En el breve discurso de agradecimiento por su merecidísimo nombramiento como socio honorario de PIMEC, el industrial gerundense Joan Vila, gurú de temas energéticos y empresariales para muchos de nosotros, dijo que dedicaría lo que le quedaba de vida a hacer cosas tangibles para la comunidad. No es que Joan no hubiera hecho cosas útiles y tangibles hasta entonces. Ha hecho muchísimas como empresario, como divulgador y como miembro de numerosas asociaciones empresariales. Lo que quería decir es que recién cumplidos los 70 años, se pondría a impulsar solamente proyectos públicos tangibles para defender el medio ambiente y la economía sostenible, cansado de predicar en el desierto sobre el desastre ecológico que se nos viene encima por culpa de la inconsciencia colectiva y pública, aunque los discursos parezcan avalar lo contrario.

Con Joan Vila empezamos a conspirar seriamente sobre la inexistencia de políticas públicas rigurosas en cuestiones energéticas en 2004, creando en PIMEC una comisión de energía que durante estos años ha luchado por explicitar los defectos del sistema energético local, nacional y mundial. No es que Joan Vila se haya cansado de predicar, porque creedme cuando os digo que sus artículos dominicales en el Diari de Girona y sus libros son un referente sólido si alguien quiere estar realmente informado sobre los problemas y los malos usos de las infumables políticas energéticas del planeta. Joan Vila quiere simplemente dedicar el tiempo que le queda a cosas tangibles para la comunidad.

Como siempre, el discurso de Joan me impactó por su valentía y sinceridad. Los empresarios tenemos el triste deber de hacer bien nuestro trabajo y el dudoso mérito, según parece, de crear empleo y riqueza. No solo la sociedad en general nos mira de reojo, sino que no hemos sabido explicar hasta qué punto somos imprescindibles, guste o no a muchos de la clase funcionarial y política. Los empresarios representamos mucha generación de riqueza, pero muy pocos votos. Eso nos deja en una delicada situación ante la administración y los políticos que, al margen de algunas excepciones, en vez de ver cómo ayudarnos a crear más empleo y riqueza, solo pretenden —demasiado a menudo— controlar, recaudar y dirigir lo que hacemos.

A los empresarios nos toca volver a hacer cosas tangibles para la sociedad. Una a una. Y sin desfallecer

Pero volvamos a Joan y a su deseo de hacer cosas tangibles para la comunidad. Su mensaje está muy claro: dejemos de decir qué deben hacer los políticos, porque les cuesta mucho hacerlo, y pongámonos a facilitar que lo hagan. Dirijámonos directamente a lo tangible y propongámonos hacerlo. Los empresarios nos dedicamos a hacer cosas privadas tangibles. Pues hagámoslo con las públicas. A partir de pequeñas cosas, una a una, pero hagámoslo. Históricamente, los empresarios catalanes ya han hecho de mecenas. Sigamos su ejemplo y hagamos de facilitadores. Cosas tangibles. En nuestro pueblo, en nuestro sector. A través de nuestras instituciones empresariales y políticas. Propongamos cambiar una ley, un reglamento. Actuemos en una escuela, en un centro de día. Joan es un activista de primer nivel y propondrá construir un parque solar para Olot, o cambiar el ancho de vía en Girona, para hacer mucho más fácil el transporte de mercancías por tren. Estoy seguro de que su tozudez hará que las cosas aparentemente intangibles se vuelvan más tangibles.

Que quede claro que lo hace sin buenismo y convencido de que, sobre todo, lo concreto nos hará cambiar la realidad, especialmente cuando las ideas ya han sido ignoradas y los prejuicios son casi intocables. A los empresarios nos toca volver a hacer cosas tangibles para la sociedad. Una a una. Y sin desfallecer. Si queremos el aeropuerto ampliado, no paremos hasta que lo amplíen. Si queremos más electrificación solar, no paremos hasta que las placas nos salgan por las orejas. Si queremos que funcione un proyecto de hogar para personas mayores, no paremos hasta lograrlo. Por eso, el llamamiento de Joan Vila a que los empresarios hagamos cosas tangibles para la comunidad me ha parecido, como muchos de los mensajes que lanza Joan, de una necesidad absoluta. Somos sobre todo los empresarios los que sabemos qué cuesta personalmente hacer cosas tangibles de verdad. Porque es a lo que dedicamos la vida. Y lo hacemos con determinación, porque quien tiene la responsabilidad de pagar nóminas de su bolsillo sabe el drama que supone dejar de pagarlas. Empresarios, dejemos de lado la incomprensión a la que nos tienen acostumbrados unos y otros y pongámonos a hacer todavía más cosas tangibles, lo que sabemos hacer con solvencia, para la comunidad. Más cosas tangibles. Muchas más. Nos va mucho a todos, no lo dudemos.