“Que te han pillao, que te han pillao con el carrito de los helaos”
Copla tradicional de fiestas
Pillado in fraganti no se decía en latín, se decía cantando, al menos en las borracheras festivaleras del norte. Pocos hay que no hayan cantado aquello de “que te han pillao con el carrito de los helaos”. Pareciera una cosa de peñas y saltos y botas de vino bailando de mano en mano, pero creo haber leído por ahí que la explicación de tal coplilla, o de tal dicho, tiene su origen en los sufridos constructores de zigurats, allá por Ur. Resulta que los esforzados sumerios tenían derecho a recibir un refrigerio parecido al helado, entre adobe y adobe, cuando las temperaturas caldeas hacían aquello más insoportable de lo habitual. Los capataces usaban unos carros que les servían para repartir la golosina refrescante entre la mano de obra sedienta, pero tenían la ya corrupta costumbre de escatimar el óbolo y quedárselo para sí, muchas veces largándose literalmente con el carrito. Hubo varias revueltas populares para protestar por esta torturante forma de corrupción. Así que si al capataz le pillaban con el carrito… mala vida le esperaba.
Es lo que le acaba de pasar al Tribunal Supremo del Reino de España, en concreto a su muy afamada sala II, cuando el Tribunal Europeo de Derechos Humanos le acaba de pillar en su fea costumbre de hacer caso omiso de lo que Estrasburgo dice en sus sentencias para readecuarlo a lo que a ellos les parece que debe decir para no desdecirlos mucho. La sentencia, conocida ayer, se refiere al caso de un presidente de cooperativa agrícola de Córdoba y ha provocado una agria reprensión al máximo tribunal español que, además, nos va a costar como siempre dinero a los contribuyentes.
Poco importa el caso concreto, más allá de que la resistencia del Supremo a aceptar lo que dicen los tribunales supranacionales se extiende a todo tipo de cuestiones y que, mientras ellos repiten en oficios y mensajes, incluso a la presidenta del Congreso, que las sentencias no se interpretan sino que se ejecutan, no se aplican el cuento cuando les toca. Del tenor del texto de la sentencia de Estrasburgo se puede deducir que el tribunal está molesto por esta actitud del Supremo español. Les llegan a llamar arbitrarios ―“que depende sólo de la voluntad o capricho y no obedece a principios dictados por la razón, la lógica o las leyes”, según el diccionario― y no hay nada peor que se le pueda decir a un tribunal de justicia. Por abreviar el contexto, el TS condenó en 2012 a un cordobés a pesar de que lo había absuelto la primera instancia y lo hizo sin respetar sus derechos fundamentales. El hombre se fue al TEDH que le dio la razón en 2015, condenando a España por esa sentencia y ahí es donde el Tribunal Supremo, al revisar su propia condena, realizó una lectura particular y a su manera, según la cual podía dejar en pie parte de los delitos y mantener los años de cárcel que había dicho. Esto es lo que ayer les tumba Estrasburgo, echándoles una bronca del copón. Merecida bronca.
Este puñetazo en la mesa del Tribunal de Estrasburgo me parece importante. En primer lugar, porque deja claro que los enjuagues no se van a sostener fuera de las fronteras y que si tienen que desenmascararlos, lo harán
“La presentación por el TS de las conclusiones no debería ser manifiestamente arbitraria, lo que podría incluso equivaler a una denegación de justicia y tener como resultado el frustrar el intento del demandante de que se examinen los procedimientos”. Considerar que el máximo tribunal de un país toma decisiones que suponen denegar hacer justicia es tan gore que no sé en qué estado de indignación estaba el redactor de la sentencia que, además, dice: “Los párrafos [de la sentencia del TEDH] no dejaban ninguna duda (…) La interpretación del Tribunal Supremo (…) contradecía las condiciones de la Corte”. No se le puede decir más claro a un tribunal que se ha pasado por el forro la sentencia de un tribunal superior, que, les guste o no, forma parte del entramado procesal de España y que tiene una capacidad clara de revisar las sentencias de la sala II.
Se han pasado y les han pillado. “Al hacer el TS su propia interpretación sobre el alcance y significado de la revisión de la sentencia rebasó el margen de apreciación y tergiversó las conclusiones de la sentencia del TEDH”, continúa la resolución de Estrasburgo. Rebasaron y tergiversaron la aplicación de una sentencia, esos señores que exigen por delante y por detrás que se apliquen las suyas, incluso en los extremos en los que no está claro que se deban aplicar, como acaba de suceder con el diputado Rodríguez.
Este puñetazo en la mesa del Tribunal de Estrasburgo me parece importante. En primer lugar, porque deja claro que los enjuagues no se van a sostener fuera de las fronteras y que si tienen que desenmascararlos, lo harán. Lo han hecho por unanimidad, incluyendo a la magistrada española Elósegui, a la que se pretendió invalidar por ser del Opus Dei, pero que creo que ya va demostrando varias veces que de lo que no forma parte es del contubernio por tapar los excesos españoles. Otra cuestión que se deriva de tal bronca es que otros casos de aplicación arbitraria de las resoluciones de Estrasburgo, como la del caso Bateragune, en el que pretenden volver a juzgar a Otegi, encontrarán un tribunal con antecedentes sobre la resistencia del Tribunal Supremo español a acatar lo que el TEDH le corrija. Esa cara de tribunal que se cree por encima de todo, incluso a veces de las propias leyes que reescribe a su manera si se tercia, ese maquiavelismo que tantos forofos tiene en la caspa patria, no deja muy buen sabor de boca en Estrasburgo y no se lo van a callar.
Es muy triste que hayamos llegado a una situación en la que esta imparcialidad, este estudiar los asuntos sin otro interés que aplicar las leyes y los tratados, sólo se pueda esperar de los tribunales supranacionales, porque tanto el Tribunal Supremo como el Tribunal Constitucional “rebasan”, “tergiversan”, son “arbitrarios” o “deniegan” la justicia que se les pide.
No es una sentencia cualquiera. Esta vez al Supremo le han pillado con el carrito de los helados y no será la última. Todos lo sabemos, creo que ellos también.