Hace tres o cuatro meses Bernat Dedéu me preguntó si todavía era socio del Ateneo. En pocos años la tecnología ha ido cambiando mi forma de trabajar y la verdad es que me preguntaba si tenía algún sentido seguir pagando la cuota por romanticismo. El jardín es bonito, pero en casa he visto pagar tantas cuotas por idealismo que el idealismo me da una cierta angustia.
- Todavía soy socio –le dije-, pero me parece que me desapuntaré.
- Espérate un poco, que intentaremos devolver la magia al Palacio.
Conozco a Dedéu desde hace una docena de años y no lo había visto nunca tan concentrado, ni tan capaz como ahora de proyectar su talento en una causa trascendente y sólida. Aprender a perder contra adversarios mejor preparados e inteligentes que tú es muy educativo, pero aprender a perder contra el moco amorfo de la mediocridad es un entrenamiento que sólo superan las almas más fuertes y creativas.
Una vez un editor me dijo: "No sé qué pasa en este país que, cuando la gente se acerca a los 40 años, se rompe. Conoces jóvenes que prometen y después te los vuelves a encontrar al cabo de los años y son otras personas, normalmente muy cretinas". Lo que pasa es que a cambio de una corbata que te haga sentir respetable, es fácil acabar aceptando tramas de intereses que penalizan el talento y las buenas ideas. Sobre todo en sociedades marcadas por el miedo y las renuncias.
Rajoy nos enseña cada día el poder corrosivo del color gris. España está sacrificando a golpe de cheque la generación mejor preparada de su historia por unos valores que tienen poco que ver con ella. Si Europa no estuviera tan débil seríamos más conscientes del tiempo precioso que estamos perdiendo. Catalunya todavía está más en peligro, porque el talento y la alegría tienen menos capacidad de defenderse en un ambiente victimista de provincia maltratada y esprimida.
Me sumé a la candidatura de Dedéu porque estoy harto de vivir rodeado de gente que habla del talento y de la igualdad de oportunidades en abstracto. Me sumé porque las instituciones deberían estar lideradas por personas que se parezcan a su época y tengan herramientas para dialogar con ellas, no por momias que hagan la comedia de la seriedad, mientras extienden su estética desmoralizadora y sus discursos putrefactos.
Dedéu es culto, educado, elegante y, estos últimos años, ha demostrado una independencia de criterio que sólo tienen las personas resistentes y de palabra. Además las generaciones dan estructura y calidad al individualismo natural de las personas creativas. Cuando una generación renuncia a asumir su papel ante la historia o impide el paso a otra, la sociedad se debilita. Es así como se provocan las tormentas.
Últimamente por todas partes me encuentro gente que dice que ojalá Dedéu ganase las elecciones del Ateneo, pero que no va a poder ser. Algunos me dicen que no saldrá adelante porque la institución es un club de carcas. Otros incluso osan afirmar que los dos presidenciables alternativos son los candidatos de los bancos. Este fatalismo de culé Nuñista también me llevó a sumarme a Ordre&Aventura.
Hay tanta gente que querría ver ganar a Dedéu como gente que querría ver la independencia y cree que no la conseguiremos. Por eso estamos aquí: para recordar que las tortillas se hacen rompiendo los huevos, que los niños se hacen sin preservativo y que la ciencia avanza porque alguien se toma la molestia de falsificar las teorías establecidas. Es decir, para mandar, para gestionar y para dar esperanza. Ya veréis como nos divertiremos, esta campaña.