La Vanguardia llevaba ayer un artículo muy ilustrativo de los tiempos que corren sobre la reunión que la cúpula de ERC mantuvo este sábado con Pablo Iglesias en casa de Jaume Roures. El presidente de Mediapro quiere que el referéndum del 1 de octubre se celebre en las mejores condiciones posibles, pero no quiere que tenga consecuencias irreversibles.
Iglesias y Ada Colau quieren dar apoyo al 1 de octubre, y hacer campaña a favor de participar, sin implicar al Ayuntamiento de Barcelona. La idea es utilizar el referéndum para desgastar el PP y reforzar los intereses del puente aéreo. El problema es que, sin la complicidad de ERC, la alcaldesa difícilmente podrá explicar a su público una posición tan populista y mantener la silla.
Por mucha agitación que haga, si Colau no abre los colegios, los republicanos lo tendrán todo a favor para desbancar a los comunes del Ayuntamiento de Barcelona. Después del trabajo hecho por Albano-Dante Fachin, la alcaldesa no tiene opción, y supongo que Roures trata de disimularlo haciendo entrar a Oriol Junqueras en una negociación que ya tiene ganada, a ver si se despista.
El humo que Roures intenta generar para salvar la silla de Colau, se suma a la confusión que algunos diarios tratan de esparcir para salvar la unidad de España con una táctica parecida. La misma crónica de Enric Juliana sobre el encuentro era en realidad una crónica para vender la fantasía de que el 2 de octubre se podrán negociar tranquilamente cosas que no tengan nada que ver con el resultado del referéndum.
Juliana ya hace años que no acierta ni una. Aun así, el poder sugestivo de la prensa consolidada es tan fuerte que el mismo Puigdemont cayó en la trampa de los diarios unionistas cuando declaró que propondrá a Rajoy una transición a la independencia que sea corta. ¿Qué propuesta le quiere hacer Puigdemont a un gobierno que no reconoce ni siquiera la legalidad del referéndum?
La aplicación del resultado, si gana el 'sí', no se podrá negociar y se tendrá que llevar a cabo de la forma más rápida y contundente posible, para evitar que todo se enfangue. Una cosa es que Jordi Cuminal y otros fans de Pilar Rahola piensen a través de los estándares de La Vanguardia —ya expliqué que algunos sectores de PDeCAT viven en el mundo de Maria Antonieta—, pero el presidente del país no se puede permitir una distracción. Sugerir que si gana el 'sí' hará falta negociar la independencia con un Estado que no negocia ni las autopistas es como decir, a estas alturas, que el PDeCAT aspira a ser "el partido de referencia del soberanismo".
En la carretada de artículos que los diarios llevan sobre la manifestación contra el terrorismo del sábado es fácil ver que Madrid ha pasado a la defensiva y ha adoptado el tono hipócrita y moralista que Pujol instauró en la política catalana. Algunos periódicos digitales empiezan a perder la sangre fría y piden la cabeza de Rajoy para dejar paso a medidas de urgencia. Algún artículo incluso da cuerda a los argumentos independentistas para insinuar la necesidad de que el Estado haga alguna oferta —como debe esperar el señor Roures.
La crisis de España se agrava. Ahora es cuando los políticos tienen que estar más atentos que nunca. Estaría bien que para cuando salten las costuras, el pollo no nos pille totalmente desprevenidos, negociando todavía burradas, como nos ocurrió con las dos Repúblicas.