“No hay nada justo o injusto que no cambie su naturaleza con el cambio de los puntos cardinales”
Bernard von Brentano
Por mucho que rasquen las capas de hielo y que levanten a paletadas la nieve, no van a encontrar muchas referencias en la prensa madrileña a la reunión de la JURI que tendrá lugar mañana jueves en el Parlamento Europeo para oír a puerta cerrada a Puigdemont, Ponsatí y Comín, sobre la petición de suplicatorio. Tampoco las hubo de la propia negativa de la justicia belga a entregar a Puig. Silencio. Como el que se adueña de la tierra cuando la nevada deja en suspenso la vida.
No es que yo crea que tal viraje en el interés por las peripecias jurídicas del caso Puigdemont tenga que ver con la meteorología. Es una cuestión que ya no cunde en la guerra política y, además, no está nada claro que las derrotas no vayan a acumularse como la nieve en las calles. Lo que no interesa al relato político tiende a desaparecer de las portadas y así nos va. Apenas el intrépido González Pons ha hecho unas declaraciones hace menos de un mes: “Ventilaremos el suplicatorio y enviaremos a Puigdemont a España en cuanto pueda reunirse la Comisión Jurídica”. La comisión se reúne mañana jueves por la tarde, si entre las filomenas y los virus no impiden que lleguen a Bruselas las personas imprescindibles para ello. De ahí a que tras ello vayan a enviar a Puigdemont para España hay un trecho tan largo, tan largo, tan largo que casi tiende al infinito. Pareciera que Pons le está diciendo al mundo que el suplicatorio es el redoble final y que si éste se aprobara, la suerte estaría echada y veríamos al expresident en una prisión española esperando a que lo juzgue el Tribunal Supremo y, la verdad, las cosas no son ni mucho menos así.
Primero, porque no está claro que el suplicatorio se conceda —esta es una decisión política que saldrá del voto de los parlamentarios— y, segundo, porque lo que autorizaría el Parlamento Europeo al levantar la inmunidad sería a que la justicia pudiera ocuparse de Puigdemont, Comín y Ponsatí. Claro, pero, ¿qué justicia? ¡Pues la belga, obviamente, que es el lugar en el que residen (dejemos al lado a Ponsatí de momento). Lo que el Europarlamento abriría sería el camino a la respuesta sobre la OEDE, tal y como ha sucedido con Puig y eso lo vería el mismo juez de instancia que ha visto lo de Puig y la misma sala de apelaciones que falló sobre Puig, con la actuación de la misma Fiscalía que se ha allanado y ha desistido de seguir recurriendo. ¿Lo ven?
Por eso es tan interesante la lectura de la resolución belga que deniega la entrega de Puig que acabo de terminar. La sensación que me queda es la de que los colegas belgas les han visto perfectamente el plumero a los colegas del Supremo español y que tienen clarísimo lo que han estado haciendo para quedarse con la competencia. Tanto como lo tengo yo y otros muchos que llevamos desde el principio diciendo que se han retorcido y hasta cambiado las normas para sacar de Catalunya el asunto.
La sensación que me queda es la de que los colegas belgas les han visto perfectamente el plumero a los colegas del Supremo español y que tienen clarísimo lo que han estado haciendo para quedarse con la competencia
“El Tribunal Supremo español se ha declarado reiteradamente competente para juzgar a todos los coacusados sobre la base de la estrecha conexión entre los delitos sin que exista una base legal explícita para ampliar esa competencia (…) se constata que hay motivos fundados para creer que la ejecución de la OEDE produciría vulneración de los derechos fundamentales”, dicen literalmente los belgas. No existía una norma previa y explícita sobre esa competencia sino que esta se ha montado sobre conexiones que tampoco ven nada claras. Para ello el tribunal belga ha tenido a bien estudiar las conclusiones del estudio emitido por el Grupo de Trabajo sobre Derechos Humanos de la ONU, del que afirman, como es lógico, que es un organismo que cumple con los requisitos de emitir información objetiva y fidedigna. Es probablemente en ese informe en el que han ido leyendo una tras otras las trampas, la ingeniería jurídica, o como lo quieran llamar, que se han ido haciendo desde el inicio del procedimiento para conseguir que la competencia recayera en los órganos centrales de Madrid: el Tribunal Supremo y la Audiencia Nacional.
Exponen los belgas que su propio estado ha sido condenado dos veces por Estrasburgo —por vulneración del artículo 6— por haberse arrogado la Corte de Casación belga, su TS, competencias teniendo en cuenta su propia jurisprudencia y no normas “explícitas” previas. Ahí les pillan. Parece que es una costumbre que no sólo se da en España. Sería demasiado sencillo aceptarlo porque permitiría a cualquier corte suprema hacerse con todo aquel asunto que quisiera. Les bastaría con hacer ellos su propia jurisprudencia para respaldar sus propias acciones sin que ningún otro órgano inferior del país pudiera contradecirles. Exactamente lo que ha pasado aquí.
En la resolución belga se habla también de las declaraciones políticas realizadas por magistrados que ponen en cuestión la presunción de inocencia. Tampoco es cierto que los jueces tengan una libertad de expresión tan amplia que les permita decir lo que quieran también en torno a asuntos sobre los que se van a pronunciar. Da mucha vergüenza que se lo tengan que recordar otros colegas desde fuera.
Así que Puig se queda y casi parece que Puig…demont también. Con esa argumentación resulta imposible pensar que aún dándose el suplicatorio los belgas lo vayan a entregar. Las normas “explícitas” previas dejan bien claro que son los órganos catalanes los competentes.
Quizá en ese marco debamos inscribir la propuesta de ponencia que Conde-Pumpido presentará para resolver el amparo presentado por Meritxell Borràs en el que también cuestiona esa competencia. Se ha avanzado que el magistrado progresista del Constitucional, amigo de siempre del fiscal Zaragoza, defiende también la idea de la competencia por ser los hechos delictivos inescindibles unos de otros. A lo mejor si el Tribunal Constitucional falla a tiempo, esa resolución se considera una baza para llevársela a los belgas si deben estudiar el caso Puigdemont, pero tampoco cambiaría para nada la interpretación que hace la soberana justicia belga. Recalco lo de soberana por esa costumbre que se extendió entre parte de la judicatura española de ningunear y hasta faltar a los jueces extranjeros que no compran los manejos con tanta soltura como ellos. Lo cierto es que el mismo miedo que dice Llarena que le dan los belgas les da a los belgas Llarena. No sé si me explico.
En todo caso, mientras todo eso sucede, en Madrid se habla sólo del tiempo.
Puede que algunos en el centro de la Villa y Corte se queden al final de todo este asunto helados. No tiene pinta de que les vayan a dar la razón.