El segundo hombre más rico del mundo ahora habla de Dios. El CEO de SpaceX (Twitter) y de Tesla, Elon Musk, no solía explicitar su afiliación religiosa. Pero desde que entró en la campaña electoral en la que Trump salió escogido, si le preguntaban en qué cree, respondía que en los valores cristianos y en el perdón. Siempre ha querido mostrarse agnóstico o dudoso, declarando que no es una persona religiosa como lo entiende la mayoría, que no cree que Dios intervenga en la historia y que él es un defensor de la tecnología y de la ciencia. En esta línea, vería por ejemplo coherente colonizar Marte para refugiarse en caso de que la Tierra vaya hacia el desastre. Elon Musk no niega la existencia de Dios o de un Dios, y piensa que el mundo puede haber sido diseñado por una fuerza que no conocemos. En concreto, especula sobre el mundo como una "simulación", y no descarta que una inteligencia superior pueda haber sido el motor creador del universo. Que la tecnología aparece como bálsamo integrador que cuidará del medio ambiente, que potenciará la autonomía de la humanidad y que quizás hará el mundo inmortal, son pensamientos que Musk defiende y expande.
Musk continúa satisfecho en la sombra de Donald Trump y su espíritu conservador antojadizo. El multimillonario Musk ha dicho frases como "creo en las enseñanzas de Cristo", o "creo en los principios cristianos: ama al vecino, ofrece la otra mejilla, que es muy importante para el perdón, porque si no tienes el perdón, acabas en un ciclo interminable de retribuciones". Musk ha pasado de ignorar la religión a decir "soy un cristiano cultural". El cambio no es solo atribuible a Musk. Silicon Valley, el paraíso tecnológico neoliberal, empieza a girar y por ejemplo se ha popularizado la tendencia de tener familias con muchos hijos (Elon Musk tiene 12 reconocidos), una idea que en los entornos tecnológicos horripilaba y parecía solo adecuada a familias conservadoras. Greg Epstein, autor del libro Tech Agnostic, un volumen sobre cómo la tecnología se ha convertido en la religión más potente del mundo, confiesa que le llama la atención que personas como Musk estén jugando un papel ampliado en el que emerge como la Administración Trump, una figura que antes correspondía a los predicadores de megaconsejos religiosos republicanos.
La religión está convirtiéndose en los círculos tecnológicos del entorno Musk en una amenidad intelectual, una excentricidad de tendencia y un arma política
Son los nuevos profetas de la tecnología, y Elon Musk es su Moisés. Hace unos meses Elon Musk publicó en la red social X un poema sobre el ateísmo: "El ateísmo dejó un vacío, la religión secular tomó el lugar, pero hizo que la gente se desesperara, un hedonismo sin hijos y sin curas, quizás la religión no está tan mal para protegerte de la tristeza".
Esta reflexión sobre el vacío que puede generar el ateísmo en la vida de las personas, sustituido por una "religión secular" que quizás no proporciona las mismas certezas o conexiones espirituales que la religión tradicional dejó estupefactas muchos de sus seguidores, que no se esperaban un poema sobre el ateísmo por parte del magnate fundador de Tesla Motors. Greg Epstein ve cómo Musk, y gente como él no son personas preocupadas porque estemos todo el día conectados y, en cambio, poco relacionados entre nosotros. Epstein es duro con Musk y lo considera una persona de poca habilidad interpersonal: "A lo largo de su vida, sus intentos de relacionarse con otros seres humanos y con él mismo a menudo han sido frustrados, creando una especie de aprendizaje de la impotencia que no se manifiesta para él, o mejor dicho, que no se ve en sus interacciones con la tecnología. Por lo tanto, para él, interactuar con la tecnología y resolver todos los problemas con ella es realmente una estrategia efectiva, un enfoque funcional para la vida". La religión está convirtiéndose en los círculos tecnológicos del entorno Musk en una amenidad intelectual, una excentricidad de tendencia y un arma política.