Como aquel guijarro que cae al agua y genera innumerables círculos concéntricos, así ha sido la vida de Joan Baez. Mientras su impacto generaba circunferencias grandes y pequeñas, intensas y suaves, hasta la orilla, ella se iba derrumbando, hasta el fondo. Una navegación con turbulencias. Una piedra, un ruido. I am a noise es el título del documental sobre su vida, una excelente muestra de cine biográfico dirigida a seis manos por las talentosas Miri Navasky, Karen O'Connor y Maeve O'Boyle. Un retrato delicado y crudo que nos revela las sombras que han acompañado a la mítica cantautora a lo largo de su vida. Las luces, ya las conocíamos. Porque como dice la frase de Gabriel García Márquez que aparece al inicio del filme: "Todo el Mundo tiene tres vidas: la pública, la privada y la secreta".
Y es que con motivo del Día Mundial de los Derechos Humanos, Baez visitó Irlanda en una intensa semana de actividades que empezó el martes 10 de diciembre con la proyección de la mencionada película en el Lighthouse Cinema de Dublín. Cuando los créditos llegaban al final, Joan entonó la mítica Raglan Road desde debajo mismo de la pantalla gigante y los que compartíamos escenario con ella la seguimos. Damien Rice, Glen Hansard, Mary Black, Hozier, Liam Ó Maonlaí... Difícil poder estar mejor rodeada. Al acabar, todavía con las últimas notas resonando por la sala, los músicos empezaron a interpretar una de aquellas tradicionales melodías irlandesas instrumentales —no pudieron evitarlo— y mientras el público los seguía dando palmas, algunos salimos a bailar, por parejas, como si la vida fuera danza toda ella. Joan fue la primera, abrió fuego del brazo de Mary Black. Yo, la segunda porque me estiró Liam (¡gracias por la emboscada, compañero!) y cuando me quise dar cuenta ya estábamos los cuatro saltando y dando vueltas por el medio la pista. Las nociones básicas que tengo de la jota tortosina me ayudaron a salvar la papeleta. Eso y ver que Baez, con casi 84 años, aguantaba el tipo. No podíamos ser menos, claro.
Cogiendo las riendas de la iniciativa y de toda la agenda de Baez durante esta pasada semana ha estado el amigo Bill Shipsey, una especie de piedra filosofal de la cultura y el pacifismo que, al frente de la organización Art for Human Rights (rama artística de la asociación Amnistía Internacional), consigue convertir en oro todo aquello que abarca. Y las jornadas dieron mucho de sí y experimentamos canciones, literatura y comidas en la hermandad de otras cantantes venidas de los EE. UU. (Rachel Garlin), de Italia (Erica Boschiero y Greta Zuccoli) y Brasil (Francisca Barreto). Con ellas, el miércoles, participamos en un acto solidario organizado por Narrative4, organización sin ánimo de lucro de intercambio global de historias, fundada por el gran escritor Colum McCann, autor de Apeirògon o TransAtlantic. Él leía textos de sus libros —cuánta inteligencia—, nosotros cantábamos, Colm Mac Con Iomaire tocaba magistralmente el violín y la gente que llenaba la Unitarian Church de Dublín guardaba un respetuoso silencio. Pareció que el tiempo, por momentos, se detenía cuando cada una cantaba en su lengua materna, cuando Colm declamaba sus palabras de concordia.
A Irlanda del Norte nos desplazamos todos el jueves (conduciendo por la izquierda, madre mía, qué sufrimiento) para asistir a la presentación y coloquio de When you see my mother, ask her to dance, el libro de poesía que Baez ha publicado recientemente. La cantautora conversó con Paul Muldoon —ganador del Pulitzer de poesía— en el emblemático Seamus Heaney HomePlace, espacio que toma el nombre del imprescindible escritor irlandés desaparecido en 2013 y ganador del Premio Nobel de Literatura en 1995. El teatro está ubicado entre las dos casas de infancia de Heaney, convertidas ahora en museo, y a escasos metros del cementerio donde pidió descansar, en la población de Bellaghy, a unos cuarenta kilómetros al oeste de Belfast. Y el mismo libro de Baez (When you see my mother...) fue también protagonista el día siguiente, el viernes, en la firma pública que tuvo sitio en la Gutter Bookshop de Dublín, una acogedora librería inspirada en la famosa frase de Óscar Wilde: "We are all in the gutter, but some of us are looking at the stars", que vendría a decir que todos estamos en las alcantarillas , solo que algunos miremos las estrellas.
Si echamos un vistazo a los hechos y a los personajes más importantes de los últimos sesenta años, hay un nombre que los vertebra: Joan Baez. Es un mito viviente de nuestra historia contemporánea
Las noches de cada uno de los días vividos acabaron con música. Todas y cada una de ellas. Irlanda es así. Mientras Joan Baez ya descansaba en su hotel, el grupo de amigos, los irlandeses y los venidos de todo el mundo convocados por ella y por Shipsey, improvisábamos y cantábamos canciones y nos sumábamos a los artistas que ya estaban en el bar animando la velada. El histórico pub The Wrens Nest contempló uno de los finales de fiesta más épicos, con nuevas personas que ahora ya parecen viejas amistades y con La Estaca de Lluís Llach cantada en catalán, mientras decenas de brazos levantaban la jarra llena de Guinness al ritmo del "tomba tomba". Una cena en el Kilkea Castle, una comida en el Chapter One Restaurant, una visita a la Hugh Lane Gallery, guiada por el artista Brian Maguire... Tantas vivencias y recuerdos, tantos otros momentos que se quedan en la intimidad. Tantos intangibles.
Si echamos un vistazo a los hechos y a los personajes más importantes de los últimos sesenta años, hay un nombre que los vertebra: Joan Baez. Es un mito viviente de nuestra historia contemporánea, historia que podría ser explicada a través suyo, como hilo conductor: Martin Luther King, Dalái Lama, Nelson Mandela, la Marcha por la libertad en Washington, Jimmy Hendricks, The Beatles, Woodstock, Bob Dylan, Václav Havel, Pete Seeger, Mercedes Sosa, Live Aid, Vietnam, Camboya, Yugoslavia, los Troubles de Irlanda... Ella es la máxima expresión de la cantautora y la activista, a pesar de que esta asociación de ideas le haya traído no pocos quebraderos de cabeza. Mientras leéis estas líneas, Baez ya está su casa, California, en medio de árboles y pájaros, como le gusta. Su extraordinaria generosidad y humildad nos han permitido disfrutar de ella otra vez, a pesar de estar ya retirada. Habrá sido una semana de emociones compartidas que la han dejado sobrepasada, a pesar de ser una fuerza de la naturaleza. Cómo si no se explica que apenas llegar a Dublín quisiera bañarse en el mar en pleno diciembre.
Después de abrazarla y acompañarla por Irlanda y de contemplarla sonriente y tierna, todavía resulta más cautivador ver la película, que nos muestra una mujer que a menudo se ha sentido a la deriva, que ha tenido que luchar contra sus propios fantasmas, en forma de trastornos mentales, angustia, posibles abusos sexuales y problemas con los barbitúricos. Ella, que de menor era víctima de un incipiente racismo por ser hija de padre mexicano, ha luchado siempre por los derechos de los otros, olvidándose quizás de ella misma o quién sabe si protegiéndose. El documental, que ya está disponible en Movistar Plus y que también repasa su última gira, explora esta soledad y el coraje necesario para enfrentarse a ella, ahora que es el único miembro vivo de su familia (le han faltado padres y hermanas). En I am a noise se desnuda y reconoce las razones que no le han permitido ser feliz mientras, paradójicamente, hacía feliz a mucha gente con su voz y su compromiso. Dice Joan que los humanos recordamos exactamente aquello que nos evita el dolor. Ojalá la memoria de estos días por la isla le devuelva una pequeña y merecida serenidad porque, además de merecérsela y como afirmaba Bertolt Brecht y la misma Baez ha puesto en práctica: "En los tiempos oscuros también se cantará".