Las respuestas no llegan siempre cuando uno las necesita, muchas veces ocurre que quedarse esperando es la única respuesta posible.
José Saramago. Ensayo sobre la ceguera
Otra vez les ha dado la risa floja. Una vez conocida la decisión de Puigdemont de presentarse a las elecciones al Parlamento Europeo, lo que contemplo aquí en la Villa y Corte es un desprecio unánime y conjunto de la cuestión jurídica que se plantea. Si preguntas, abundan las sonrisas displicentes. “Eso no va a ninguna parte”. Juristas de dentro y fuera del Tribunal Supremo les han mostrado a los periodistas el artículo que habla de la necesaria jura de la Constitución y se han sacudido la cuestión con un tajante: si vuelve, lo detenemos y si no vuelve, no será eurodiputado. Ni una duda, pero tampoco ni una reflexión. No aprenden. Creo que ni siquiera se han parado a pensar. Digo yo que después de la serie de varapalos y evidencias de su desconocimiento del funcionamiento de las normas en otros países y de la propia cultura jurídica comunitaria, podían haber pensado escamados: ¿a qué viene eso ahora? Lo menos que puede hacer uno cuando juega al ajedrez es suponer que es posible que el oponente no sea un gilipollas y menos si ya te ha puesto en aprietos dos veces. Pues no. No aprenden.
No hace falta ser un lince para darse cuenta de la estrategia jurídica que se esconde tras la decisión de convertir a Puigdemont en europarlamentario electo. Eso va a suceder. Será elegido y, por ende, proclamado. Ahí es donde comenzará la nueva partida que en su ceguera parece que no quieren ver venir, porque partida habrá, no cabe duda, y aunque no seré yo quien avance el resultado, no quedará en tablas. En primer lugar porque lo que se pondrá sobre la mesa será el alcance de los derechos políticos en la Unión Europea y la posibilidad de restringirlos mediante añagazas. Olvida el Tribunal Supremo que han sido ellos mismos los que han decidido que Carles Puigdemont pueda moverse con total libertad en todo el territorio comunitario menos en España. También saben que puede concurrir a las elecciones a la cámara de Bruselas. Ahora bien, ¿cómo creen que van a explicarle al propio Parlamento Europeo que uno de sus miembros, ya proclamado electo, no puede efectivamente incorporarse por un requisito de la legislación interna que se pretende que se realice físicamente en un lugar con el objetivo claro de detener al ya elegido? Un electo al que ni siquiera reclaman. Según el reglamento de esa cámara y la propia ley electoral española, el primer paso será notificar a la Eurocámara el nombre de los elegidos para que asistan al primer pleno sin que se exija nada más.
La cuestión es demasiado de fondo como para pensar que a la Eurocámara, soberana en ella misma, le va a bastar con la invocación de ese requisito interno para dar por perdido a un electo. Sería un precedente muy peligroso. Los países podrían introducir en sus legislaciones requisitos más allá de los recogidos en la norma europea y así impedir llegar al Parlamento Europeo a los elegidos que no les gusten. ¿Cómo sonaría esto si sucediera en Polonia o en Hungría? ¿Pensamos que la Eurocámara no va a iniciar ninguna acción, como llevar ella misma el tema al TJUE?
Crear una jaula en la que no puedas entrar puede parecer un hallazgo feliz pero es una fuente de problemas que por fuerza tiene que estallar
Cuando se soba la norma y se aplica de forma anormal, “creativa” le llaman algunos, siempre piensan los maquiavelos de la toga que han salvado el escollo que molestaba y se dan palmadas a ellos mismos, sin tener presente que tales manejos siempre acaban arrastrando a otros en una cadena maldita que obliga a hacer nuevos malabarismos imposibles. Pongo un ejemplo: afinándoselo a Botín se lo acabaron poniendo tan a huevo a Atutxa que tuvieron que volver a lanzar las pelotas al aire para hacer otro ejercicio de prestidigitación. Cuando Llarena tomó la insólita decisión de crear las euroórdenes de quita y pon, quisieron ver una genialidad en lo que no es sino la creación de una situación insostenible dentro de una unión sin fronteras y con libertad total de movimientos. Crear una jaula en la que no puedas entrar puede parecer un hallazgo feliz pero es una fuente de problemas que por fuerza tiene que estallar.
Poco parece importarles que existan precedentes de la situación. Cuando Ruiz-Mateos, ya europarlamentario proclamado, se presentó en Madrid, no tuvieron más remedio que dejarlo en libertad, reconocer su inmunidad parlamentaria plena y proceder a solicitar un suplicatorio al Parlamento Europeo. Y eso que contra él había orden de busca y captura internacional. No cabe duda de que ese precedente es plenamente válido para Puigdemont. El entonces fiscal general del Estado, Javier Moscoso, no tuvo ninguna duda y esa fue la instrucción que cursó. Sólo que... les recuerdo que la Audiencia Nacional ya había decidido también con anterioridad que no era competente para juzgar la rebelión y ya han visto cómo lo han alterado a conveniencia. No descarten que estén pensando hacer lo mismo, sólo que eso supondría abrir la espita para que, de una vez por todas, los organismos europeos se vieran obligados a precisar cuál es la situación de Carles Puigdemont y cuales son sus derechos en el ámbito de la Unión Europea. Una Unión de la que, si no nos han engañado, España es miembro de pleno derecho y de plena obligación.
Aquí, sin embargo, veo yo mucha risa y poca reflexión. Todo me suena a ya visto cuando los exmiembros del Govern salieron de España, cuando se produjo la decisión belga o el pronunciamiento de Schleswig-Holstein. Todo me recuerda que hay grandes magistrados muy expertos en derecho de casa pero que se rascan la boina cuando se trata de otros ámbitos. Lo peor es que, entre medias, andan sembrando doctrina y soluciones algunos que están llamados a pronunciarse sobre los derechos de los implicados y no estaría bien que la toga se les enlodara de nuevo por irse de la boca. Es lo que tiene verlo todo envuelto en las banderas.
Sólo la soberbia puede volver a cegarles para no ver que se avecina otra batalla y que hasta el momento no se ha ganado ni un partido jugando fuera de casa. Esta será en el mismo núcleo de Europa y, en el fondo, llevará allí lo que siempre han querido mantener como un asunto interno. La única respuesta vendrá tras la espera. Puede que no sea la que necesitan.