de geopolítica externa. Pero lo que olvidan los compañeros de ERC (y también los de Junts per Catalunya) es que el paso previo a entrar en el discurso complejo de la multilateralidad es haber hecho los deberes en casa, lo cual se traduce en haber defendido tu República, tu gobierno legítimo y, pequeño detalle, no estar a punto de cagarte en tus propios programas electorales, en los que habías defendido la necesidad de investir a quién tus electores consideraran más oportuno.
Yo podría entender perfectamente, por más que no lo comparta, que Esquerra presente ahora un planteamiento republicano de lluvia fina, que vuelva al marco del derecho a decidir (Achtung!: invento de Mascarell/Colomines) y que busque alianzas políticas multilaterales en el universo de los comuns e incluso pactando y urdiendo convenios con los bosquimanos desnuditos de Somalia. Yo podría comprender igualmente, por mucho que no se me sumara y al fin y al cabo me pareciera una mandanga, que Junts per Catalunya proponga un doble gobierno autonomista en el Palau de la Generalitat y republicano en las calles de Berlin, con el consiguiente lío de funciones. Yo puedo llegar a entenderlo todo, pero aquí lo importante es que los cambios de rumbo y los virajes tengan la aprobación del pueblo. ¿No lo teníamos que votar todo, amados diputados? Pues si los programas del 21-D ya no valen, hagan el favor de mover el culo y poner las urnas de nuevo. Y si no lo hacen porque los resultados no les favorecerían y su patente bajada de pantalones y faldas tendría consecuencias electorales, amados líderes, son ustedes un grupo de cínicos.
¿No tenía que pasar todo por las urnas, insisto? Pues yo, visto el cambio de rumbo, se lo pido: diputados, pongan las urnas, expliquen claramente cuál es su programa y qué precio están dispuestos a pagar por desobedecer los embates del estado y, si tienen la bondad, trátennos a todos como adultos de una puta vez y no nos hagan perder más el tiempo. Fin de la ponencia.