Hace unos días un empresario me preguntaba si creo que Mas traicionará a Puigdemont. A través de sus escépticos analistas, La Vanguardia hace tiempo que invita a Mas a liderar una lista que compita con Pere Aragonès en autonomismo. Puigdemont, que evitó de mezclarse con Primàries para asegurarse el sueldo de eurodiputado, ahora depende más que nunca de la ANC y de los restos del movimiento que impulsó Jordi Graupera.
Mas no aceptará nunca liderar una lista alternativa a Puigdemont por la misma razón que hace diez años se puso al frente del independentismo para no dejar crecer Solidaritat y Reagrupament. Si Mas se presentara a unas elecciones, los votantes de Convergència ya no podrían tratar a los candidatos de ERC de traidores y la comedia que permite hablar de reconstruir los puentes con Madrid volvería a fallar como en el 1 de octubre.
Mas no va a traicionar a Puigdemont antes de las elecciones, sino después, para justificar la enésima tomadura de pelo del president exiliado. Aunque los diarios pinten a Puigdemont como un resistente que frena la pulsión pragmática de Convergència, forma parte del mismo engranaje de Marta Pascal. Puigdemont y Mas acabarán pactando una lista conjunta para la Generalitat y todo lo que pase entremedio está pensado para dar épica y credibilidad a este objetivo.
El pacto con la corona es que la vieja Convergència se queda la Generalitat con Quim Torra de president. Torra, que hace ver que no quiere repetir, es el hombre de Pujol y si se porta bien servirá para poner la guinda a la reconciliación entre los chicos de Marta Pascal y los chicos de Puigdemont con Mas de intermediario astuto y sensato. Para que Catalunya permanezca controlada en el frágil equilibrio actual, Puigdemont tiene que encender la parroquia independentista, y Mas tiene que frustrarla poniendo a los hombres adecuados para asegurarse de que las promesas no se cumplen.
Todo está perfectamente programado. Mientras haya la más mínima posibilidad que primarias y la ANC puedan resucitar, Puigdemont se mantendrá en el juego dando esperanzas a los catalanes, pero obedeciendo al estado español, en último término, como ya hizo Mas. Si en algún momento la vieja Convergència cree que el 1 de octubre está superado y que no lo necesita para recuperar el terreno que ha cedido a ERC, lo dejará abandonado en medio de la calle como una mesilla de noche destartalada.