Barcelona no tiene ningún futuro dentro de España, que no pase por irse degradando y degradar a los catalanes que se emperren en salvarla. Por más dinero que la patronal se gaste en propaganda, la capital catalana no remontará, mientras sea española. La ciudad ha caído en la orbita geopolítica de Madrid diseñada por Aznar a principios de los años 2000.
Hemos tenido dos décadas para construir una capital capaz de proyectarse al mundo y de plantear los problemas europeos desde una perspectiva catalana. Al inicio del procés, cuando Mas todavía no se había sacado la corbata, parecía que Barcelona podría impulsar una cultura urbana genuina, que no intentara desvincular el talento de la memoria, ni la memoria de la libertad.
Barcelona tuvo una época magnífica durante los años que precedieron al 9-N, que es cuando Catalunya tuvo la oportunidad de volver a la historia por su propio pie. Con el 155 y la instauración del gobierno de Vichy, la ciudad se ha vuelto la piedra de toque del sistema de dominación español, por eso cada día está más fea. Recordad las palabras del general Yagüe al entrar por la Diagonal: “Quién ha permitido ESO”.
Barcelona se degrada porque recibe hostias de todas partes y porque no hay lugar para ella en el nuevo orden internacional. La ciudad se ha convertido en el agujero negro del país, igual que en los tiempos de Miró y de Dalí, o como en los tiempos de Prim y de Fortuny. Es el momento de llevar las energías hacia otro lado y pensar que los catalanes no nos habríamos podido recuperar de ninguna derrota si Barcelona solo hubiera contado con sus fuerzas.
Barcelona, igual que TV3 o que los partidos de la Generalitat, ya solo es un instrumento de saqueo de la población catalana. No es casualidad que las pocas medidas que el Parlament ha tomado esta legislatura, como la limitación del precio del alquiler o los impuestos sobre la herencia, vayan dirigidas contra las clases medianas de la capital que han sostenido el independentismo. El expresident Torra ha trabajado muy bien en la dirección de España.
Madrid necesita valencianizar Barcelona y todavía lo necesitará más después de los estragos que el bichito amarillo de Wuhan hará en la capital española. La patronal catalana quiere concentrar el parque inmobiliario, ahora muy disperso, para hacerse fuerte en la capital y dominar el país a través de eso. Los fondos buitres también querrán aprovechar la situación para intentar comprar la ciudad barata. Los comunistas siempre hacen el trabajo sucio de cualquiera que les da un poco de poder.
La mejor salida es abandonar Barcelona y dejar que los piratas se saquen los ojos entre ellos, si es posible sin vender nada. Se trata de hacer como los rusos, que dejaron a Napoleón solo en Moscú, pero sin necesidad de quemar la ciudad. O como los franceses, que no devolvieron su alma a París hasta que Berlín empezaba a ser un solar. Los mismos catalanes se refugiaron en las montañas cuando los musulmanes entraron en Barcelona en el 714, justo mil años antes que los Borbones.
Se tiene que tener paciencia y no regalar nada al enemigo. Siempre hay cosas que hacer, para mejorar el futuro. Es un momento ideal para reequilibrar el país, dejar que mueran los bufones y preparar con tiempo el contraataque.