Hacer campaña al Parlamento Europeo en clave nacional (hipernacional, incluso) es una dinámica habitual de los partidos. Los arranques de este 9-J han ido por ahí. Los grandes necesitan movilizar sus bloques de electorado y las nueve principales candidaturas luchan por su hueco, a costa también de ganar al rival propio.

No es una frase hecha que estas elecciones sean las más decisivas de la Unión Europea. Europa se jugó su existencia hace diez años por la economía y ahora con la arquitectura moral que la sustenta. Durante la austeridad se planteó expulsar a los países del sur por impago de la deuda y el riesgo de desmembramiento fue alto. En el lado opuesto, Ursula von der Leyen desplegó una última legislatura expansiva desde la pandemia a la guerra de Ucrania. Entre tanto, la extrema derecha ha ido cogiendo cuerpo. Mucho cuerpo. Transitando de la tensión del Brexit al extremismo ultranacionalista que ahora pretende socavar las instituciones desde dentro. 

En su día, Donald Tusk llamó "capitulación" al desmoronamiento del cortafuegos en España tras la formación del gobierno PP-Vox en Castilla y León. Aquel tiempo ya ha pasado. Cinco países, Italia, Finlandia, Eslovaquia, Hungría y República Checa tienen gobiernos extremistas. Y la actual comisaria, en busca de apoyos para la reelección, se desdibuja y comete errores de cálculo que le pueden costar más apoyos de los que sume con Meloni.

A pocos días de votar, la extrema derecha domina las encuestas en gran parte de Europa

El principal debate son los pactos. Con la supremacía del acuerdo tácito entre conservadores, liberales y socialdemócratas en vilo, el riesgo de alterar la configuración que domina Europa es alto. A pocos días de votar (9 de junio), la extrema derecha domina las encuestas en gran parte de Europa y, como ya apuntaba el digital de referencia en Bruselas, Politico.eu, “es posible que aprovechen su impulso para formar un bloque poderoso, si pueden mantener su unidad”. Dicho y hecho. Marine Le Pen, con ventaja sobre Emmanuel Macron y tras expulsar a la formación alemana pronazi AfD, ha tendido la mano a Georgia Meloni para una gran alianza que les lleve a ser segunda fuerza. La primera ministra italiana no lo descarta y apuesta por “una mayoría de centroderecha que envíe a la izquierda a la oposición en Europa”.

La mecha de la rebelión liberal y socialdemócrata ha prendido antes de que Feijóo haya definido qué quiere hacer. Porque no pactar con la extrema derecha implica hacerlo con los socialistas, tema tabú en el PP. Scholz y Macron ya han puesto en cuestión el segundo mandato de Von der Leyen si continúa coqueteando con Meloni. Y Sánchez no se ha decantado por Mario Draghi, pero lidera el grupo con más escaños de los socialistas y marcará el voto.

El PP quiere mantener la campaña en la agitación del movimiento antisanchista mientras la realidad se impone. Todo lo internacional ya es local. Y en un seguidismo sin matices, se ha decantado por el error del 23-J. “Si los populares pactan con Meloni, no tendrán mayoría”, resume Joaquín Almunia. Las europeas encenderán los debates donde el PP tiene todavía que definir una postura propia más allá del a la contra del PSOE. Porque mientras tacha de error el reconocimiento del estado palestino, la UE llama a su ministro de Exteriores para revisar el acuerdo comercial. El "daño que inflige" a los palestinos, según el PP, ha presionado a Netanyahu a reconocer un “error trágico” en los últimos asesinatos de al menos 45 palestinos en Rafah. Mientras la comunidad internacional cerca al gobierno de Israel aumentando la presión, el alcalde de Madrid defiende el vídeo infame que vincula a España, Noruega e Irlanda con Hamás. 

Ucrania es el único punto de consenso. Pero estas europeas no van de Begoña Gómez, las comparecencias de medio gobierno en el Senado o agitar los rescoldos de la amnistía. Y según pasen los días, los temas divisivos y cruciales del futuro-presente europeo tomarán fuerza.