¿Sabremos algún día todos los detalles —especialmente los más "calientes"— de los pactos que se habrían forjado en la reunión del pasado octubre entre el PSC, ERC y los Comuns? La información que llega de las gargantas profundas habla de una reunión muy bien tejida, donde se habrían producido tres acuerdos de peso. El primero, la formación de tripartitos en todos los poderes catalanes, desde diputaciones y ayuntamientos, hasta el gobierno catalán. El segundo, el acuerdo por un calendario electoral que dificultara al máximo la posibilidad de que Puigdemont pudiera venir a Catalunya a hacer campaña, o, si venía, tuviera a Llarena en el cogote. Y el tercero, encontrar un redactado a la ley de amnistía que dejara fuera a Puigdemont o, como mínimo, que alargara su proceso.
Vista la importancia de este presunto pacto macro, vale la pena analizar estas tres aristas, cuya confirmación política impactaría de lleno en el corazón de la política catalana. De entrada, es una evidencia fuera de toda duda que ERC ha decidido salir de la casilla independentista y reforzar sus alianzas con las izquierdas españolas, determinada a priorizar la ideología por encima de la cuestión nacional. En este sentido, no solo ha formado tripartitos en las diputaciones y los ayuntamientos, sino que, aparte de ceder la Generalitat a los socialistas, es altamente probable que entre en el gobierno de ambos lados de la plaza de Sant Jaume. Primero será el Ayuntamiento de Barcelona —y no tardarán mucho— y después, transcurrido un tiempo prudencial, es muy probable su entrada en el gobierno catalán. El primer punto del pacto, pues, estaría en proceso de culminarse.
El segundo punto se habría cumplido a pies juntillas. Cómo, sino, se explicaría que el president Aragonès se ingeniara un calendario electoral tan absurdo, sin hacer coincidir las catalanas con las europeas —como parecía razonable— y con una precipitación que solo respondía a dificultar la presencia de Puigdemont en la campaña... Ningún argumento razonable, ni de eficacia —hacer votar dos veces tan seguidas a la ciudadanía, cuando se podía evitar, es un despropósito—, ni político, dado que nada justificaba el exceso de prisa. Pero, con toda seguridad, el fantasma de Puigdemont sobrevolaría por encima de las plácidas conversaciones tripartitas, conjurados en contra del líder político que más trastocaba sus planes. Y así los catalanes, verbigracia de los intereses tripartitos, tuvimos que acudir a las urnas dos veces seguidas y se impidió que Puigdemont pudiera hacer la campaña en situación de igualdad.
Hay algo meridianamente claro: PSC, ERC y los Comuns coinciden en la convicción de que Puigdemont es el adversario a batir
Finalmente, es también un hecho que los primeros redactados de la amnistía presentaban graves agujeros que dejaban fuera a Puigdemont y su círculo más próximo, como el propio Josep Alay. En aquel tiempo, ERC afeaba a Junts —la hemeroteca es una mina— que estuviera en contra de aquel redactado, y aseguraba que era un buen acuerdo. Afortunadamente, Boye mediante, Junts se plantó y la ley no fue acordada hasta que no hubo severas correcciones del redactado primero. Es cierto que, aun así, los de la toga nostra siguen ingeniándose excusas para dejar a Puigdemont fuera de la amnistía, pero con el redactado actual no tienen nada que hacer, excepto ganar tiempo. No así con el redactado inicial, que era un auténtico coladero. Si aquel redactado era el resultado de esas reuniones de otoño tripartitas, o una perversa casualidad, es una pregunta de esas que se las lleva el viento. Sea como fuere, hay algo meridianamente claro: los tres partidos coinciden en la convicción de que Puigdemont es el adversario a batir. En este sentido, cabe preguntarse si aceleraron los tempos de la investidura —que podría haberse aplazado hasta finales de agosto— convencidos de que Llarena lo encarcelaría y, desde la cárcel, convertido en rehén del Estado, quedaría neutralizado. Preguntas ciertamente perversas para tiempos desgraciadamente oscuros...
El resultado final de todo esto es doblemente lesivo: por una parte, ERC se ha marchado del carril independentista y ha vuelto a posturas autonomistas con un fuerte deje ideológico, cada vez más mimético con las posturas de los Comuns. No suma, pues, en el frente independentista. Sino al contrario, parece claro que trabaja en contra de él. Y esta afirmación queda sobradamente corroborada por la segunda conclusión: el Govern Illa que desembarca en la Generalitat, que —vista su composición— es un auténtico artefacto de desnacionalización y españolización de la máxima institución de Catalunya. ¿Cómo se explica que ERC lo haya posibilitado? ¿Existen presiones que desconocemos? ¿El escándalo del partido B, las campañas sucias, los Relevance, son solo una parte del escándalo? ¿Hay algo más? Cuesta no pensar mal, porque es imposible entender que haya sido ERC quien haya facilitado el estropicio perpetrado en la Generalitat, nuestra máxima institución. Todo es muy incomprensible o muy oscuro. O tal vez, todo es muy incomprensible y muy oscuro.