“Algunos hablan demasiado, pero sin decirlo todo”
Quintiliano
Este verano está siendo proverbial. Si Madrid fue almodovariana, está volviendo por sus fueros. Verán, el viernes, entre la canícula apaciguada que tenemos, decidí ir a darme hora y media de masaje thai-balinés y llamé un taxi para no llegar tarde a mi edén. Un solícito conductor me llevó hasta la celestial dirección de la que salí luego dando tumbos, de estupor y bienestar. Nada que mereciera una crónica, hasta que por la noche salí a cenar a una de las altas azoteas de la villa desde la que los carros de fuego y las estatuas de bronce de la ciudad te parecen, por próximas, amigos a los que abrazar. Llamé un taxi para llegar y ¡oh, my God!, era la misma persona que con la misma eficiencia me trasladó hasta el Olimpo de las palomitas de nitrógeno. Todo es efímero. Al día siguiente tocaba currar y la tele me mandó a recoger con un taxi que, no me importa que no se lo crean, conducía el mismo taxista. Allí iba yo, cual Carmen Maura, en el Mambotaxi, y ¡creía que eso sólo pasaba en las películas! Mas no, no sé, tal vez no quedemos en Madrid sino el nuevo taxista de asientos de tigre, la banda sonora de Bonezzi y yo misma.
La noticia es que ha vuelto el verano. Hacía años que no lo sentía así. Los periodistas somos muy sensibles a la canícula. Sabemos si hace falta nevera o no. En los últimos tiempos no había agosto sin sobresalto y éste, el segundo de pandemia, ése en el que casi todos los de una edad decente estamos vacunados, está siendo el de la vuelta al aburrimiento estival. El último episodio político ha sido, sin lugar a dudas, la reunión bilateral del president Aragonés con el presidente Sánchez. Estoy segurísima de que después de eso el relato nos va a dejar descansar. Esta vez hasta ellos están exhaustos.
Lo que veo es cómo molesta. Han reactivado, desde la pereza, el discurso de las concesiones a Catalunya y el de los agravios, pero con sordina, como con siesta y desgana. Veo cómo se contradicen, los patriotas españoles que pelean por una españolísima Barcelona, pero que se revuelven si ésta va a mejorar sus infraestructuras e incrementar en más de dos puntos el PIB con la ampliación de El Prat. ¿No les parece que ese incremento es también de toda España, como defienden a sangre y fuego?, les pregunto. No contestan, para qué. Se trata de darle vueltas a la rueda como el hámster.
Hablan, pero como con sordina y poca convicción. Desde ahora ya sólo oiremos zumbidos hasta la última semana de septiembre
Que llega Ayuso e inflamada nos habla de “concesiones” a Catalunya, porque ésta vaya a recibir competencias estatutarias de las que ella disfruta hace años. ¿Oiga, eso es coherente? Blablablá, a otra cosa que yo no me quedo de guardia y hay que descansar.
El vicepresidente de Andalucía se indigna: les van a ampliar El Prat y a nosotros nos tienen olvidado el corredor ferroviario del Mediterráneo. ¡Claudicación! Nada dicen de que el corredor mediterráneo beneficiaría igualmente a Catalunya, estableciendo la conexión entre África, Algeciras y Catalunya con Europa. Creo que han olvidado que fue la ministra de Rajoy, Ana Pastor, la que se apuntó con Francia a variar esa propuesta por el eje central (Algeciras-Madrid-Zaragoza-Catalunya) y que desde entonces las voces más potentes de su propio partido trabajan para lograr implementar esa vía. Olvidan que la línea de Tarragona hacia Andalucía, pasando por Madrid, siempre tiene cuatro vías; la de la costa no y que tampoco hay ancho internacional. No importa, la verdad qué importa, hay que oír el blablablá como quien oye las olas romper ―¡cómo les envidio!― con un pie puesto en la batalla y otro en la gran huida.
Hablan, pero como con sordina y poca convicción. Desde ahora ya sólo oiremos zumbidos hasta la última semana de septiembre. El bicho sigue, no hay duda, pero las muertes bajan y la población de edad sensata está lo suficientemente vacunada como para pensar que puede protegerse y al fin desocuparse unos días para recuperar la salud mental. La plage était déserte et dormait sous juillet, que cantaba Lenorman.
Más ruidos. Intentan redoblar los periódicos de derechas que un juez de Barcelona ha preguntado a la Fiscalía europea si Iván Redondo habría cometido un “delito comunitario” al haberles “revelado” en una “reunión secreta” a empresarios catalanes cuestiones sobre los fondos europeos que aún no eran públicas. ¡Ah, es el magistrado del instrucción 1 de Barcelona! Pues sí. Leo que el magistrado “lo manda a la Fiscalía europea para que aclare si constituye delito”. Perpleja. Iura non novit curia? Entiéndame: ¿el tribunal no conoce el derecho? ¿Cómo es, pues, que le pregunta a nadie si algo es delito? No se lo puedo aclarar ni confirmar. No he tenido forma ni en Madrid ni en Barcelona de conseguir el auto, resolución o documento en el que el juez Aguirre argumente tal cosa. Sólo hay un titular. Un titular de lawfare cutre porque no tiene soporte conocido y porque hablan de una videoconferencia con decenas de personas que fue convocada de forma oficial. La reunión secreta es tan extraña como la ayuda militar rusa que quedó reducida al cachondeo. La Benemérita debería dejar de leer ciencia ficción. Todo sale del mismo costal. El blablablá.
Hay contagios y pasaportes y algunos aislados y unas desgraciadas muertes, pero pocas. Hay ganas de ir saltando a la normalidad en un mes que ha traído un repunte de la contratación que habla de renacimiento. Hay estío y hastío.
Y sigue allí al fondo el blablablá… que ustedes confunden con las olas o con la respiración primigenia de la montaña y que yo estoy deseando ahogar en un golpe de sal o una tumbona o en un libro abierto al futuro.
Es blablablá y casi podemos dejar que nos acune.
La realidad volverá al final de la escapada.
Blablablá y nos pilla lejos… de sus bobadas.