La manifestación del 8-M ha hecho saltar la alarma en el estado español. Desde hace dos años las conmemoraciones del Día de la Mujer son un éxito rotundo: sólo en Madrid, 350.000 asistentes el 2019 y 120.000 en el 2020. Estas cifras representan un hito sin precedentes para la lucha feminista (y la de los colectivos LGTBI con quien van de la mano), a la vez que son vividos como una amenaza por la extrema derecha ultraconservadora de nuestro país. La prueba la tenemos en el hecho que la titular del juzgado de instrucción 51 de Madrid, Carmen Rodríguez-Medel, sólo 3 días después de haber recibido la denuncia de un particular (?), ha abierto una causa por prevaricación contra el delegado del gobierno a Madrid por haber autorizado esta manifestación días antes de que el gobierno central decretara el estado de alarma por el coronavirus. La jueza encarga a la Guardia Civil de la Comunidad de Madrid, el cuyo responsablees el coronel Pérez de los Cobos (de infausta memoria), una investigación que señala a Fernando Simón, director de Alertas Sanitarias, como responsable de haber extendido la epidemia por el país. Como el gobierno lo recibe como una descalificación intolerable de su gestión, el día 25 de mayo el ministro Grande-Marlaska destituye fulminantemente al coronel por "pérdida de confianza" y por "falta de neutralidad política" en el informe que elaboran sus subordinados (se supone que con su visto bueno). Ante esta destitución, la reacción de VOX no se ha hecho esperar: ha interpuesto una querella contra la directora general de la Guardia Civil y el secretario de estado de Seguridad por "obstrucción a la Justicia, represalias y prevaricación".
Toda esta tormenta, propiciada por la jueza (de nuevo el poder judicial rodeando la política), es evidente que tiene claras motivaciones políticas porque la extrema derecha está utilizando la autorización a la manifestación del 8-M no sólo como una manera de cuestionar la gestión de la crisis sanitaria sino como una "causa general" contra la legitimidad del gobierno central. Y la punta de lanza de esta estrategia de acoso y derribo (la metáfora taurina está más que justificada viniendo de VOX) no es otra que las mujeres y la manifestación feminista que, como una Pandora del s. XXI, extendieron el mal por todo el país. Que la extrema derecha intenta deslegitimar el gobierno supuestamente de izquierdas que hay en Madrid es evidente por la retórica inflamada que usa cuando lo tilda, por ejemplo, de "comunista" y "terrorista". Sin embargo a día de hoy el comunismo es una ideología perfectamente legal y defendible en las urnas, y las acusaciones que se hacen "por retroactividad" comportan su peligro, porque hoy el PP las dirige por terrorismo al padre de Iglesias por haber militado en el FRAP (un grupo de resistencia antifascista), pero mañana quizás alguien más las podría dirigir por fascismo contra los muchos familiares de renombre franquista que militan en las filas del PP. Ahora bien, el último ariete de esta estrategia conservadora contra la izquierda es atacar al feminismo y su exitosa manifestación. ¿Y eso por qué? ¿Qué significa ser de izquierdas hoy en nuestro país? Desde el punto de vista económico más bien poco, porque la agenda neoliberal ha impregnado al PSOE (y quizás también lamentablemente a su socio de gobierno) desde la gestión de la crisis del 2008; la última muestra puede ser la disputa reciente sobre la derogación, total o parcial, de la reforma laboral. Habiendo abjurado de cualquier cosa que recuerde a la "lucha de clases" o cuando menos a la protección laboral y social real de las clases más empobrecidas y precarizado de Europa, a las izquierdas, vaciadas de ideología "radical", sólo les queda la defensa de cuestiones como la ecología y el feminismo, las únicas que hoy se enfrentan abiertamente a la lógica explotadora y discriminadora del capital.
Se utiliza a las mujeres, tanto desde la derecha como desde la izquierda, porque son un medio para mantenerse o conseguir el poder político, pero no se las considera una finalidad en ellas mismas
Es en este contexto donde aparece la denuncia contra la manifestación del 8-M y las posteriores querellas de VOX contra el gobierno para autorizarla. La derecha radical ultraconservadora instrumentaliza a las mujeres y hace de la lucha contra las leyes de igualdad y contra la "violencia de género" su bandera, porque sabe que es casi la única señal de identidad que le queda a la izquierda de este país. Ante la radicalidad del feminismo, la extrema derecha recupera el rancio nacionalcatolicismo tildándolo de "ideología de género", siguiendo las consignas del Vaticano y amparándose en la modernidad de la bioética. La virulencia de la oposición conservadora a la lucha para la liberación de las mujeres es directamente proporcional a la voluntad de golpe de estado contra un gobierno que se denomina de izquierdas sólo porque sobre el papel ha hecho suya la causa feminista. Pero de hecho, las mujeres importan porque son el "campo de batalla" de unas luchas que apuntan más allá de ellas mismas y de sus derechos: se las utiliza, tanto desde la derecha como desde la izquierda, porque son un medio para mantenerse o conseguir el poder político, pero no se las considera una finalidad en ellas mismas, atendiendo a sus reivindicaciones como ciudadanas de pleno derecho y dignidad.
La denuncia contra la manifestación del 8-M es una muestra más de la violencia contra las mujeres que la derecha ultraconservadora perpetra. Atacar al gobierno a través de su gestión de la crisis sanitaria (que no defenderé ahora), incriminando también a las mujeres por haber participado en unas manifestaciones que habrían extendido el coronavirus por todo el Estado, es el síntoma inequívoco de una política y una mentalidad que considera que las mujeres nos tendríamos que haber quedado en casa (que mirándolo bien es nuestro "sitio natural"). Pero el cinismo llega al extremo porque todos sabemos que las que han luchado contra la pandemia en primera línea y en colectivos esenciales han sido y son todavía mayoritariamente mujeres (entre el 65% y el 85% en la sanidad, las residencias, la alimentación, la limpieza...). Por suerte para todos, ellas tampoco se han quedado en casa. Y la doble medida toma la categoría de escándalo cuando resulta que otras manifestaciones promovidas por la extrema derecha no han merecido su reprobación ni han acaparado la misma atención mediática sesgada. A modo de ejemplos: los mismos días de la manifestación del 8-M que tanto denuncian, se autorizó el mitin de VOX en Vistalegre (que reunió a 9.000 asistentes); recientemente se han llevado a cabo concentraciones no autorizadas de los "cayetanos" en el barrio de Salamanca; y todavía la última manifestación el 23 de mayo convocada también por VOX en todo el Estado para protestar contra el gobierno "socialcomunista" que les recorta la libertad de salir a la calle en pleno confinamiento y extender la epidemia. Será que quizás los virus utraconservadores, como son provida y llevan el sello del Vaticano, son más inocuos.