“Guarda fiel de España entera”
Himno de la Guardia Civil
La de la Almudena es una fiesta para huir de Madrid. No tiene mucho predicamento la patrona de la Villa y Corte entre los propios madrileños. Es una patrona un poco de quita y pon. He de decirles que los años en los que su fiesta del 9 de noviembre cae en domingo, la cambiamos por la festividad de la mujer del patrón san Isidro, que era santa María de la Cabeza, y así no se pierde un puente. La Almudena es una virgen con doble, que tiene un dulce tan tradicional que se inventó en la época de Suárez y una catedral de nuevo cuño que tal vez sea la más fea de la península Ibérica y el resto del extranjero. Lo que digo, las vírgenes y las santas en Madrid son para salir corriendo.
Cuando no queda casi nadie en la capital y el Consejo de Ministros se ha adelantado al lunes, para no fastidiar el día de asueto del martes, el BOE se descuelga publicando un real decreto de fantasía, un delirio contra la libertad artística, una bonita censura del siglo XXI a mayor gloria del cuerpo o de quienes lo controlan. Se han decidido los mandamases del tricornio a no consentir que nadie “denigre la imagen” de la Benemérita y para ello se ha elevado al rango de norma la prohibición de utilizar uniformes o réplicas de uniformes de la Guardia Civil en pelis, teatros, obras artísticas y otras sin su visto bueno. Ojipláticos. Lo firma Félix Bolaños, que no sé si no lo ha leído y se ha fiado de Marlaska o es que ha perdido todo sentido de la mesura. Lo dudo de Bolaños, la verdad, pero lo cierto es que escrito en el BOE está.
La nueva normativa sobre el uso del uniforme obliga en su artículo 10 a que “las personas responsables de empresas productoras audiovisuales y de compañías artísticas o de cualquier otra entidad que pretendan utilizar uniformes de la Guardia Civil, bien para representaciones artísticas o para otros fines de interés económico, cultural o social, deberán obtener la preceptiva autorización”. Y esto es extensivo: “También será preceptivo para el uso, con los mismos fines, de réplicas de uniformes históricos de la Guardia Civil”. Así que ahí tienen, en norma oficial, la obligación de someter a una autorización de la Dirección General de la Guardia Civil una memoria explicando y pormenorizando los motivos del uso de las réplicas y el contexto en que éste se hará para que sea autorizado o denegado en caso de que denigre la imagen de la Guardia Civil. Olvídense de llevar guiones en los que aparezca, por ejemplo, un guardia con un barreño de cal viva, ¿no? O tal vez esto no les parece denigrante y sí, por ejemplo, que aparezcan guardias homosexuales que bailen a Rosalía. Todo queda a su total criterio, como en la mejor de las censuras previas. Deme la memoria de su obra y si no me convence, le deniego el uso de réplicas de uniformes, incluso de época, y ya me va haciendo un recurso de alzada que le deniego y luego se me va a lo contencioso-administrativo y así, con un poco de suerte, se le ha ido la financiación y le han envejecido los actores para cuando un juez, aplicando la Constitución, le diga que no le vamos a sancionar por hacer la peli o la serie o la obra que usted quiere y no la que quieren los generales.
Choca ver como un gobierno progresista, en lugar de corregir los desmanes no democráticos del cuerpo, lo que haga es poner su rúbrica bajo un decreto que sanciona la censura previa de la creación artística
No acaba ahí la cosa. El decreto incluye una normativa sobre aspecto externo de los guardias civiles de verdad. A los sindicatos les parece que han ganado una batalla porque podrán llevar tatuajes con el uniforme, excepto que “contengan expresiones o imágenes contrarias a los valores constitucionales, autoridades o virtudes militares que puedan atentar contra la disciplina o la imagen de la Guardia Civil en cualquiera de sus formas, o cualesquiera otros contenidos vedados por la ley”. No sé yo si esto les da mucha seguridad jurídica a los guardias ―¿qué son tatuajes que atenten contra la imagen de la Guardia Civil y cómo se decide?―, pero a lo que voy es que la norma obliga también a los directores de cine o de series a cumplir esa misma norma a los actores que vayan a llevar réplicas de uniformes del instituto armado. Tampoco podrán los figurantes o actores llevar argollas, piercings, dilatadores ni nada por el estilo, ya que el nuevo decreto obliga a respetar estas normas impuestas también a los que representen a un picoleto.
¿No suena a censura previa? En las autorizaciones cabe imponer también la presencia de un asesor, ya que “podrán establecerse condiciones de asesoramiento oficial que habrán de ser observadas por las personas autorizadas”. ¿Quién había soñado llegar a tanto? Ni la Casa Real. Te haces Los Windsor en versión castiza y ningún decreto te obliga a ser visado para ver cómo representas al Alfonso XIII en uniforme de época. Tampoco al CGPJ se le ha ocurrido obligar a los artistas a visar sus proyectos para poder prohibirles que pongan mazos a los jueces de atrezzo o que dejen que los abogados se levanten como si estuvieran en Nueva York. Ni siquiera, que yo sepa, existe una norma similar para usar uniformes militares en la pantalla, excepto que nos la colaran en otra festividad de las de guardar.
Choca ver como un gobierno progresista, en lugar de corregir los desmanes no democráticos del Cuerpo, que tanto nos ha reprochado Estrasburgo, en lugar de impedir que se nombre para cargos a efectivos que han sido condenados por torturas, como sucede, en lugar de plantear si acaso su desmilitarización, lo que haga es poner su rúbrica bajo un decreto que sanciona la censura previa de la creación artística o de los actos por el exclusivo motivo de que a los de verde no les gusta la imagen que a veces se da de ellos en estos productos culturales. No se puede andar más para atrás.
Si de verdad les preocupara la imagen de la Guardia Civil, procurarían evitar los vergonzosos patinazos de investigación (vean el documental de Dolores Vázquez) o las sospechosamente torticeras interpretaciones que hacen de los hechos a la hora de informar a los jueces (vean el caso Altsasu) o las ficciones con las que empedran sumarios judiciales ―no han sido las catalanas las primeras ni serán las únicas― o sus peculiares interpretaciones del delito a través de traducciones (en su día del euskera, ahora del ruso). Si de verdad les preocupara la imagen de la Guardia Civil, sabrían que no hay nada mejor para una buena imagen que una buena realidad. Si trabajaran en mejorar al propio cuerpo y en hacernos olvidar su leyenda negra, ya habrían hecho bastante.
Se prefiere la ilusión. Mejor no vemos que existe esa junta de generales que no sólo pretende imponer a la directora general los ascensos por la ley de la costumbre, sino que ejerce como poder en la sombra y hasta tiene la potestad de intentar forzar la mano de los ministros. Mejor no corregimos los errores ni tampoco las malas tendencias. Mejor tiramos del decreto de la Almudena y les decimos a los creadores: ¡me saquen bonito, coño!
Nos vamos a reír si sancionan a alguien por trajes de atrezzo. Al tiempo.