En una entrevista en el Diari de Barcelona Artur Mas ha hecho evidente el elefante que hay en el salón de Junts, el cual, a pesar del considerable volumen, todo el mundo finge que no está. Con la libertad que le da ser cómplice de la formación de Puigdemont, y al mismo tiempo mantenerse a cierta distancia, y desde la autoridad de su carácter presidencial, Mas ha abierto un debate que existe en el runrún del independentismo, pero que nadie, hasta ahora, había osado plantear con concreción: hablar o no hablar con Aliança Catalana. Y Mas no rehúye la respuesta: “se tiene que diferenciar entre hablar con Aliança Catalana y hacer estrategias conjuntas con Aliança Catalana. Porque se tiene que hablar, pero no montar estrategias conjuntas”. Es decir, se tiene que romper el “cordón sanitario” que con grandilocuencia retórica se planteó en el Parlament contra Vox y AC, y que todos los partidos, menos el PP, suscribieron.

Hablar, pero no acordar estrategias conjuntas, es su planteamiento. Pero, más allá de las estrategias conjuntas, ¿se pueden acordar cuestiones con AC? Al fin y al cabo, eso es lo que se hace con otros partidos, como el PP u otros, la estrategia común con los cuales es impensable pero, en cambio, con quien puede haber múltiples acuerdos. La habilidad del presidente Mas deja la respuesta en un terreno especulativo, pero habría que responder explícitamente la pregunta. Al final se trata de saber y/o decidir si se trata a la gente de Aliança como un partido “normal” o como uno “apestado”, talmente se hace con Vox.

Algunas cuestiones para la reflexión. La primera, Aliança Catalana es un partido “nacional populista” al estilo de los populismos que están creciendo en Europa, aunque, como el profesor Xavier Torrens plantea en su libro Salvar Catalunya, personalmente no creo que sea de extrema derecha. Cosa que no quiere decir que no plantee soluciones maximalistas a los problemas reales que tiene la sociedad, pero hay una gran diferencia entre el fascismo y el populismo. Banalizar el término “fascismo” me parece un error político y una bajeza ética, aunque acostumbra a pasar con mucha facilidad. Más allá de este hecho, es también cierto que AC señala problemas que escuecen que hay en nuestra sociedad y que los partidos no osan ni permiten tratar, amparados en la hipocresía propia de lo políticamente correcto. Por eso crecen, porque hablan de lo que preocupa a la gente y los partidos callan, ignoran y niegan. Tal vez sería mejor y mucho más sano abrir los grandes debates que demonizar a los que osan plantearlos.

AC crece porque habla de lo que preocupa a la gente y los partidos callan, ignoran y niegan. Tal vez sería mejor y mucho más sano abrir los grandes debates que demonizar a los que osan plantearlos

La segunda cuestión tiene que ver con una doble vara que siempre me ha resultado inquietante: el buenismo con el que tratan los partidos de extrema izquierda, los mismos partidos que practican el malismo con los que están en la banda derecha. ¿Cómo es posible que se considere un partido extremista a la gente de Aliança y, en cambio, se consideren “cómplices” a los de la CUP, cuyos planteamientos son de una extrema izquierda tronada, dogmática y reaccionaria? Con el añadido de que ha sido un partido históricamente lleno de infiltrados, que se ha movido por dogmas y estigmas infumables, que nunca ha ayudado al independentismo en los momentos clave (son los de enviar a la basura de la historia al mismo Mas), y de la cual han surgido grupos y movimientos violentos. Todavía es más bestia si se recuerda que son justamente los de la CUP los primeros que exigen cordones sanitarios, y son los que señalan a todos los que no piensan como ellos, convertidos en auténticos inquisidores contra toda disidencia. Con la habilidad que consiguen que su discurso extremo contamine los discursos de los otros partidos. Tal vez las soluciones de AC para los problemas de la gente son inservibles y/o populistas, pero apenas imaginar que se practicaran las “soluciones” que plantean los de la CUP, ya es suficiente para echar a correr.

Finalmente, una obviedad: AC ha llegado para quedarse y cualquier actitud de negación solo alimenta el victimismo y hace crecer su atractivo. Aparte de que, al practicar el ostracismo contra la gente de Sílvia Orriols, se desprecia una cantidad muy importante de catalanes que aman Catalunya y que reaccionan por dos motivos: porque están preocupados por lo que pasa en nuestro país, y no acaban de ver soluciones prácticas por parte de los partidos establecidos. Da igual si Aliança tampoco tiene soluciones mágicas, pero desnuda sin ambages las carencias del país. En todo caso, para terminar, el partido que más sufrirá si no habla con AC es precisamente Junts, porque ambos partidos comparten un territorio de votantes comunes: el de los catalanes que se preocupan por el futuro de la nación catalana, más allá de todo eufemismo.

El elefante está en el salón. Se puede ignorar, negar o mirar hacia atrás, pero no se marchará. Artur Mas lo sabe, y por eso ha decidido verlo.